Las universidades son esos espejos que reflejan la sociedad. A menudo, son lugares donde se combinan ideas innovadoras, debates apasionados y, lamentablemente, ocasiones para el conflicto. Recientemente, un suceso en el campus de Leioa, de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha desatado una tempestad en las redes y en la opinión pública. Pero, ¿qué es lo que realmente sucedió? Spoiler: no es tan simple como «los estudiantes estaban enojados».

Contexto: ¿quién es el profesor en el centro de la tormenta?

Todo comenzó con un profesor que, lejos de ser una figura consensuada en el ámbito académico, se había caracterizado por sus opiniones polarizadoras. En su cuenta de X (anteriormente Twitter), este docente no se ha limitado a compartir sus opiniones académicas; ha lanzado mensajes que abarcan desde el apologismo del franquismo hasta contenidos sexistas y homófobos.

Imagina que tienes a un profesor que, en lugar de inspirarte a ser un pensador crítico, se convierte en una especie de troll académico. ¿Te suena? Es como tener a ese familiar en la cena de Navidad que solo habla de política y nunca se cansa de contar las mismas historias. Aburrido y a veces vergonzoso. Pero en este caso, no se trataba de una cena; era un aula y un foro académico.

Un viernes colmado de tensión

El pasado viernes, el ambiente en el aula estaba cargado de expectativa y tensión. A las 11:30, el profesor tenía programada una clase, pero los alumnos no estaban ahí solo para escuchar sobre la historia de España; estaban allí para protestar. La organización juvenil Ernai, parte de la coalición Sortu, había convocado una movilización para mostrar su rechazo a las ideas del docente.

Ahora, es valioso reflexionar sobre cómo, en ocasiones, el debate académico puede convertirse en algo más que una discusión. Puede volverse activo, casi físico. ¿El resultado? Un encierro que se prolongó durante dos horas, donde el docente no pudo salir de su clase y fue objeto de gritos y amenazas. Advertencia: no intenten esto en sus clases, porque, sinceramente, no es la forma más eficaz de educar.

La reacción institucional y la línea del comportamiento adecuado

Por supuesto, el suceso hizo que las autoridades se pronunciaran. Juan Ignacio Pérez Iglesias, el consejero de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno Vasco, expresó su rechazo al acoso en el ámbito educativo. Y aquí viene la trampa de la libertad de expresión: se presentan dos opciones, y ninguna es ideal.

Por un lado, está el derecho del profesor a expresar sus opiniones, no importa cuán controvertidas puedan ser. Por otro, está la responsabilidad de combatir el acoso y la intimidación en un entorno que debería ser seguro para todos.

Pérez Iglesias recordó que, aunque el acoso es inaceptable, también es importante investigar los comentarios del profesor, ya que parecían incompatibles con el «ideario» académico. Entonces, aquí nos encontramos en una encrucijada moral, una especie de juego de tensiones entre derechos.

La línea difusa entre libertad de expresión y discurso del odio

La libertad de expresión es una de esas cosas que suenan genial hasta que te enfrentas a la realidad de lo que significa. En este caso, la línea se vuelve especialmente difusa. ¿Es correcto permitir que alguien propague ideologías extremistas y al mismo tiempo proteger a quienes pueden sentirse amenazados?

Imagina que estás en una reunión familiar —de esas que todos evitamos— y un tío empieza a hablar sobre su odio por “los de afuera”, mientras todos los demás tratan de cambiar de tema. Tu incomodidad sería palpable, y sientes que la conversación podría escalar de cero a mil en un instante. Entonces, ¿qué haces? ¿Te enfrentas a él o lo dejas pasar?

La respuesta de la comunidad universitaria

¿Qué sucedió luego? Como era de esperarse, la comunidad estudiantil no se quedó de brazos cruzados. La protesta, más que un simple acto de descontento, se convirtió en un símbolo de resistencia ante la intolerancia. Las redes sociales se inundaron de imágenes, mensajes y videos que mostraban la realidad de la situación.

Algunos dirían que el acto de recolectar a los estudiantes para protestar es una forma de activismo estudiantil fundamental en un espacio académico. Otros, en cambio, podrían considerarlo simplemente como una especie de cacería de brujas. Sin embargo, la duda persiste: ¿es el activismo un deber cívico o se convierte en una forma de acoso?

Reacciones en las redes sociales: el juicio público

Las redes sociales han sido testigo de cómo se desarrolla un juicio de la opinión pública en tiempo real. Durante los días posteriores al acontecimiento, los comentarios iban desde aquellos que apoyaban la protesta hasta quienes defendían al profesor, alegando que se le estaba silenciando por sus creencias.

Vale la pena detenerse aquí por un momento y señalar que, en la era de las redes sociales, la opinión se ha convertido en un grito colectivo. Un arma de doble filo. ¿A quién le importa realmente la verdad cuando hay un trending topic en juego? Y lo que es más importante: ¿quién tiene la responsabilidad de mantener un diálogo constructivo en lugar de simplemente alimentar el fuego?

La justicia social y el contexto actual

La situación en la UPV/EHU no es un evento aislado; se inscribe en un contexto más amplio de tensión social y política en España y en el mundo. Los conceptos de justicia social, equidad y derechos humanos son temas candentes, y aunque muchos de nosotros podemos ponernos de pie y aplaudir, no todos están en la misma página.

Por ejemplo, el reciente aumento del costo de la vivienda en España ha hecho que muchos jóvenes se sientan frustrados y desilusionados. Denis Itxaso, el consejero de Vivienda de Euskadi, lanzó la bomba: “Ya no es posible alquilar un piso por menos de 600 euros en Donostia”. La frustración de la juventud se traduce fácilmente en acciones, como la ocurrida en la UPV/EHU.

El desenlace: lecciones aprendidas

Al final del día, lo que sucedió en la UPV/EHU nos deja varias lecciones. La primera es que las universidades, como espacios de debate, deben actuar como refugios seguros donde se respete la diversidad de opiniones, pero que, a su vez, deben tomar una posición clara contra el acoso y las ideologías de odio.

Además, nos recuerda que el diálogo es fundamental. No se trata de silenciar a quienes piensan diferente, sino de generar un espacio donde se puedan discutir las diferencias en lugar de convertirlas en enfrentamientos directos y polarizados. Al final, todos queremos vivir en un mundo donde podamos expresarnos con libertad y sin temor a represalias.

Reflexiones finales

Y así, mientras nos sentamos aquí reflexionando sobre el tumultuoso viernes en el campus de Leioa, no olvidemos que cada uno de nosotros tiene su papel que jugar. La responsabilidad no solo recae en la universidad o en los estudiantes, sino en todos y cada uno de nosotros como miembros de una sociedad en constante evolución.

¿Alguna vez te has encontrado en una situación similar, donde tus creencias chocaban con las de quienes te rodeaban? Es una experiencia incómoda, pero crucial. Puede que no haya respuestas fáciles, pero el diálogo es el primer paso hacia la comprensión y el respeto mutuo. Así que la próxima vez que te enfrentes a una conversación difícil, quizás recordarás este incidente. Al final, se trata de construir puentes, no muros.