En nuestros días, el fenómeno de las pseudoterapias ha cobrado una relevancia notable, especialmente en el contexto de la pandemia de COVID-19, donde la desinformación ha alcanzado niveles insospechados. El reciente evento en Mallorca, que tuvo como protagonistas al cantante Miguel Bosé y el curandero Josep Pàmies, es un claro ejemplo de cómo las teorías conspirativas y la promoción de tratamientos sin base científica pueden afectar la salud pública. Pero, ¿por qué nos dejamos llevar tan fácilmente por estas ideas? ¿Qué podemos aprender de incidentes como este? Con un toque de humor y anécdotas personales, exploremos este intrigante y preocupante fenómeno.
Un evento que dejó huella
Hablemos primero del evento en cuestión, celebrado en julio en el restaurante palmesano Es Molí d’es Compte. El lugar estaba lleno de fervientes seguidores, alrededor de 800 personas, dispuestas a escuchar a Bosé y Pàmies. Personalmente, no puedo evitar preguntarme cómo alguien podría no tener una pizca de escepticismo en situaciones como esta. La verdad, nunca he sido de los que creen en milagros. Recuerdo una vez, durante una cena familiar, se discutía sobre las bondades de un “remedio antiguo” para todo, desde un resfriado a la tristeza existencial. ¿Quién de nosotros no ha querido tener una poción mágica a mano en esos momentos?
Este evento no era solo otro encuentro de gente con opiniones alternativas; era una plataforma que promovía tratamientos sin evidencia científica, como el clorito de sodio (MMS), el cual ha sido defendido por Pàmies como una cura milagrosa para enfermedades graves, desde el cáncer hasta el autismo. Si alguna vez has estado atrapado en la conversación con alguien convencido de que el éxito de sus plantas medicinales es suficiente para desbancar a la medicina moderna, seguro que sientes mi frustración. ¿No es irónico que promovamos la diversidad en tantas áreas, pero no se admite la diversidad de opiniones sobre la medicina?
La intervención del Govern balear
La respuesta del Govern balear fue inmediata: una sanción de 300.001 euros contra los organizadores del evento. Esto me lleva a reflexionar: ¿realmente está en nuestras manos regular la desinformación en salud? La Conselleria de Salud actuó tras la advertencia de que los organizadores podrían estar promoviendo tratamiento ilegales. En pleno siglo XXI, ¿deberíamos todavía tener estas conversaciones sobre las evidencias científicas de los tratamientos? Algunos podrían argumentar que sí, pero por lo visto, otros prefieren tomar el camino menos informado.
Es cierto que en este evento, se repetían afirmaciones sobre la eficacia de productos no autorizados y tratamientos que carecen de validación científica. La legislación es clara al respecto. En el artículo 111.2 del Real decreto legislativo 1/2015 se establece que la promoción de medicinas no autorizadas está tipificada como una infracción muy grave. Eso no implica que este tipo de eventos no sigan proliferando, pero la respuesta institucional muestra que, al menos, hay un intento de frenar lo que podría convertirse en una epidemia de desinformación.
Soy un ferviente defensor de la libertad de expresión, pero ¿dónde trazamos la línea? No se trata de callar a los individuos, sino de proteger a la comunidad. La Organización Médica Colegial tiene en marcha un Observatorio de Pseudoterapias donde el público puede identificar qué tratamientos tienen validez científica y cuáles están basados en creencias infundadas. Es un pequeño consuelo, pero al menos hay un esfuerzo por separar el trigo de la paja.
Desnudando la pseudociencia: La declaración de Miguel Bosé
Volviendo al evento, lo más impactante fue sin duda la declaración de Bosé: “Orgullosamente negacionista”. En este punto, me gustaría pensar en lo que podría estar pasando por la mente de sus seguidores. ¿Nostalgia, admiración, deseo de pertenencia? En un mundo donde la información es fácilmente accesible, algunos optan por rendirse ante el encanto de una figura icónica que les ofrece respuestas sencillas a problemas complejos. ¡Cuánto me gustaría poder convencer a mi abuelita de que no necesita un «agüita» para curar sus males de la vejez, pero sí un par de vitaminas y un control médico regularmente!
Bosé ha hecho del negacionismo su bandera, proclamando en varias ocasiones que él y sus hijos no se han vacunado contra el COVID. Es curioso, ¿no? Con tantos avances científicos y médicos, hay quienes prefieren seguir una senda de anti-ciencia basada en la ignorancia y el miedo. Muchas veces pienso que la ciencia es tan fascinante e interesante que no tenemos que recurrir a las teorías conspirativas para encontrar sentido a nuestro mundo. Me resulta un tanto desconcertante, pero así es la naturaleza humana.
Y, seamos honestos, es mucho más entretenido crear una narrativa en torno a un mundo oscuro de conspiraciones que aceptar que la realidad es mucho más aburrida y, a menudo, complicada.
El papel de las pseudoterapias en el debate de salud actual
Lo que ha sucedido en Mallorca es solo un fragmento de un problema mucho más amplio: la pseudociencia y sus implicaciones en la salud pública. En la actualidad, muchos se sienten atraídos por soluciones rápidas y fáciles que prometen algo que muchas veces la medicina convencional no puede: darles un sentido de control sobre su salud.
Acallar los miedos de no entender bien cómo funciona la medicina puede llevar a muchos a optar por lo que consideran «alternativas». Esta es una observación personal, pero creo que las pseudoterapias están ahí para cubrir un vacío emocional. ¿Alguna vez has probado un remedio casero que te prometía curarte de todo porque realmente no tenías otra solución? Yo he estado ahí, esperando un milagro con una planta de aloe vera en la mano, y solo he conseguido tener más gel de aloe en casa de lo que mi piel podría soportar.
La realidad es que, si bien es importante abordar la desconfianza hacia la medicina convencional, es fundamental hacerlo desde un enfoque educativo. La desinformación no se combate con más desinformación, sino con conocimiento. Tal vez si promovemos un diálogo más abierto y comprensivo, podríamos evitar que la gente se sienta atraída por estos «sanadores» y empoderarlos para tomar decisiones informadas. Al final del día, no se trata de quién tiene razón, sino de cómo podemos trabajar juntos para lograr un mejor sistema de salud.
Conclusión: Reflexiones finales sobre el evento y el futuro de la salud pública
La controversia en torno al evento de Bosé y Pàmies resalta la delgada línea entre la libertad de expresión y la responsabilidad social. ¿Estamos preparados para afrontar la responsabilidad que conlleva hablar sobre salud y tratamiento? A medida que el acceso a la información y las redes sociales continúan moldeando nuestra percepción del mundo, es más vital que nunca fomentar una educación en salud que permita a las personas discernir entre la ciencia y la pseudociencia.
¿Podemos imaginar un futuro donde eventos como el de Mallorca sean menos frecuentes? Con esfuerzo y educación, quizás sí. La clave radica en proteger la salud pública y, más importante aún, proteger nuestro derecho a recibir información precisa y basada en hechos. Es un camino largo, pero cada pequeño paso cuenta.
Así que, amigos, la próxima vez que se encuentren en medio de una conversación sobre tratamientos alternativos, tómese un momento para reflexionar. Recuerden que el conocimiento es poder, y la salud es lo primero. Después de todo, como dice el viejo refrán: «Lo que no te mata, a veces te hace reír». ¡Salud!