La Supercopa de España ha sido un evento que genera emoción, rivalidades y, por supuesto, un puñado de polvorientos memes en redes sociales. Sin embargo, este año el torneo ha estado envuelto en controversias que van más allá de los escándalos habituales de los fichajes. De hecho, lo que debiera ser una fiesta futbolística se ha convertido en un verdadero dilema. Desde los debates acerca de si es correcto jugar en Arabia Saudí, hasta preocupaciones reales sobre la seguridad de los aficionados, la Supercopa está en la picota más que nunca.

¿Por qué jugar la Supercopa en Arabia Saudí?

Es curioso cómo el fútbol puede ser objeto de controversia en todo el mundo. Como buen aficionado, recuerdo mis primeras experiencias en un estadio. La adrenalina en el aire, los cánticos de los hinchas, el olor a palomitas y el inconfundible sonido de las bufandas ondeando. Pero ver un partido en un lugar que no siente esa energía — donde la conexión con los aficionados no existe— es una experiencia extraña, ¿no crees?

La decisión de trasladar la Supercopa a Arabia Saudí ha sido, en primera instancia, una cuestión de dinero. Las comisiones millonarias para Gerard Piqué y Luis Rubiales hicieron que muchos levantaran una ceja, pero dietas y remuneraciones no son lo peor. Iñaki Williams, delantero del Athletic Club, lo resumió perfectamente: se “lamenta” que un partido tan atractivo se juegue lejos del fervor de los aficionados.

Por si no fuera suficiente, el clima y el ambiente en Yeda no han sido precisamente una carta de presentación ideal. A mí me hace recordar esas fiestas en casa de amigos donde hay más gente que sillas; y tú, en una esquina, esperando que alguien traiga la pizza que prometieron. La ausencia de una conexión emocional entre el torneo y sus seguidores hace que muchos se pregunten si esto es lo que realmente queremos del fútbol.

La seguridad de los aficionados: un tema serio

Ahí es donde las cosas se complican aún más. La reciente denuncia de acoso que ha recibido la delegación del Mallorca es realmente inquietante. Imagina salir de un campo de fútbol y ser rodeado por un mar de desconocidos que no dudan en invadir tu espacio personal. Cristina Palavra, pareja del futbolista Dani Rodríguez, compartió que se sintieron “desubicados” y expuestos tras el partido contra el Real Madrid.

Es un momento en que deberíamos estar celebrando el deporte, ¡y ahí estamos en vez de eso, buscando protección! Uno pensaría que con tanto dinero en juego, la seguridad de los aficionados debería ser una prioridad. “Nos han estado tomando fotos de cerca. Nos han acosado”, se quejó Cristina, quien simplemente quería volver a su hotel tranquila. ¿Acaso no tenemos derecho a disfrutar del deporte que amamos sin la sombra del acoso?

Por su parte, un aficionado del Mallorca relató la experiencia de ser “increpados” durante el trayecto al autobús, con provocaciones y burlas. Me hace recordar esos momentos incómodos de la escuela cuando quedabas atrapado entre dos grupos de amigos rivales, pero eso sucedía en un entorno seguro, rodeado por adultos que estaban ahí para cuidar de nosotros. En este contexto, sin nadie que nos proteja, la situación resulta aún más tensa y frustrante.

El debate sobre los derechos de los aficionados

El fútbol debería ser un espacio donde todos nos sintamos seguros, incluidos los seguidores de fuera. Pero, ¿qué significa esto cuando la seguridad de las mujeres, en particular, se convierte en un tema discutible? Las declaraciones de varias mujeres que acompañan a los jugadores del Mallorca dejan claro que el comportamiento de las masas que rodeaban a sus esposos e hijos fue más allá de lo tolerable. Los “tocamientos” denunciados son una clara violación de los derechos humanos y, lamentablemente, ocurren con frecuencia en eventos donde la seguridad está mal gestionada.

