Cuando se habla de tráfico y multas, la primera palabra que nos viene a la mente probablemente sea «estrés». Esa sensación de recibir una multa y preguntarte: «¿Qué he hecho ahora?» es universal, ¿verdad? Además, también es muy común buscar maneras de evitar las consecuencias de esas infracciones, quizás intentando encontrar algún tipo de excusa ingeniosa o, mejor aún, un pequeño resquicio legal para librarnos de pagar. Lo gracioso es que, a veces, la vida nos ofrece soluciones que nunca imaginamos. Y es que, en una noticia reciente, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha revelado que se han cerrado miles de expedientes sancionadores en España, lo que ha resultado en una considerable cantidad de multas, nada menos que 12.647.115,70 euros.

La locura de las sanciones que caducan

Para quienes no están familiarizados con el asunto, aquí va un desglose rápido. Resulta que este año, la DGT ha decidido cerrar una serie de expedientes de multas que, por diversas razones, no se habían podido cobrar. Imagina la escena: uno de esos días grises, sentado en casa y, de repente, abres una carta de la DGT que dice que aquella multa de 2019 ha caducado. No es que tengas una fiesta por ello, pero ¿quién no querría recibir una buena noticia de vez en cuando?

Los motivos de estas caducidades son variados. Desde multas cuyos documentos identificativos son inválidos, hasta sanciones a personas que desafortunadamente ya no están con nosotros. De hecho, las cifras son sorprendentemente elevadas y dan pie a todo tipo de reflexiones sobre cómo se manejan ciertos procedimientos legales. Casi 4,8 millones de euros se corresponden con sanciones a personas fallecidas. Es un tema complicado, y es difícil no sentir un poco de empatía en este tipo de situaciones.

Una mirada al pasado: ¿qué sucedió en años anteriores?

Si hacemos un zoom hacia atrás, la DGT ha estado archivando procedimientos sancionadores desde 2021, y la cantidad de dinero “perdonado” en 2024 supera la de años anteriores. Para ponerte en contexto, el año pasado se cerraron expedientes por un importe de 1.146.320,00 euros, lo que parece una broma si lo comparamos con los números de este año.

Pero, ¿cómo se explica esta tendencia? Puede que sea un descuido administrativo o simplemente la dignidad de no acosar a personas que ya han pasado a mejor vida. Quizás una mezcla de ambas. Lo que sí está claro es que los números están aquí, y cada cifra cuenta una historia.

¿Qué hay detrás de esas sanciones?

Las razones para que una sanción quede archivada son muchas. Según la DGT, hay un buen porcentaje que cae en la categoría de falta de documentación válida (573.700,00 euros). Algunos simplemente no tienen un calendario que les ayude a recordar esas fechas importantes, mientras que otros pueden haber tenido la desdicha de adquirir esa multa tras un mal día al volante. Dicen que el tráfico puede volverte loco, pero nunca imaginamos que también puede hacerte olvidar las facturas.

Pero seamos sinceros: si alguna vez has tenido que lidiar con la burocracia y los procesos de la ley, entenderás que es un mundo en el que puedes perderte fácilmente. ¿Quién no ha sentido frustración al intentar hacer un trámite administrativo? En algún punto, uno se pregunta si no sería más fácil enviar una señal de humo en lugar de seguir todos esos pasos.

Las lecciones aprendidas: empatía hacia los infractores

Es fácil caer en la tentación de juzgar a otros cuando hablamos de infracciones de tráfico. Sin embargo, cada multa tiene un contexto y si bien es cierto que hay quienes son imprudentes al volante, también hay quienes cometen errores porque son humanos y viven situaciones difíciles. Hay quienes se encuentran en apuros económicos y sienten que cada euro cuenta, mientras otros podrían estar lidiando con un estrés psicológico que les impide concentrarse al volante. Al final del día, ¿quién puede lanzar la primera piedra?

La anécdota de un amigo que recibió una multa por no detenerse completamente en una señal de stop, mientras su perro le ladraba desde el asiento trasero podría resonar con muchos. A veces, la vida se vuelve complicada y, en lugar de añorar esos euros ensombrecidos por el miedo a la infracción, sería más recomendable poner en la balanza la necesidad de un sistema que no se centre únicamente en sancionar sino en educar y prevenir. Después de todo, trocar esa relación de miedo por una de comprensión podría hacer maravillas no solo en las carreteras, sino también en la vida cotidiana.

Los radares y la justicia: ¿verdaderos villanos o simples herramientas?

Uno de los aspectos más interesantes de esta historia es que la justicia ha declarado ilegales cientos de multas interpuestas por los famosos radares móviles. Así es, esos dispositivos que parecen tener vida propia y cuyo único propósito parece ser el de acechar meticulosamente a los conductores como halcones buscando su presa.

Es irónico que, en un mundo donde la tecnología ha avanzado a pasos agigantados para ayudar a los conductores, todavía haya sistemas con fallos que deriven en sanciones injustas. Este tipo de situaciones solo refuerzan la idea de que, a veces, la ley se queda atrás en cuanto a la tecnología y su implementación. Y aunque puedes pensar que el concepto de «multas» debería ser algo de lo más automático y precisado, la realidad es bastante más enredada.

¿Realmente queremos que los radares actúen como una forma certera de conseguir ingresos para las arcas del estado? ¿O deberíamos reformular la manera en que se aplica la ley para hacer que nuestras carreteras sean más seguras y no simplemente un campo de guerra de multas entre ciudadanos y autoridades?

Reflexiones finales: construyendo un futuro más empático y educador

Todo este aluvión de cifras y multas es, sin duda, un recordatorio de la necesidad de reformar muchos sistemas dentro de nuestra sociedad. Mientras que algunas multas pueden y deben mantenerse por la seguridad de todos, es vital que se haga un balance en la forma en que se presentan y ejecutan. La empatía y la educación deberían ocupar un lugar importante en la relación entre autoridades y ciudadanos.

Quién sabe, quizás algún día podríamos llegar a un acuerdo más humano que una simple sanción. Tal vez, en lugar de enviarte un aviso con el importe de la multa, podrían enviarte un recordatorio amable que diga: «Hey, probablemente solo te distrajiste, ¿por qué no paramos a charlar un poco sobre las leyes de tráfico en lugar de poner una multa?» ¡Eso sería un cambio digno de aplaudir!

En conclusión, mientras leemos artículos sobre el cierre de multas o cantidades sorprendentes de dinero en juego, la verdadera lección está en cómo podemos llevarnos a casa un poco de conocimiento para hacer de nuestras carreteras un lugar más seguro. Y si alguna vez recibes una carta de la DGT que te notifique una caducidad, quizá puedas sonreír, respirar hondo y pensar: «A veces la vida es un poco más amable de lo que parece».

¿No se sienten nuestras carreteras más seguras si todos compartimos no solo la responsabilidad de conducir, sino también la de educar y ayudar a otros? ¡Eso sí que suena a un acuerdo mútuo!