Recuerdo aquella tarde en el estadio de San Mamés, donde la afición vibraba al unísono, donde el murmullo de las gradas te envolvía y te hacía sentir parte de algo más grande. Los cánticos resonaban, las banderas ondeaban y una corriente de emoción recorría el aire. Ahora, si te digo que esa atmósfera ha sido reemplazada por un clima de guerra fría, quizás pienses que estoy exagerando. Pero, déjame decirte, la situación actual en el estadio del Athletic Club es preocupante, y no solo para los jugadores, sino para todos los que amamos el fútbol.

Unai Simón se alza como defensor de la afición

La historia reciente nos ha traído a un Unai Simón que, en lugar de estar bajo los tres palos en un partido, se ha convertido en el difusor de un mensaje claro: la afición tiene derecho a animar a su equipo sin miedo ni represalias. Y es que, ¿cuántas veces hemos visto a un portero salir a defender a su hinchada? Normalmente, los guardametas se concentran en evitar goles y en ser figuras de seguridad para su equipo. Pero Simón ha decidido romper con lo convencional.

Tras el último empate contra el Leganés, Unai expresó su sentir de manera contundente. Habló sobre el impacto que tiene una grada fría, donde un grupo de aficionados ha optado por no animar, incluso a veces silbando a los que sí lo hacen. “Me da un poco de pena, porque el Athletic siempre se ha caracterizado por su afición”, dijo, señalando que la actitud de algunos está provocando un ambiente poco acogedor y hostil, tanto para los que están animando como para el propio equipo.

Uno puede imaginarse cómo se siente un futbolista al escuchar el runrún de la grada en un partido importante. Te sientes como un niño en un parque de diversiones, pero todos los juegos están cerrados. ¿No es ese un momento de locura? Iñaki Williams, compañero de Simón, también se pronunció en un tono similar, evidenciando los efectos que la falta de apoyo tiene en el rendimiento. Una situación que, seamos sinceros, para cualquier equipo es un verdadero desastre.

Un contexto lleno de tensiones

Para comprender del todo lo que está sucediendo en San Mamés, debemos retroceder un poco en el tiempo. Desde finales de noviembre, el grupo Íñigo Cabacas Herri Harmaila, que agrupa a un numeroso colectivo de animadores, ha estado en huelga por lo que ellos consideran un «acoso y represión» por parte de la Ertaintza (la policía vasca) y la seguridad privada del estadio.

La huelga empezó como un intento de protesta durante un partido contra el Elfsborg, pero rápidamente escaló a una huelga indefinida que ha envuelto a San Mamés en un ambiente de tensión palpable. Imagina intentar disfrutar de un partido y que, en vez de gritos de aliento, lo que escuchas son abucheos y críticas a aquellos que simplemente quieren pasarlo bien. ¡Menuda faena!

Los que están en huelga alegan que han sufrido sanciones desproporcionadas y, a menudo, se sienten indefensos ante las decisiones tomadas por la dirección del club. Pero, ¿acaso el fútbol no debería ser un espacio para la camaradería y la celebración? La respuesta es clara: sí, pero solo si todos estamos dispuestos a trabajar juntos para que eso suceda.

Los insultos y la política también han invadido la grada. El club, presidido por Jon Uriarte, ha querido mantener un ambiente neutral y libre de mensajes políticos, algo que también ha sido objeto de controversia y ha llevado a diversas sanciones. Por si fuera poco, el Athletic tuvo que desembolsar más de 40,000 euros en multas la temporada pasada debido al comportamiento de este grupo.

Amenazas y consecuencias

La situación ha llegado a un punto en el que las amenazas se han hecho presentes. Según se ha reportado, Jon Uriarte fue víctima de un asalto verbal por parte de un individuo del grupo Íñigo Cabacas Herri Harmaila, lo que no solo constituyó un ataque hacia su persona, sino que también subraya la grave tensión que existe en el ambiente. En un mundo donde se supone que debemos disfrutar de la competencia deportiva, ¿cómo es posible que haya espacio para la intimidación?

Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué futuro tiene la afición en San Mamés? Me atrevería a decir que, si no se llega a un consenso y un balance entre los diferentes intereses en juego, la respuesta no será nada alentadora.

La necesidad de un cambio

Es fundamental que el fútbol recupere su esencia. Los jugadores, como Unai Simón e Iñaki Williams, han hecho un llamado sincero a la afición y al club para que todos puedan disfrutar de la pasión del deporte. Olvidemos por un momento las divisiones y enfoquémonos en lo que realmente importa: ¡el fútbol!

¿Cómo sería un partido ideal para ti? Personalmente, no puedo evitar soñar con un entorno donde el único sonido que caracteriza la grada sean las canciones de apoyo y los vítores. Un ambiente donde tanto los que están en el campo como los que están en la grada sean uno solo, unida por la misma pasión. Eso sí suena a fútbol, ¿no?

La historia de San Mamés

La actual situación no solo pone en riesgo la dinámica de los partidos, sino que también amenaza el legado de una de las aficiones más emblemáticas del mundo. San Mamés, conocido como «La Catedral», es un lugar de infinidad de recuerdos, de momentos épicos, de risas y lágrimas. ¿Cómo es posible que esa historia esté siendo socavada?

Cada fanático que ha estado en San Mamés tiene su propia historia. Recuerdo cuando fui a un partido hace unos años y compré una camiseta vieja en un mercadillo de Bilbao. Estaba emocionado cuando los jugadores salieron al campo, y ese instante cuando el estadio rugió fue absolutamente mágico. Yo estaba rodeado de desconocidos, pero en ese momento éramos familia. ¿Dónde quedó esa unión?

Una llamada a la unidad

La única manera de salir de esta espiral de tensión es promover un diálogo abierto entre todas las partes involucradas: los hinchas, el club y las autoridades. La música del fútbol no puede ser silenciada por el ruido del desacuerdo. Todos tenemos que recordar por qué estamos ahí: por el amor al juego y la camaradería que nos ofrece.

Al final del día, la esencia del fútbol nunca cambiará, independientemente de cuán diversa sea la afición. Lo que sí puede cambiar es cómo navegamos por estas aguas turbulentas. Quizás, al igual que todos, deberíamos aprender a escuchar más y criticar menos. Aprender a dar la bienvenida a los que quieren animar y dejar a un lado las diferencias, porque al final, todos somos parte de la misma gran familia futbolera.

Así que, aquí estoy, lanzando mi llamado a todos los hinchas: ¡recuperemos juntos la pasión de San Mamés! Como diría un buen amigo mío futbolero: «La vida es demasiado corta para estar en silenciados». ¡Que vuelva la música y el grito de apoyo a nuestra Catedral!