Esto no solo apesta a injusticia; también es un llamado a la acción. Es fundamental que se tomen medidas para garantizar la seguridad de todos los aficionados. Y aunque es fácil caer en la trampa de culpar a los anfitriones, también tenemos que preguntar: ¿qué puede hacer la Federación Española de Fútbol (RFEF) para garantizar un ambiente seguro en eventos similares en el futuro? ¿Cómo podemos asegurarnos de que esto no vuelva a suceder?

Las consecuencias de jugar en el extranjero

Es más que evidente que jugar en el extranjero tiene sus ventajas, pero el hecho de que la Supercopa se lleve a cabo en un país cuya cultura no está precisamente alineada con los estándares occidentales de respeto hacia las mujeres es preocupante. La controversia no termina aquí. Se suma la falta de un ambiente festivo que fomente la sana competencia. En Yeda, muchos aficionados sintieron que fueron “mezclados” con los seguidores locales, creando una atmósfera hostil e incómoda.

Los partidos deberían ser un espectáculo, una fiesta donde todos disfruten y, en ocasiones, dejen las rivalidades a un lado. Es como cuando vas a una boda y te das cuenta de que tu ex está presente. Esa incomodidad que sienten algunos aficionados puede resultar en un ambiente lleno de tensión. Si la Supercopa se quiere vender como un evento internacional, es necesario que se tomen precauciones para que todos puedan disfrutarlo sin miedo.

Cómo el fútbol puede mejorar la seguridad

No es necesario que el fútbol se convierta en un campo de batalla. La solución podría estar en implementar un fuerte sistema de seguridad que incluya personal suficiente en los accesos a los estadios, así como en la gestión del público después de los partidos. ¿Acaso no es razonable pensar que, con la cantidad de ingresos generados, debería también invertirse en garantizar el bienestar de los asistentes?

Imagina si pudiéramos tener un equipo de seguridad designado, una especie de “el escuadrón del fútbol”, que se asegure de que todos los aficionados, sin importar su género, se sientan cómodos y seguros durante el evento. No sería una idea loca, sino un paso necesario hacia un fútbol más inclusivo y respetuoso.

Reflexionando sobre el papel del aficionado

En medio de esta tempestad, es importante reflexionar sobre el papel de los aficionados en todo esto. Si bien las circunstancias pueden ser complicadas, también tenemos el poder de exigir cambios. ¿Cómo? Asistiendo a los partidos, llevando nuestras voces a redes sociales y no quedándonos callados ante el acoso o la indiferencia.

Es fundamental también compartir nuestras experiencias, porque cada historia cuenta. Si no llevamos nuestras voces al frente, corremos el riesgo de que estas situaciones se normalicen y se repitan. Hablando de experiencias, ¿alguna vez has asistido a un evento similar donde la seguridad fue cuestionable? Es un tema para abordar, ¿verdad?

El futuro de la Supercopa de España: ¿cambio de rumbo?

Así que, a medida que reflexionamos sobre estos acontecimientos, la pregunta sigue en el aire: ¿es este el futuro que queremos para el fútbol? ¿Una Supercopa en un lugar donde la seguridad y el respeto de los aficionados no son una prioridad? Si de algo estamos seguros, es que la Supercopa de España necesita un cambio de rumbo. Las polémicas no deberían definir el torneo.

Esperemos que la RFEF y los organizadores comiencen a tomar medidas para asegurar que el fútbol siga siendo un espacio de celebración, y en el que todos —jugadores, familiares y aficionados— puedan disfrutar sin temor. El fútbol es más que un juego; es una pasión, es nuestra comunidad. No permitamos que aspectos como la seguridad rompan esos lazos que tanto valoramos.

En fin, la Supercopa de España es más que un simple torneo: es un reflejo de la sociedad que trabajamos por construir. Así que levantemos la voz, disfrutemos del juego y, sobre todo, cuidemos los unos de los otros. Porque al final del día, eso es lo que realmente importa.