La historia de la ermita de San Román de Ajuarte, un pequeño templo románico ubicado en el municipio riojano de Casalarreina, es un relato fascinante de abandono, deterioro y —a su vez— una sorprendente recuperación que nos recuerda la importancia del patrimonio cultural. Si te gusta la historia, la arquitectura o simplemente disfrutar de buenas historias, te invito a que sigas leyendo. Esas son las cosas que nos sostienen, ¿verdad?

Un templo olvidado en medio del progreso

Imagina la escena: la ermita de San Román de Ajuarte se alzaba con majestuosidad entre los campos de cultivo, en tiempos pasados acariciada por la brisa española, apenas a medio kilómetro del bullicioso centro de Casalarreina. Los mayores del lugar recordaban sus días de gloria, pero los jóvenes, como yo, no sabíamos lo que se había perdido. En este siglo XXI del que todos (niños, jóvenes, abuelos y hasta nuestros perros) siempre hablamos de progreso, incluso el campo estaba siendo devastado por la mecanización. Los tractores, como entusiastas conquistadores, iban arrasando con cada rincón, y la ermita, que fue un símbolo de fe, se convirtió en… ¡un establo! De repente, no suena tan romántico, ¿cierto?

En un momento de reflexión, ¿cuántas historias como esta no pasan desapercibidas en nuestro mundo? La ermita de San Román, lejos de ser un simple edificio, era también un guardián de historias que parecían caer en el olvido.

La vorágine del ladrillo en los años noventa

A medida que avanzamos en la narración, llegamos a los años noventa, un periodo que para muchos se resumía en una sola palabra: “ladrillazo”. La construcción de 200 chalés prometía un futuro brillante para los forasteros, ávidos de un lugar que, al menos en el imaginario, ofrecía un clima seco y un ambiente idílico. Pero los sueños, como bien sabéis, a veces se desvanecen incluso antes de materializarse. La famosa burbuja inmobiliaria reventó, dejando a la ermita atrapada entre los escombros de un proyecto fallido.

Aquí es donde la historia empieza a cambiar. Cuando la constructora cayó en concurso de acreedores, una oportunidad inesperada surgió. ¿Quién podría haber imaginado que un grupo de funcionarios y vecinos percibiría no solo el valor histórico de la ermita de Ajuarte, sino también su potencial para revitalizar una comunidad?

Rescate de un legado histórico

Félix Caperos, alcalde de Casalarreina, se convierte en el héroe de nuestra historia. Desde pequeño había sentido un apego especial por este lugar, y aunque nunca lo había visto en su esplendor, la idea de recuperar la ermita resonaba profundamente en su corazón. La emoción no es una emoción casual; a veces, la historia nos llama, y Caperos escuchó.

Adquirir la ermita, que había estado en manos privadas, no fue fácil. Su historia llena de tensiones y decepciones se entrelazó con la burocracia y las complicaciones económicas. En este punto, me pregunto: ¿quién no ha sentido alguna vez que se enfrenta a un muro administrativo que simplemente no cede? Finalmente, después de varias negociaciones, y con un poco de ingenio y mucha perseverancia, lograron hacerse con el control.

Orígenes y reconstrucción

Una vez que el municipio se hizo con la ermita, el trabajo no había hecho más que empezar. Enfocados en su recuperación, los vecinos, junto con expertos en patrimonio, colaboraron para restaurar lo que había estado en ruinas. Encontraron un arco triunfal apuntalado y pinturas originales ocultas bajo una capa blanca. La sensación de descubrir una parte de la historia que había permanecido oculta era como encontrar un tesoro en el sótano de tu abuela, ¿no crees? Y así, poco a poco, la ermita de San Román de Ajuarte comenzó a cobrar vida.

Aunque se comenzaron a gestionar los primeros trabajos con financiamiento regional, como suele suceder en estas historias de héroes locales, se encontraron con un revés: se les negó una subvención del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Como muchos de nosotros, el alcalde tuvo que recurrir la resolución. Pero ¿acaso no es típico de cualquier proceso creativo o restaurador tener que superar entretenimiento tras entretenimiento?

El impacto en la comunidad

Hasta el momento, el rescate de la ermita no solo ha renovado un símbolo espiritual para Casalarreina, sino que también ha renovado un compromiso colectivo hacia la conservación del patrimonio. Mientras más descubrían, más sentían la responsabilidad que conlleva cuidar de la historia. Como ciudadano, sentir que formas parte de algo más grande es a menudo una de las experiencias más gratificantes, ¿no crees?

Desde su recuperación, los vecinos han soñado con convertir la ermita en un centro de atención cultural que atraerá a turistas y, posiblemente, revitalizará la economía local. No obstante, en una zona con numerosos bares y restaurantes, el regreso de una emblemática ermita sólo puede significar más oportunidades para todos. Si manejamos esta historia correctamente, incluso los gatos del pueblo se sentirán más nostálgicos.

Ajuarte: un símbolo de esperanza

La historia de la ermita de San Román de Ajuarte se extiende más allá de sus muros; se convierte en un símbolo de esperanza, no solo para sus pobladores, sino también para la conciencia patrimonial en La Rioja Alta. La asociación Rioja Románica, que ha estado trabajando incansablemente para resaltar la importancia del románico rural, ha visto el impacto de su trabajo multiplicarse desde entonces. Lo que comenzó como un pequeño esfuerzo para rescatar ermitas ha crecido terapéuticamente, armando a otros pueblos con la sabiduría de cuidar y preservar su historia.

Hoy, mientras un sendero se une al centro urbano mediante un carril bici y un nuevo parque de recreo se perfila en el horizonte, los vecinos de Casalarreina no solo sienten que han recuperado un lugar espiritual, sino que también están creando un espacio donde la comunidad podrá reunirse y celebrar su patrimonio. ¿No suena atractivo? Después de todo, compartir una buena historia (y una buena copa de vino) nunca ha hecho daño a nadie.

Una lección de perseverancia

La historia de la ermita de San Román de Ajuarte nos enseña que la perseverancia y el esfuerzo comunitario pueden cambiar el rumbo del pasado. En nuestras vidas diarias, siempre habrá desafíos. Tal vez no se trate de salvar una antigua iglesia, pero siempre habrán pequeños momentos que vale la pena redescubrir y preservar.

Sin embargo, en todo este proceso, hay un signo de advertencia: no debemos esperar a que los símbolos caigan en el olvido para actuar. La historia está en constante evolución, y cada día que pasa es una oportunidad para contribuir al legado que dejaremos. Así que, querido lector, si alguna vez visitas Casalarreina, asegúrate de hacerlo en busca de la ermita de San Román de Ajuarte. Te prometo que no solo estarás contemplando una reconstrucción; estarás participando en la historia.

Conclusión

En un mundo donde la rapidez parece reinar y los momentos de reflexión se escapan entre los dedos, la ermita de San Román de Ajuarte se yergue como un recordatorio vital: nuestras raíces son parte de lo que somos y un símbolo de nuestro futuro. Así que, ¿qué te parece volver a conectar con tu propia historia? Tal vez dejes de lado el trajín del día a día y te acerques a alguna de esas pequeñas maravillas que están esperando a ser rescatadas. Después de todo, ¿hay algo más bello que cuidar de nuestro patrimonio, mientras compartimos una risa y un buen vino?