Cuando escuchamos sobre un huracán arrasando una región, lo primero que nos viene a la mente suelen ser las escenas de devastación y la incertidumbre que sienten aquellos que se ven afectados. Sin embargo, en la era de la información, donde las fake news navegan con la misma velocidad que las ráfagas de viento, los huracanes han dejado de ser simples fenómenos meteorológicos para convertirse en un campo de batalla político. El reciente impacto del huracán Helene en Florida, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia es solo una más de las instancias en que la verdad ha sido atrapada en un torbellino de mentiras.
El trasfondo del desastre
Antes de profundizar en la vorágine de teorías conspirativas y el uso político de desastres naturales, quiero compartir una anécdota personal. Recuerdo un verano en el que, tras la devastación de un huracán en Puerto Rico, volví a visitar a algunos amigos que habían perdido todo. La tristeza y la resilientencia se mezclaban en el aire; esos momentos me enseñaron que, incluso en las situaciones más oscuras, la comunidad puede unirse para salir adelante. Sin embargo, lo que estamos viendo tras el huracán Helene va más allá de la unión comunitaria; se trata de una manipulación insidiosa de la verdad.
Una tormenta de desinformación
Desde el paso del huracán Helene, hemos sido bombardeados por una oleada de desinformación. Teorías locas como la idea de que el Gobierno de EE.UU. «fabrica» huracanes para castigar a la oposición política han encontrado su camino a las redes sociales y a muchos medios de comunicación. Y, para colmo, algunos de los propulsores de estas afirmaciones son figuras mediáticas de gran renombre.
Por ejemplo, Elon Musk, muy conocido por su habilidad para convertir cada tweet en un evento viral, compartió teorías que hacían eco de la noción de que el gobierno estaba desviando ayuda abrazando a otros países como Líbano y Ucrania, mientras ignoraba a los ciudadanos de Carolina del Norte damnificados. ¿Acaso estamos en plena ciencia ficción? ¿O estamos siendo testigos de un nuevo tipo de dramatización política?
¿Dónde están las ayudas?
La política del desastre parece haber tomado un giro sombrío. En lugar de ofrecer ayuda de inmediato, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, decidió no reunir a los legisladores en una sesión extraordinaria para discutir la entrega de fondos a las áreas afectadas. Esto me recuerda a mi profesor en la escuela que decía: «En el momento de mayor crisis, es cuando más se necesita actuar». Pero parece que el mensaje no ha llegado a algunos miembros del Congreso.
Mientras tanto, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se mostró lento en responder a las ofertas de ayuda de la Casa Blanca tras el impacto del huracán. La imagen que se va pintando es la de un juego político donde las vidas humanas parecen ser fichas de una partida de ajedrez que se juega sin consideración. La pregunta que queda es: ¿cuánta presión podemos soportar como sociedad antes de que estallemos?
La retórica del miedo
Las palabras de Marjorie Taylor Greene han contribuido a esta percepción de caos. La congresista se ha sumado al coro de voces que proclaman que las evacuaciones son parte de un plan más amplio para eliminar votantes y debilitar áreas que tradicionalmente apoyan al Partido Republicano. «Sí, pueden controlar el tiempo», tuiteó. Si esto no fuera tan serio, podría ser el guion perfecto para una serie de comedia negra. Pero, en serio, ¿realmente creemos que los funcionarios del gobierno están en un laboratorio desarrollando un huracán en lugar de ayudar a los que han perdido todo?
Las desinformaciones no solo son perjudiciales por su contenido; pueden tener implicaciones mortales. Imagínate que alguien ignora las advertencias de evacuación porque piensa que es parte de una trama. Las vidas están en juego, y las palabras pueden ser más peligrosas que cualquier tormenta.
El papel de los medios de comunicación
Los medios de difusión, como Fox News y Breitbart, han comenzado a jugar un papel protagónico en el resurgimiento de estas narrativas conspirativas. La línea entre información y desinformación se ha vuelto tan tenue que muchos se preguntan: ¿cómo se puede distinguir la verdad de la mentira? La organización que debería mantenernos informados se ha convertido en un vehículo para sembrar confusión y caos.
Es desconcertante pensar que el tiempo y los recursos que debieran estar dirigidos a ayudar a quienes más lo necesitan se están utilizando en estrategias políticas. En un episodio reciente, se afirmaba que la administración Biden ignoraba a los damnificados de Helene mientras despilfarraba 157 millones en ayuda para Líbano. Aparentemente, se está convirtiendo en parte del juego político el señalar lo que se está haciendo y lo que se está dejando de hacer, sin consideración por la realidad de la crisis.
De la unión al caos
Este no es un problema nuevo. Recuerdo cómo en el pasado, figuras republicanas como Chris Christie hicieron de la unidad un llamado cuando se trataba de desastres. Durante el huracán Sandy, Christie fue visto abrazando a Barack Obama, mostrando un atuendo que decía «Política a un lado, se trata de salvar vidas». Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado notoriamente. En un contexto donde se piensan en términos de ganadores y perdedores, parece que los huracanes se han convertido en un medio para ganar elección, ¿verdad?
La politización de escenarios de crisis ha llevado a un punto en que ya no se trata del bien común. Por ejemplo, ¿cómo podemos permitir que un desastre natural se convierta en una herramienta política? ¿No es hora de que los líderes de ambos lados se reúnan para encontrar soluciones en lugar de culparse mutuamente?
¿Una tormenta de verdad o de mentira?
Mirando hacia adelante, la desinformación puede ser más devastadora que la tormenta misma. ¿Dónde nos deja eso como sociedad? No solo debemos preocuparnos por las lluvias torrenciales y los vientos que arrasan, sino por la marea alta de mentiras que se cierne sobre nosotros, arrastrando la verdad con ella.
Como comunidad, necesitamos establecer un criterio crítico e involucrarnos en el proceso informativo. Las noticias no deben ser un campo de batalla. Más bien, deben ser un recurso en el que podamos confiar para obtener la verdad. ¿Qué tal si comenzamos a cuestionar todo lo que escuchamos y evaluamos su veracidad antes de aceptar cualquier afirmación?
Los huracanes no solo son temporales físicos; también son pruebas de la fuerza de nuestras comunidades, que a menudo se ven empañadas por la niebla de la desinformación. En el fragor del caos, que no se nos olvide: al final del día, se trata de ayudar a los que lo necesitan. La pregunta es, ¿estamos dejando que el ruido ofusque nuestra capacidad de actuar con bondad y compasión?
En un momento en que la tormenta de falsedades parece más fuerte que la tormenta real, debemos mantener al frente las luces de la verdad y la empatía. Si la naturaleza puede ser tan destructiva, nuestra humanidad no debería serlo; no permitamos que los huracanes arrastren nuestras esperanzas y nuestro sentido común.