En el mundo de la política, las tormentas pueden surgir de la nada. Y si hay algo que genera gran revuelo, son las decisiones tomadas durante una crisis. En este caso, hablamos de la compra de mascarillas por parte del Gobierno de Canarias y del papel del Ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres. Este episodio no solo ha dejado a muchos con la boca abierta, sino que también nos recuerda lo intrincado que puede ser el deporte nacional de culpar a alguien cuando las cosas se ponen difíciles, ¿verdad?

Un WhatsApp que lo cambió todo

Imagínate recibir un mensaje de WhatsApp que, en esencia, te coloca en el ojo del huracán. Eso le ocurrió a Ángel Víctor Torres cuando, en 2020, le envió un «hoy dormiré mejor» a Koldo García, quien era asesor en el Ministerio de Transportes. Este mensaje se produjo tras el pago de 12 millones de euros por la compra de mascarillas a Víctor de Aldama, un empresario que ahora enfrenta investigaciones por comisiones ilegales en la venta de material sanitario durante la pandemia.

Torres ha justificado cómo se llevaron a cabo esos procedimientos, recordando que había un contrato en el que se estipulaba un 50% de pago por adelantado. Aquí surge una pregunta inevitable: ¿son estos contratos un salvavidas o una trampa mortal en situaciones de crisis? Con tantas complicaciones, me siento como un marinero en medio de una tormenta, tratando de sostener el timón.

La maraña de la política y la realidad

En su defensa, Torres remarcó que la intermediación que realizó fue similar a la de otras empresas que estaban en situaciones complicadas. Todos sabemos que la burocracia puede ser tan lenta como un lunes por la mañana, pero ¿debería eso justificar decisiones que se toman con dinero público? Lo cierto es que la lluvia de críticas no ha cesado. Desde la oposición han pedido su dimisión. Aunque aquí entra otro dilema: ¿realmente la responsabilidad recae solo en un hombre, o es un reflejo de un sistema que opera de manera ineficiente?

Hablando de ineficiencia, la situación ha llevado a que se cuestione todos esos procesos que se tomaron al velo de la urgencia. Sin embargo, Torres se mantiene firme. «Seguro que cometimos errores», reconoce. Pero, como él mismo dice, lo que nunca se verá en sus acciones es la intención de actuar al margen de la ley.

La sombra de las elecciones

Aquí es donde la política se vuelve particularmente interesante. Al escuchar a Torres criticar a la oposición, ¿no te hace cuestionarte si esto es solo una estrategia para desviar la atención? Hay algo más que una simple disputa sobre mascarillas. Las elecciones están en el horizonte y los partidos parecen estar más interesados en el juego de culpas que en encontrar soluciones reales. ¿Es esto lo que necesitamos en estos tiempos? En esta danza de acusaciones, la verdad a menudo puede quedar relegada a un segundo plano.

Para quienes sufrieron las consecuencias de la pandemia, este juicio público puede parecer un espectáculo: pelean por algo que parece trivial comparado con el sufrimiento real de las personas. En mi día a día, he visto cómo la pandemia afectó a tantas familias y negocios; al final del día, ¿quién se preocupa por el escándalo político cuando se siente hambre?

La conexión con el pueblo

Lo que me parece más interesante sobre toda esta saga de las mascarillas es cómo refleja la desconexión entre la política y las preocupaciones reales de los ciudadanos. Los mensajes de WhatsApp, las justificaciones y las promesas son, en última instancia, un cuento muy alejado de la realidad de las calles. Historias de personas que luchaban por sobrevivir a la pandemia, que enfrentaban colas interminables no solo para conseguir mascarillas, sino también comida.

Y aquí es donde te invito a reflexionar. ¿No deberíamos los políticos actuar no solo con la ley, sino también con más humanidad? Las situaciones de crisis suelen sacar lo mejor y lo peor de nosotros, y en este caso, parece que estamos viendo un poco de ambos.

La gestión de la crisis sanitaria: un fracaso en conjunto

Los críticos indican que la compra de mascarillas fue un reflejo de una gestión sanitaria desbordada, ajusticiada por la falta de previsión ante el escenario pandémico. Pero, ¿quién puede prever una crisis de tal magnitud? Recuerdo haber discutido con amigos sobre lo inesperado de la pandemia. “Es como si la vida nos arrojara un guante y nos retara a enfrentarlo”, decía uno de ellos. En retrospectiva, parece más un capricho que un desafío.

La verdad es que decisiones difíciles se tomaron en situaciones que evolucionaban rápidamente. La agitación constante del momento debería hacer reflexionar a todos sobre la calidad de liderazgo que necesitamos. Nuevamente, me viene a la mente la imagen de un barco a la deriva, donde todos competimos para ver quién puede hacer más ruido en la cubierta, mientras el barco sigue hundiéndose.

La comunicación es clave

Lo que surgen son las preguntas: ¿cómo se communica en tiempos de crisis? ¿Es posible que se pasen detalles cruciales en la vorágine de la presión? Torres, como muchos otros políticos, se ha visto obligado a responder a un sinfín de preguntas y acusaciones. En su caso, se ha defendido diciendo que los mensajes pasados entre él y García eran solo parte de la comunicación con un asesor para resolver una dificultad. Hay algo profundamente humano en esto; todos hemos hecho concesiones sobre la marcha en nuestra vida diaria.

En la política, como en la vida, la esencia de los mensajes puede variar. Algunos pueden tomarse erróneamente o ser interpretados como una confirmación de responsabilidad. La viralidad de los mensajes en redes sociales nos recuerda que todo lo dicho queda registrado y puede ser re-examinado más tarde.

Más que mascarillas: una lección sobre la gobernanza

Este caso no es solo sobre compañías de mascarillas; es un síntoma de algo más profundo en nuestra cultura de gobernanza. Reflexionar sobre cómo se manejan las emergencias debería ser prioritario para nuestros líderes. Y no solo cuando hay cámaras encendidas.

Y, para ser honesto, todo esto nos devuelve a esa conclusión tácita de que la crisis no es solo un momento; es una oportunidad para reevaluar nuestros sistemas y prioridades. La rendición de cuentas debería estar más presente en esta etapa; se necesita no solo datos de eficiencia, sino también un sensato roce humano.

Conclusión: más que mascarillas, es tiempo de responsabilidad

Si bien la crisis del material sanitario es una amenaza tangible, el efecto que tiene en las dinámicas de poder políticas es aún más profundo. El caso del Gobierno de Canarias y las mascarillas nos invita a cuestionar el papel de los líderes en tiempos de angustia. Mientras el debate continúa, la humanidad detrás de las decisiones políticas debe ser el centro de atención.

No somos solo un conjunto de políticas y contratos; somos individuos que enfrentan desafíos reales, navegando por un mar lleno de incertidumbres. En medio de la controversia, que los responsables recuerden siempre que hay un pueblo que mirar y decisiones que tomar, especialmente cuando protagonizan un escenario de emergencia.

Así que la próxima vez que pienses en esa mezcla de política y pandemia, recuerda que las decisiones importan y, sobre todo, las personas. ¿No se merece nuestra sociedad un poco más de empatía y, quizás, un poco menos de drama?