Las elecciones de 2023 en Túnez han generado una variedad de reacciones, tanto dentro como fuera del país. Con el presidente Kais Saied revalidando su mandato con un impresionante 90,96% de los votos (aunque la participación fue de solo un 28,8%), es esencial preguntarnos: ¿qué queda de la esperanza que una vez ofreció la Primavera Árabe? En este artículo, exploraremos las consecuencias de estos resultados, el contexto político actual de Túnez, el descontento social y lo que significa realmente para el futuro del país.
Un vistazo a los resultados electorales
Saied no se enfrentó a oponentes fuertes, ya que la gran mayoría de los líderes de la oposición estaban inhabilitados o en prisión. Ayachi Zammel, un exdiputado encarcelado, logró un incomprensible 7,35%, mientras que el líder panarabista Zuhair Magzhaui quedó con un pírrico 1,97%. Resulta palpable que estas elecciones fueron más una formalidad que un verdadero ejercicio democrático. Pero, ¿realmente hay algo que celebrar en un resultado así?
La historia nos da algunas pistas
Al observar el pasado, podemos ver paralelismos inquietantes. La última vez que un líder ganó con un porcentaje similar fue Zine El Abidine Ben Ali en 2004, justo antes de que el pueblo tunecino decidiera hacer oídos sordos. Esa «década negra» que Saied menciona como un tiempo de desviación del ideal democrático, podría estar replicándose ahora bajo su mando. ¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado?
La juventud y su desencanto político
Lo más alarmante es el escaso interés de los jóvenes tunecinos. Solo el 6% de los votantes que acudieron a las urnas tenían entre 18 y 35 años, una cifra que palidece en comparación con el 10% en 2019. Esta apatía política no sorprende si consideramos que las expectativas de un país que había sido el faro de la esperanza en el mundo árabe no se han cumplido. Muchos jóvenes ven cada vez más la política como un juego reservado para unos pocos, alejado de sus deseos e intereses.
Imagínate un grupo de jóvenes soñadores que intentan cambiar el mundo y se ven atrapados en un juego de ajedrez donde las piezas son las mismas de siempre. Eso puede ser desalentador, ¿no crees?
La campaña electoral: una parodia de la democracia
Esta vez, la campaña electoral fue un espectáculo casi cómico. Sin debates televisivos ni presentaciones retóricas del tipo que uno esperaría en una democracia vibrante, Kais Saied monopolizó las carteles** con su imagen en casi cada rincón. Mientras tanto, Zammel estaba entre rejas, haciendo de su candidatura un esfuerzo simbólico más que significativo.
Las denuncias sobre la falta de legitimidad y transparencia en el proceso electoral fueron constantes. La oposición, que parecía estar más preocupada por mantenerse a flote socialmente que por boicotear la «mascarada» electoral, no pudo ofrecer un verdadero desafío a Saied. Se reafirmó la percepción de que, en Túnez, la democracia parece una ilusión, un eco levemente audible en medio del descontento generalizado.
La manipulación del sistema electoral
Un dato que no podemos pasar por alto es la reciente enmienda a la ley electoral, que despojó al Tribunal Administrativo de su autoridad para resolver disputas electorales. Este paso suscita más preguntas sobre la transparencia y la integridad del proceso. ¿Es este un intento de consolidar aún más el control sobre un sistema que ya parece estar en jaque?
La voz de los descontentos: ¿quién está al mando de Túnez?
El hecho de que más de 170 personas estén aún detenidas por motivos políticos plantea serias dudas sobre el estado real de derechos humanos en Túnez. Desde Human Rights Watch se han destacado las arbitrarias detenciones, en su mayoría de miembros del partido islamista Ennahda. Mientras los prisioneros políticos languidecen tras las rejas, Saied celebra como si no pasara nada.
Pero, ¿dónde queda la ética en todo esto? Aquí es donde la política se convierte en un cocktail explosivo de frustración e impotencia. Muchos tunecinos sienten que no tienen voz, y esa sensación puede ser más dañina que cualquier reclusión física.
Saied y su visión de la revolución
En sus declaraciones, Saied afirmó que lo que Túnez experimenta es la culminación de la revolución. ¿Acaso no es desconcertante que, tras todo lo que la gente de Túnez ha vivido, sus expectativas sigan siendo traicionadas? Aunque el presidente promete limpiar el país de «corruptos, escépticos y conspiradores», muchos se preguntan si realmente puede cumplir con esa promesa.
¿El legado de la Primavera Árabe?
La Primavera Árabe fue un momento definitorio para el mundo árabe, y Túnez fue su cuna. No obstante, a más de una década de ese evento histórico, muchos se sienten traicionados por el camino que ha tomado el país. ¿Qué le pasó a esa chispa de esperanza que encendió el fuego de la revolución?
El desánimo está palpable en las calles, y más de una vez he escuchado a mis amigos tunecinos preguntar con ironía si la revolución realmente valía la pena. En su búsqueda de libertad y democracia, se encuentran ahora atrapados en un ciclo de decepción y mediocridad.
Reflexiones finales y un atisbo de esperanza
Mirando al futuro, no todo está perdido. A pesar de la represión, la voz del pueblo puede todavía sorprendernos. La historia ha demostrado que la opresión a menudo provoca reacciones imprevistas. Sin duda, el deseo de cambio y una mejor calidad de vida persiste en el corazón de muchos tunecinos.
En cada rincón, hay jóvenes que continúan soñando, creando y luchando por un Túnez mejor. Quizás, algún día, esos sueños se materialicen en una democracia donde la voz de cada ciudadano importe. Al final del día, cuando el sol se ponga sobre esta tierra desolada, podemos esperar que un nuevo amanecer lleve consigo la esperanza que la Primavera Árabe una vez prometió.
Así que la próxima vez que escuches sobre Túnez y su evolución política, recuerda que la lucha por la libertad y la democracia nunca es fácil, pero siempre merece ser contada. ¡Salud por esos valientes que siguen adelante, incluso cuando las cosas se ponen difíciles!