Cuando el filólogo y profesor T. Vélez López publicó el ‘Diccionario del habla de Olivares’, la primera pregunta que me vino a la mente fue: ¿realmente necesitamos otro diccionario local? Y aunque la respuesta natural podría ser un rotundo “no”, la realidad es que la lengua y su uso son mucho más complicados y fascinantes de lo que parecen. En este mar de palabras, dialectos y acentos, hay un océano de matices que merece nuestra atención. Así que, acompáñame en este recorrido por el rico léxico andaluz, donde intentaré navegar por las aguas de la lingüística y la cultura popular, compartiendo mis anécdotas y reflexiones personales, porque, admitámoslo, a todos nos encanta un buen chisme lingüístico.

El contexto andaluz: un viaje a la diversidad

Imagínate viajando por las tierras soleadas de Andalucía, donde cada pueblo tiene su propio dialecto y expresión local. Desde la costa atlántica hasta las montañas de Sierra Nevada, cada rincón tiene un modo singular de hablar que refleja su historia, tradiciones y, sí, también su gastronomía. La riqueza dialectal resulta abrumadora, y puedo dar fe de ello: en una de mis visitas a Sevilla, intenté pedir un «café con leche» y recibí una mirada de desaprobación que parecía decir: “¿Tú no eres de aquí, verdad?”. Me dieron un “café con tagarninas” y, aunque estaba delicioso, me pregunté si habría exactamente de lo que pedía.

El diccionario de Olivares: ¿Una necesidad o un capricho?

Volviendo al ‘Diccionario del habla de Olivares’, me surge otra pregunta: ¿realmente necesitamos este inventario de casi 3,000 palabras y expresiones que se dicen ser “exclusivas” de Olivares? Hasta donde llego, la mayoría de estas palabras están en uso generalizado en toda Andalucía. Es un verdadero desafío a la credibilidad, pero tal vez lo que se busca es dignificar lo singular. ¡Y quién puede culparlos! Todos queremos que lo que consideramos especial sea reconocido. Sin embargo, cuando más del 90% de las palabras se podrían entender fuera de Olivares, el concepto de “exclusividad” pierde su brillo, ¿no crees?

La preocupación por la autenticidad

Me hace pensar en la obsesión actual por proteger lo que se considera “auténtico”. Como alguien que ha sido testigo de cómo la globalización puede arrasar con las costumbres y culturas locales, entiendo el deseo de preservar el léxico de un lugar específico. Pero aquí está la cuestión: ¿es realmente necesario aferrarnos a unas pocas palabras cuando hablamos de un lenguaje que nos une a pesar de las diferencias regionales? Esta “caza” de acepciones y giros regionales termina convirtiéndose en una especie de regionalismo que, si bien tiene su encanto, a veces puede sonar un poco pretencioso.

La importancia de la lengua común

A medida que me adentro en esta discusión, no puedo evitar pensar en mi propio viaje personal a la diversidad lingüística. Hace un par de años, mientras trabajaba en un proyecto de investigación en el norte de Europa, me di cuenta de la importancia de una lengua común. Durante mis interacciones con personas de diferentes países y culturas, me di cuenta de que a menudo dependíamos de términos simples y conocidos que todos compartíamos. Términos que, a pesar de su simplicidad, cargaban un profundo sentido de conexión.

Más allá de la escudera del «popular»

Defender el uso de palabras “populares” en un diccionario puede ser comprensible, pero el enfoque debe ser más inclusivo. Al fin y al cabo, el lenguaje tiene la capacidad de construir puentes y no necesariamente muros. Cuando miramos más allá de las palabras locales “exclusivas”, podemos encontrar una riqueza aún más vasta que abarca todo el mundo hispanohablante. En un mundo donde estamos todos intrínsecamente conectados, ¿realmente necesitamos limitarnos a un léxico territorial?

Las voces compartidas y la identidad

Hay algo profundamente consolador en saber que hay palabras y frases que todos, sin importar de dónde venimos, podemos entender. Para muchos, compartir un “taco” desde México o una “tortilla” desde España puede ser el hilo que une a las culturas. La idea de que hay más lenguas y dialectos que nos unen que los que nos dividen es un regalo que debemos abrazar.

Dignificando la cultura a través de la lengua

Ahora, en lugar de simplemente cuestionar la necesidad de otro diccionario de la región, me gustaría abordar el valor de lo que se intenta conseguir: dignificar la “habla” andaluza. Es indiscutible que detrás de cada término existe una historia, una tradición. Tomemos por ejemplo términos como “pejiguera” o “chumino” mencionados en el diccionario. Si bien algunas expresiones pueden sonar graciosas o incluso pintorescas, cargan con historias que han sido pasando de generación en generación. Mi abuela, por ejemplo, solía decir “no seas capillita” cuando yo me agarraba de algo que me ofrecían sin antes saber qué era. Estas palabras pueden parecer simples, pero para muchos andaluces son ventanas a su identidad y cultura.

¿Pero qué pasa con la modernidad?

Aquí es donde la cosa se complica. En esta era de Internet y comunicación global, existe el riesgo de que expresiones antiguas se pierdan. La gracia de aprender una lengua es que esta evoluciona y se adapta. Por eso, hoy en día, a los andaluces les encanta mezclar su dialecto con anglicismos, lo que podría hacer despertar la ira de puristas y lingüistas. Pero ¿no es eso parte de la evolución misma? ¿O será que perderemos nuestra esencia al adoptar palabras que vienen de otros rincones del planeta?

La propuesta de un nuevo enfoque

Al final del día, propongo un enfoque más inclusivo que busque presentar las variedades lingüísticas como un tesoro que debe ser celebrado y no protegido. Quizás necesitamos un diccionario andaluz que no solo resalte lo “exclusivo”, sino que también incluya el léxico que compartimos. Uno que honre la diversidad sin perder la conexión.

Conclusiones animadas: un brindis por las palabras

Así que, queridos lectores, mientras reflexionamos sobre el ‘Diccionario del habla de Olivares’, recordemos que las palabras son más que simples etiquetas. Son estructuras que sostienen nuestra identidad, cultura y comunidad. En lugar de separarnos, pueden unirnos en un diálogo más amplio sobre quiénes somos y cómo nos comunicamos.

Recuerda, la próxima vez que te encuentres en un debate sobre las palabras “correctas” y “populares”, quizás lo más sabroso sea celebrar la variedad lingüística y disfrutar de un “café con tagarninas” con tamaño espíritu. ¿No sería eso aún más auténtico? Así que, a brindar por el lenguaje, la diversidad, y, por supuesto, por un buen sentido del humor. ¡Salud!