En el ámbito académico, las aulas se supone que son refugios de conocimiento, inclusión y respeto. Sin embargo, recientes acontecimientos en la Escuela Politécnica de Mieres, parte de la Universidad de Oviedo, han puesto de manifiesto una situación alarmante que merece ser analizada en profundidad. Y no, no vamos a limitar este artículo a ser un mero reportaje periodístico; aquí vamos a reflexionar sobre lo que realmente significa el acoso en el entorno académico y cómo podemos, como comunidad educativa, hacer frente a esta problemática.
El oscuro episodio que sacudió Mieres
Recientemente, un grupo de alumnos de primer curso ha sido señalado por mantener comportamientos que han sido tildados de “xenófobos y racistas” hacia otros estudiantes y profesores. Sí, lo sé, parece un guion de una mala serie de televisión, pero es la realidad.
Fue el 24 de octubre cuando el director de la Escuela, Ángel Martín, se vio obligado a convocar una reunión de urgencia para abordar los hechos denunciados, dejando a más de uno con la boca abierta, como cuando descubres que tu serie favorita ha sido cancelada sin aviso. En esta reunión, se escucharon palabras como “inaceptable” e “intolerable”, todos comunes y necesarios en un contexto como este.
Por si esto fuera poco, el rector de la universidad, Ignacio Villaverde, no se quedó atrás y confirmó la apertura de un expediente disciplinario. Según la normativa universitaria, la sanción más grave podría ser la expulsión. Pero un momento, ¿qué lleva a un estudiante a convertirse en un acosador? Es una pregunta que muchos nos hacemos.
¿Qué está en juego?
Los derechos fundamentales de los estudiantes están claramente en juego aquí. La normativa universitaria está diseñada para proteger a todos los involucrados en la comunidad académica. Pero, al parecer, hay quienes eligen ignorar estas normas, ya sea por ignorancia, falta de empatía o la simple necesidad de sentirse poderosos a través del acoso. Lo triste es que estos comportamientos no son aislados; se trata de un virus social que ha infectado muchos rincones de nuestras instituciones.
En la reunión de urgencia, Ángel Martín no solo se limitó a condenar las actitudes de este grupo, sino que también se comprometió a proseguir con una investigación interna y a ofrecer apoyo a quienes han sido víctimas de estos actos. ¡Eso es lo que se necesita!, un espacio donde se pueda hablar sin miedo a represalias. Pero, honestamente, ¿cómo se siente un estudiante al escuchar anuncios como este? No lo sé pero, a juzgar por mis años universitarios, puedo apostar que hay un cóctel de emociones: desde el alivio por el apoyo hasta la desconfianza sobre si las cosas realmente cambiarán.
La importancia del apoyo institucional
En un entorno donde prevalece una cultura de silencio, el apoyo de la administración es vital. Villaverde enfatizó la necesidad de una “reacción rápida y contundente” ante este tipo de comportamientos. ¿Y ustedes qué piensan? ¿Es suficiente solo el discurso? La teoría está muy bien, pero la práctica es lo que cuenta. Algunos podrían argumentar que estas palabras suenan a promesas vacías, mientras que otros pueden ver el compromiso genuino de los líderes educativos.
La rápida reacción del equipo directivo de la Escuela Politécnica es un paso en la dirección correcta, pero no es solo un deber institucional; es un deber moral. El compromiso con los valores de inclusión y equidad no puede limitarse a un par de discursos bien elaborados en una reunión sino que debe extenderse a acciones concretas. Cuando los líderes académicos se posicionan claramente en contra del acoso y la discriminación, envían un mensaje poderoso: la intolerancia no tiene cabida en nuestras aulas.
La narrativa detrás del bullying
Hablemos claro: el acoso en la escuela, la universidad o donde sea que vayamos, no surge de la nada. A menudo, se basa en inseguridades personales, sentimientos de inferioridad o en un intento de pertenecer a un grupo. En ocasiones, ser cool en la universidad puede guiar a algunos a pensar que son intocables, sin considerar las repercusiones de sus actos.
Permítanme compartir una anécdota personal. Cuando estaba en la universidad, tuve la suerte de formar parte de un grupo de amigos diverso y unida. Sin embargo, una vez oí cómo un compañero se burlaba de otro a espaldas. En ese momento, decidí que debía intervenir. Puede que no haya sido el héroe del día (todos recuerdan el momento, pero pocos conocen los detalles), pero hice lo correcto al defender a esa persona. Lo que sigo pensando hasta hoy es: ¿qué hubiera pasado si todos hubieran permanecido en silencio? Esa cultura de silencio es precisamente lo que crea terreno fértil para que comportamientos de acoso florezcan.
El papel de los estudiantes: ¡Actúa!
Si hay algo que podemos aprender de esta situación en Mieres es que cada uno de nosotros tiene el poder de actuar. La comunidad estudiantil no debe ser solo espectadora de los problemas que enfrentan sus pares, sino que debe convertirse en agentes de cambio. Hay que estar dispuestos a hablar, a denunciar y a, incluso, enfrentarse a quienes eligen el camino del acoso.
Quizás algunos estudiantes se pregunten: “¿y si me miran mal por ello?” Bueno, en mi humilde experiencia, el riesgo de permanecer en silencio siempre es mayor y más dañino. Siempre es mejor ser un voz valiente que un espectador inactivo. Las palabras tienen poder, y nunca se debe subestimar la capacidad de un grupo para transformar la cultura de su campus.
Hacia adelante: reformas necesarias
Volviendo a las autoridades de la Universidad de Oviedo, es importante que sigan adelante con la investigación y se aseguren de que se tomen acciones concretas para prevenir que situaciones similares vuelvan a ocurrir. De verdad, no deberíamos esperar a que se rompa algo para arreglarlo. Se necesita implementar programas de concienciación y formación en torno al acoso, la xenofobia y el racismo.
Además, promover un entorno inclusivo que celebre la diversidad y la equidad no es solo una buena práctica, sino una necesidad. No es suficiente con tener enunciados bonitos en papeles; es necesario que se conviertan en políticas activas en el día a día.
Conclusión: un esfuerzo conjunto
La realidad del acoso en el ámbito educativo es compleja, pero el primer paso hacia la superación es reconocer que existe y manifestar la voluntad de erradicarlo. Las palabras de Ángel Martín y Ignacio Villaverde son un buen primer paso, pero, como se dice, de la boca a los hechos, hay un largo camino.
Te invito a reflexionar: ¿cómo puedes contribuir tú mismo a cambiar esta narrativa? Cada pequeño gesto cuenta. Desde apoyar a un compañero hasta unirse a iniciativas que promuevan el respeto y la inclusión. En la comunidad educativa, somos muchos los que podemos hacer la diferencia.
Así que, a los estudiantes de la Escuela Politécnica de Mieres y a todos aquellos que comparten esta experiencia: mantengan la cabeza en alto y nunca dejen de luchar por lo que es justo. Porque al final del día, cada aula debería ser un lugar seguro, un espacio donde no solo se adquiera conocimiento, sino donde también florezca el respeto.