Recientemente, el Athletic Club de Bilbao ha sido protagonista de un hecho que ha levantado ampollas en la sociedad española. Martin Zabaleta, un alpinista cuyo nombre está íntimamente ligado a la cima del Everest, y el sherpa Pasang Temba fueron homenajeados en un evento en el que el Athletic se enfrentó al Espanyol. Un gesto que, aunque bien intencionado, ha suscitado una serie de discusiones que son más profundas de lo que parecen a simple vista. ¿Es el homenaje un tributo a la valentía y la destreza humana o, por el contrario, se trata de un error histórico que demanda una revisión crítica?

Héroes o villanos: El dilema de la memoria colectiva

El día del homenaje, el estadio de San Mamés se llenó de seguidores del Athletic, pero no todos compartían el mismo sentimiento. Recuerdo la primera vez que sentí esa atmósfera entre la multitud en un partido en el que se celebraba algo más allá del deporte. En ese entonces, el ambiente estaba cargado de esperanza y unidad. Sin embargo, la situación en la que estaban este fin de semana los aficionados era diferente. Algunos vitoreaban a los alpinistas, mientras otros se preguntaban si rendir tributo a Zabaleta era realmente apropiado.

En 1980, Zabaleta y Temba llevaron la ikurriña a la cima del Everest, convirtiéndola en la decimosexta bandera en ondear en la montaña más alta del mundo. Aunque esto podría parecer un acto noble, el contexto de su expedición se tiñó de controversia. Durante esa misma época, ETA estaba en su apogeo, con un récord de asesinatos que hacía helar la sangre.

¿Es posible separar el acto heroico de la figura del heroico? ¿Acaso deberíamos juzgar a Zabaleta únicamente por sus logros montañeros o también por su elección de símbolos?

El simbolismo tras la bandera

El Athletic Club decidió rendir un “merecido homenaje” a Zabaleta y Temba, pero pronto se desató la tormenta. La presencia de un símbolo que muchos asocian con ETA, en un evento que celebraba la pertenencia cultural y el orgullo vasco, resultó ser una mezcla explosiva. Las reacciones no se hicieron esperar, y tanto la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) como algunas plataformas sociales expresaron su descontento. Desde su perspectiva, Zabaleta no solo había llevado una bandera, sino también una carga de dolor que resuena en muchas personas.

Al mismo tiempo, el Athletic, en un acto de firmeza, continuó adelante con su tributo. La frase “leyenda del deporte” resonaba en las gradas, pero en la mente de muchos, la palabra «leyenda» se tornaba ambivalente, dependiendo de la memoria personal que cada uno poseía de aquellos años.

Un gesto en tiempos difíciles

¿Por qué una institución como el Athletic decide mantener un homenaje a una figura tan controvertida en un contexto tan delicado? En un mundo donde la historia no es lineal y está llena de matices, las decisiones sobre a quién honrar pueden ser especialmente complicadas. Las opiniones son diversas y, a menudo, están influenciadas por las historias individuales que cada uno posee.

La larga sombra del terrorismo en España, especialmente relacionada con ETA, ha creado un paisaje emocional complicado. Me recuerdo a mí mismo tratando de descifrar qué significaba ser español en aquel entonces, rodeado de amigos y familia que tenían historias de dolor y resistencia. Para muchos, el solo hecho de ver una ikurriña ondear no solo les traía orgullo, sino también una agonía latente.

Una reforma en el aire

El homenaje coincidió con la publicación de la reforma de la ley que beneficia a los presos de ETA, otro tema candente en la discusión pública. ¿Cómo es posible que justo cuando se elogia a un montañero, otro debate surja sobre cómo tratar a quienes han causado tanto sufrimiento? Este contraste me recuerda la complejidad de nuestras elecciones como sociedad.

El Gobierno había presentado una directiva que, a pesar de la controversia, contaba con un apoyo casi unánime en el Congreso. Sin embargo, la percepción pública es otra historia. Así que aquí estamos, otra vez atrapados entre el placer de celebrar logros deportivos y los recuerdos que esos logros evocan para otros.

Un homenaje necesario o un error monumental

Es un hecho que las celebraciones pasadas han sido una forma de conectar a la gente con su historia. Pero ¿es esta conexión realmente la que queremos? ¿Estamos dispuestos a cargar con el pasado solo porque un acto parece digno de conmemorarse?

La decisión del Athletic de no cancelar el homenaje, a pesar de la presión social, me hace reflexionar sobre la resistencia en tiempos de descontento. La honestidad es clave. Al final del día, el homenaje resonará más entre los que lo ven de forma positiva que entre aquellos que cargan con el peso del pasado.

Reflexionando sobre el valor del contexteo

A medida que los ecos de las ovaciones se disipaban, sentí la necesidad de considerar que lo que se trata aquí no es solo de una expedición a la montaña, sino de la forma en que vivimos el presente con las narrativas del pasado latentes dentro de nosotros. Cuando celebramos un triunfo, lo hacemos con un bagaje histórico que debe ser considerado.

La historia, aunque a menudo dolorosa, tiene el poder de unir o dividir. Al final, mi intención no es deslegitimar el éxito de Zabaleta, sino invitar a la reflexión. Me atrevería a decir que futuras generaciones deben aprender de estos eventos para hacer elecciones más informadas y empáticas.

En conclusión: ¿Qué hacemos con nuestra historia?

El homenaje a Martin Zabaleta es un microcosmos de nuestra relación con el pasado y cómo este se manifiesta en nuestro presente. A medida que continuamos navegando en aguas turbias de la memoria histórica, debemos tener en cuenta que cada acto, reconocimiento o celebración puede ser interpretado de maneras diversas.

Es fácil caer en el juicio; puede ser tentador señalar que los homenajeados son simplemente héroes o villanos. Pero ¿no es más útil verlo como una oportunidad de abrir un diálogo y entender la complejidad detrás de cada evento que definió a una generación? Cada uno tiene su propia historia, su propio dolor y su propio orgullo.

El reto es avanzar hacia una cultura que no solo celebre logros, sino que también lleve consigo el entendimiento de un pasado que es a menudo complicado y fracturado. Como siempre, aquí estoy, reflexionando sobre la intersección entre el deporte y la política, y esperando que algún día podamos mirar atrás y ver la historia como un camino de aprendizaje, no como un campo de batalla.

Entonces, cuando la próxima vez te encuentres ante una situación similar, pregúntate: ¿Estamos rindiendo homenaje a los héroes, o estamos perpetuando un conflicto no resuelto? En nuestra búsqueda por la verdad y la reconciliación, quizás la respuesta nos ayude a construir un futuro más equitativo para todos.