Una de las cosas más gratificantes que se pueden descubrir en una ciudad son los pequeños tesoros gastronómicos que a menudo están escondidos entre las calles. Barcelona, con su vibrante escena culinaria, ha sido testigo de un resurgimiento de la cocina clásica francesa, no solo de la mano de nuevos restaurantes, sino también a través de las leyendas que resisten el paso del tiempo. Me suena, ¿no? Puede que alguna vez hayas pisado un lugar que te ha hecho sentir que el reloj se ha detenido. ¿Te ha pasado alguna vez un momento así? Permíteme compartir contigo la experiencia de dos lugares que han capturado este espíritu perfectamente.
Mezz: un viaje al pasado en el barrio de Gràcia
Hablemos del nuevo restaurante Mezz, situado convenientemente en el barrio de Gràcia, donde cada rincón parece contar una historia. Desde el momento en que entras, eres transportado a otra época. Las fotografías en su Instagram, editadas casi con un aire nostálgico gracias a su uso de una cámara analógica, son solo un indicio del ambiente que se respira en el local. La decoración, más bien como un set de película de los años 70, evoca recuerdos y suspiros de tiempos pasados.
El cofundador, Rodrigo Castro, es un tipo curioso, con un bigote que parece sacado de una fotografía antigua. Él y su socio Gonzalo Carrasco han puesto su pasión por la gastronomía y el jazz a trabajar en este espacio, haciendo de Mezz un lugar para disfrutar no solo de la comida, sino también de un estilo de vida. ¿Quién no querría una experiencia así? Aunque, entre nosotros, entiendo que hay quienes prefieren un brunch moderno con smoothies verdes y tostadas de aguacate.
La carta que abraza la tradición
Pero, centrémonos en lo importante: la comida. La carta de Mezz es un viaje de sabores que balancea lo clásico con un toque moderno. Hablamos de un pâté en croûte mejorado utilizando ingredientes frescos y locales, prawns en lugar de tradicional carne, y un sinfín de platos que te harán recordar por qué la cocina francesa es tan venerada. Y no puedo dejar de mencionar el pa amb mantega, una delicia que ha vuelto a tomar protagonismo después de haber sido desbancada por el aceite de oliva en varias mesas.
Recuerdo que mi abuela solía preparar una versión de este plato cada vez que había una celebración en casa. Aquella mantega untada en pan caliente era el lujo de los simples. ¿Quién necesita más?
Postres que?? No, ¡no van a dejar que te vayas sin un postre!
Sin embargo, el verdadero espectáculo llega con los postres. La crêpe suzette es como una estrella de rock que nunca pasa de moda, y la combinación de sabores hace que valga la pena cada caloría.Probé una vez una versión de esta en un festival gastronómico, y todavía la tengo en mi lista mental de “cosas que me devuelven a la tierra de la magia”.
Además, el gelato de Morreig, un local famoso en Gràcia, resulta en una experiencia sensorial de lo más deliciosa. ¿Postres elaborados? Más sí, por favor.
El Racó d’en Binu: el tiempo detenido en Argentona
Y ahora, cambiemos de escenario: a Argentona, donde encontramos a El Racó d’en Binu. Este lugar es como un viaje en el tiempo al entrar; parece que los 50 años que ha estado en funcionamiento no han pasado por él. Es como un portal a otro mundo, un mundo donde la alta gastronomía respeta su historia y renueva su amor por la tradición.
Tradición y calidad por delante
El propietario Francesc Fortí y su esposa Francina Suriñach han dedicado sus vidas a preservar el arte de cocinar. No se trata solo de llenar platillos con comida, sino de contar historias a través de la cocina. Francesc se despierta cada mañana para preparar su famosa pasta de hojaldre que, para muchos, es el mejor en su clase.
No puedo evitar pensar en la primera vez que probé un soufflé de naranja. Fue en un restaurante que ya no existe, pero su sabor permaneció en mi paladar como un eco persistente de lo que significa la buena comida.
Estrellas Michelin y el valor de la autenticidad
Es fascinante recordar que El Racó d’en Binu tuvo dos estrellas Michelin, aunque ahora navega sin ese estatus. Su propietario atribuye esta retirada a un cambio en el paladar y la cultura gastronómica; a menudo nos olvidamos de que la comida sincera es lo que realmente importa. Fue gracias a la película Binu, que documentó su historia, que esta joya volvió a recibir interés por parte del público.
Francesc y Francina, ahora en sus 75 y 82 años respectivamente, siguen al pie del cañón, ofreciendo platillos que evocan nostalgia en cada bocado. Desde quenelles de langosta hasta un filet marchand du vin, cada plato es un símbolo de su pasión por el arte culinario.
Reflexiones finales: ¿Volverá la nostalgia a ser tendencia?
Así que aquí estamos, en un momento en el que la nostalgia y la modernidad se entrelazan en el plato. Con la cultura de la** comida rápida** y los instagrammable “snacks” en auge, apenas puedo esperar que otros sigan el ejemplo de lugares como Mezz y El Racó d’en Binu. La comida es más que solo consumir; es una forma de crear recuerdos y conectar con nuestra historia.
Así que te pregunto, querido lector, la próxima vez que busques una experiencia gastronómica, ¿no preferirías un lugar que te cuente una historia en lugar de simplemente llenar tu estómago? Esto no es solo comer, es volver a enamorarse de la cultura a través de la cocina. ¿Quién se apunta a una vuelta al pasado para una cena?
Comer bien es un arte, y a veces, los mejores lugares son aquellos que están un poco fuera de las rutas turísticas habituales. La cocina siempre nos puede ofrecer un asiento en la mesa, y a veces, lo que más necesitamos es un lugar donde la comida hable por sí sola. Luego de todo esto, solo me queda desearte… ¡buen provecho!