El arte y el activismo han tenido siempre una relación complicada, como esas parejas que, a pesar de sus diferencias, no pueden vivir el uno sin el otro. En los últimos años, hemos visto cómo un grupo de jóvenes activistas, conocido como Just Stop Oil, ha hecho de las obras maestras un lienzo para sus protestas climáticas. Y, déjame decirte, no han sido tímidos en su enfoque. La última acción en la National Gallery de Londres, donde lanzaron sopa de tomate sobre dos versiones de «Los Girasoles» de Van Gogh, nos deja muchas preguntas en el aire. Pero, antes de entrar en detalles, hagamos un breve recorrido por esta historia reciente.

La historia detrás de la acción en la National Gallery

Todo comenzó en octubre de 2022 cuando Phoebe Plummer y Anna Holland, dos jóvenes activistas, decidieron que lanzar sopa al arte clásico era una forma efectiva de llamar la atención sobre la crisis climática. Ahora, ser los portavoces de una causa con una infraestructura montada a base de activismo radical puede resultar tanto inspirador como, en algunos casos, polémico. La soup-splashing de estas activistas (sí, ese es un término que creo que acabo de inventar) no proviene de un deseo de ir a la cárcel, sino de una desesperación genuina y un sentido de urgencia para hacer que el mundo escuche.

Y, ojo, no se trata de un gesto aislado. Desde esa primera acción, el grupo ha lanzado una serie de protestas que han captado la atención pública y han suscitado debates intensos sobre el papel del activismo en el arte y la cultura. Pero, como diría cualquier abuelita, “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, y en este caso, la línea entre el activismo efectivo y el vandalismo se vuelve en algunos momentos muy difusa.

La reacción judicial: ¿justicia o censura?

Este segundo lanzamiento de sopa sobre los «Girasoles» se produce en un contexto complicado. Phil Green, uno de los activistas que participó en la acción, afirmó que “las futuras generaciones nos considerarán presos de conciencia”. Y, ¿quién no quiere sentirse como una figura histórica? Pero lo que realmente está en juego es la condena que han recibido sus compañeras de lucha, que fue de dos años y 20 meses de cárcel, además de otra multa que se aproxima a los 10,000 libras (casi 18,000 euros).

El juez Christopher Hehir, que dictó la sentencia, aparentemente no se dejó llevar por revoluciones poéticas ni exaltaciones líricas. No puedo evitar imaginarlo como un juez de caricatura en una película de comedia, poniéndose las gafas de lectura y frotándose la frente mientras lee la sentencia. “Ustedes simplemente no tienen derecho a hacer lo que hicieron a Los Girasoles”, dijo, y es fácil ver cómo esto podría ser el diálogo de una comedia de enredos donde los personajes no han aprendido nada de la historia.

Por supuesto, esto ha desatado un torrente de críticas. Más de 100 artistas, organizados por Greenpeace y el grupo Liberate Tate, se han pronunciado pidiendo clemencia. La incongruencia de condenar a prisión a quienes no dañaron la obra en sí –pues los cuadros estaban protegidos por cristal– resuena como un mal chiste que no tiene gracia. ¿Se puede poner en riesgo la libertad de expresión y el derecho a protestar en el nombre de la ley?

El activismo en tiempos de crisis

La lucha por el medio ambiente ha llegado a un punto crítico. A medida que la temperatura global aumenta y fenómenos como incendios forestales, sequías y huracanes se vuelven más intensos y frecuentes, la urgencia de actuar se convierte en una sombra que nos persigue. La respuesta de Just Stop Oil, aunque controvertida, pone los dedos en la llaga de una sociedad que parece estar atrapada en un estado de parálisis.

Phoebe Plummer, en su defensa, citó a icónicas figuras como Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, quienes alguna vez fueron considerados criminales por luchar por sus causas. ¿Te suena familiar? Sin duda, la historia tiene una manera extraña de repetirse. Pero también plantea una pregunta difícil: ¿realmente necesitamos este tipo de activismo para despertarnos del letargo?

Una cosa es segura: el activismo climático está en el centro del debate público. Las acciones de Just Stop Oil han propiciado no solo reacciones judiciales, sino también discusiones sobre la eficacia de estos métodos. ¿Es posible que, al hacer ruido (literalmente), estén alienando a los mismos públicos que podrían unirse a su causa? La historia del más reciente juicio pone la lupa sobre nuestras prioridades.

¿El arte como medio de protesta?

Aquí es donde entra otra capa de complejidad: el papel del arte en la protesta. Artistas a lo largo de la historia han utilizado la creatividad para desafiar normas y protestar contra injusticias. Desde las pinturas de Picasso que reflejan el horror de la guerra hasta las instalaciones contemporáneas que cuestionan el consumismo, el arte ha sido un vehículo poderoso para el cambio social. Pero, ¿se convierte el arte en una mera víctima cuando los activistas lanzan sopa?

Imagina que estás en una galería, rodeado de obras maestras. Justo cuando te dispones a disfrutar del azul profundo de un Van Gogh, ¡bam!, aparece una marea roja de sopa que podría haber sido perfectamente una salsa para pasta. La experiencia puede resultar anticuada, pero lo cierto es que dicho gesto ha funcionado, al menos en parte, como un catalizador para la discusión sobre la crisis climática.

¿Estamos preparados para ver el arte como un escenario de activismo o nos aferraremos a la idea de que debe estar protegido de cualquier influencia o interrupción social? En tiempos de crisis, los límites del arte y la protesta deberían ser re-evaluados. El arte es, después de todo, un reflejo de la sociedad. Así que, ¿por qué no debería involucrarse en las luchas contemporáneas, aunque eso signifique sacrificar un lienzo o dos?

¿Qué camino nos queda?

Si bien las acciones de Just Stop Oil han suscitado intensos debates sobre la ética y la efectividad del activismo, no se puede ignorar el hecho de que están desempeñando un papel crucial al mantener el cambio climático en el centro de la conversación pública. La existencia de un sistema judicial que actúa con severidad podría ser interpretada como una falta de respuesta por parte de los gobiernos frente a la crisis climática.

Mientras tanto, el relator especial de la ONU para los defensores ambientales, Michael Frost, ha calificado las sentencias como “muy peligrosas”. Nos recuerda que cada condena no solo afecta a los individuos implicados, sino que también establece un precedente, algo que no debería tomarse a la ligera. ¿Estamos dispuestos a ver cómo el derecho a la protesta se limita cada vez más en nombre del orden público?

Es crucial evaluar por qué algunos consideran que acciones como las de Just Stop Oil son necesarias. La desesperación alimenta la acción, y aunque se hagan de formas poco convencionales, refleja un deseo más profundo de un cambio sistemático.

Conclusión: el equilibrio en medio de la crisis

Realmente, estamos atrapados en un dilema. Las acciones disruptivas podrían alienar a ciertos grupos, pero también tienen el potencial de ser un llamado a la acción para otros. En un momento crucial lleno de incertidumbre climática, debemos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para asegurarnos de que las futuras generaciones puedan disfrutar de un planeta habitable?

Así que, cuando veas a alguien lanzando una sopa de tomate sobre un cuadro famoso, recuerda que hay una historia que contar detrás de ese gesto. No se trata solo de vandalismo, sino de un grito de desesperación y una invitación a reflexionar en medio de una crisis que amenaza a nuestro mundo.

Al final del día, ¿serán esos cuadros manchados con sopa los nuevos mártires de una causa que necesitamos urgentemente? La respuesta puede que no sea sencilla, pero el diálogo es necesario. Y, tú, ¿cómo te posicionarías en este debate?