La COP29 en Bakú no ha decepcionado en términos de drama y expectativas. Si piensas que las negociaciones climáticas son tan emocionantes como ver crecer la hierba, piénsalo de nuevo. Estamos hablando de un verdadero tira y afloja, casi a nivel “reality show”, donde los países están tirando los trastos a la cabeza por la histérica “factura” del cambio climático.
El telón de fondo: ¿por qué estamos aquí?
La cumbre de este año se presenta como la última oportunidad para que los líderes del mundo aborden la crisis climática y, honestamente, podría ser el último tren antes de que se desate un verdadero caos climático. Imagina que los países ricos, como Estados Unidos, Japón y Canadá, son los estudiantes que no entregaron sus tareas a tiempo, mientras que los países en desarrollo son los profesores desesperados tratando de hacer que sus «alumnos» entiendan la gravedad de la situación. António Guterres, el secretario general de la ONU, está jugando el papel del director que intenta mantener el orden mientras llama a sus alumnos a que suban su oferta a 300,000 millones de dólares anuales.
Por favor, intenta no mirar a tu reloj. Estás siendo testigo de una maratón de negociaciones que ha sido prorrogada hasta el último momento. Para los que creen que las instituciones como esta son irrelevantes, aquí hay un poco de esa empatía que falta en la sala: piensa en los países vulnerables que están a la merced del clima, y, de hecho, a la merced de las decisiones de estos políticos.
¿Por qué el dinero es el meollo del asunto?
Los países en desarrollo están pidiendo más que estos tímidos 250,000 millones de dólares que, francamente, son una burla. ¿Sabías que solo en África se requieren 400,000 millones de dólares anuales solamente para la adaptación? La respuesta de Juan Carlos Monterrey de Panamá fue clara: «Es ridículo». ¡Y no lo podría haber expresado mejor! Cualquiera que haya intentado conseguir un aumento con un jefe que juega a hacer «compromisos» sabe la frustración que se siente.
La primera propuesta de los países ricos, que parecía más un mal chiste que una oferta real, fue rechazada rotundamente. Como si fuera una cita desastrosa, los países en desarrollo no estaban dispuestos a comprometer su futuro por un «escupitajo en la cara». Y así, con cada día que pasaba, la tensión seguía creciendo.
De un borrador a un acuerdo: el laberinto del progreso
El anterior borrador de la presidencia de la COP29 dejó a muchos preguntándose si realmente estábamos en el siglo XXI o si aún estábamos perdiendo el tiempo en un laberinto de propuestas inadecuadas. “Estamos hablando de una nueva meta colectiva de financiación climática que debería tener en cuenta las necesidades de los países en desarrollo”, decían. Pero eso no es suficiente. Los mismos países que están viendo las consecuencias directas del cambio climático están siendo empujados a un rincón cuando se trata de sentarse a la mesa y hablar sobre los costes.
A medida que los días pasaban, la figura de 1.3 billones de dólares para el año 2035 se presentaba casi como una utopía. ¡Y todavía hay personas que creen que las promesas de los líderes son igual de tangibles que un unicornio corriendo por un arcoíris! La pregunta sigue en el aire: si los países ricos están realmente comprometidos, ¿por qué la financiación pública sigue siendo insuficiente y depende de la iniciativa privada?
Las voces de la protesta: ¿quién escucha a los más vulnerables?
La Alianza de Pequeños Países Isla (AOSIS), que antes había logrado fijar el aumento máximo de la temperatura global a 1.5 grados en el Acuerdo de París, se mostró profundamente decepcionada. ¿No es curioso que el mismo grupo que logra avances significativos en el escenario global se encuentre ahora luchando por no salir vacíos de la COP29? La ironía es palpable.
Mukhtar Babayev, el presidente de la COP29, se encontró atrapado en un torbellino de críticas. Uno de sus trabajos era construir puentes entre las naciones, pero parece que en su lugar se estaban construyendo muros. Con 26 años en la empresa estatal de gas y petróleo de Azerbaiyán, quizás él pensó que todo se resolvería con una charlita entre amigos. Spoiler alert: no funcionó.
La importancia de la presión internacional
Mientras tanto, el ministro australiano de Cambio Climático, Chris Bowen, intentó hablar de un “intento genuino de buscar equilibrio”. ¡Ah, la magia de la diplomacia! La presión de las ONGs y de los representantes de la sociedad civil se puede sentir en el aire como un mal olor en un ascensor abarrotado. ¿Te imaginas lo que se siente estar en una habitación donde escuchas que la vida de otros pende de la balanza de una firma?
Algunos miembros de ONGs, como Jasper Inventor de Greenpeace, señalaron que la oferta era «inadecuada» y parecida a un «juego de póquer» con vidas humanas. No es de extrañar que la frustración aumentara; aquellos que luchan diariamente por un futuro sostenible están obligados a decidir entre arriesgarse a perder o dejar de seguir un camino que podría salvar a millones.
Competencia de palabras: terrenos peligrosos
Uno de los momentos más tensos fue cuando se mencionó la separación de “países desarrollados” y “países en desarrollo” como una referencia obsoleta. En un mundo donde las dinámicas y las realidades han cambiado drásticamente, mencionar esta división parece una gran burla. Es como ver a un dinosaurio intentar encajar en un mundo de smartphones. Necesitamos actualizarnos, ¿verdad?
Es esencial remediar esta calificación desfasada, especialmente considerando que se critica directamente a China y a Arabia Saudí por no contribuir lo suficiente. Como dice el refrán, todos sabemos que “la unión hace la fuerza”, pero a veces contribuyen más los que están en el asiento trasero. La financiación tiene que ser una comunidad global, no una excusa para que unos pocos se queden con todo.
Hacia la conclusión: ¿un futuro brillante o sombrío?
¿Realmente nos dirigimos hacia un futuro más brillante? A medida que la COP29 se adentra en su fase final, las respuestas son tan claras como el agua de un arroyo contaminado. Es claro que el trabajo conjunto y el compromiso genuino son cruciales, pero también es vital que los países desarrollados escuchen y sientan la urgencia en lugar de jugar a la política del compromiso.
Me gustaría pensar que eventualmente llegaremos a un acuerdo que convenza a todas las partes. ¿Podremos salir de Bakú con un acuerdo que sea significativo en lugar de otro papel mojado? Sea como sea, lo que está en juego es la vida de aquellos que menos tienen y que ya están sintiendo los efectos devastadores del cambio climático.
¿Es este el final?
La historia del cambio climático no concluye con la COP29. Nos queda un largo camino por recorrer. Con la Cumbre del Clima que nos ha dejado a todos con un montón de preguntas y poco tiempo, la esperanza es que las futuras generaciones no miren hacia atrás y se den cuenta de que todo fue por un juego de poderes y unas cifras que no dijeron nada.
Solo espero que la próxima cumbre no sea otra “reunión” de amigos con cifras que nada más sirven para “romper” antes de llegar a la verdadera cumbre de la incomprensión. ¿Quién sabe? Tal vez un día, cuando miremos atrás, podamos ver que esto fue solo un bache en el camino. Pero para eso, necesitamos más que buena voluntad; necesitamos un compromiso real, una disposición auténtica a trabajar juntos, y, sinceramente, un poco más de amor por nuestro planeta. ¿Te parece que es demasiado pedir?