El 8 de marzo es una fecha que se ha convertido en un símbolo de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres en todo el mundo. Este año, sin embargo, produjo un espectáculo digno de un culebrón mexicano, con dramas, tensiones y una buena dosis de debates políticos. Desde la aparición de las figuras más prominentes del feminismo hasta la divisiva presencia de la ministra de Igualdad, Irene Montero, y el eco de las controversias que han marcado a la izquierda española, el 8-M de 2024 se siente como un microcosmos de la complejidad política actual. Entonces, ¿qué fue lo que realmente sucedió? Y más importante aún, ¿qué significa esto para el futuro del feminismo en España?
Divisiones en el bando feminista: la lucha entre el feminismo tradicional y el transfeminismo
Este año, el ambiente en las manifestaciones fue un reflejo palpable de las tensiones que han estado burbujeando bajo la superficie. Mientras algunos grupos abogaban por un feminismo tradicional, otros defendían fervientemente un enfoque más inclusivo y moderno, conocido como transfeminismo. Esta división ha sido alimentada por suposiciones erróneas y desinformación, que se propagaron a velocidades alarmantes en redes sociales. Como si el temor a un enemigo invisible se apoderara de las calles, las mujeres portaban pancartas que pronunciaban lemas como «la lucha será transfeminista o no será», haciendo hincapié en la necesidad de un enfoque inclusivo. ¿Acaso hay espacio para múltiples voces en un mismo movimiento?
La ministra Montero, en un intento por marcar su terreno, arremetió contra lo que ella considera «pactos racistas» y defendió el feminismo como un movimiento que no puede ser usado como un arma política. Esto suena a una metáfora de cómo, en la política, las armas son muchas veces los discursos y los astutos enredos dialécticos, donde las palabras son más poderosas que cualquier explosivo. Montero instó a su partido a no tolerar el machismo, indicando que el feminismo debe ser impermeable a actitudes retrógradas. Sin embargo, en un día que buscaba celebrar logros y unificar voces, la realidad se volvió un poco más confusa.
La controversia política: ¿es el feminismo un arma?
Como narrador de cuentos y testigo de la vida pública española, no puedo evitar mencionar la ironía de cómo el feminismo se ha convertido en una especie de «arma arrojadiza» en la política. Cuando veo a Montero advirtiendo sobre la transfobia en un momento en que la izquierda enfrenta crisis internas, uno no puede más que preguntarse: ¿el feminismo se ha convertido en un escenario para pugnas políticas o realmente podemos esperar que sea la luz que guíe hacia una sociedad más justa? Las situaciones en las que el feminismo es usado como herramienta para arremeter contra adversarios políticos se sienten como un paso atrás en la lucha por la igualdad. Personalmente, me hace cuestionar si en lugar de avanzar, estamos simplemente intercambiando un conflicto por otro.
El hecho de que el PP lanzara un clip en redes sociales ironizando sobre la participación de los líderes de la izquierda en las marchas feministas refuerza esta idea. En un contexto donde los partidos parecen pelear por la supremacía, ¿dónde dejamos a las mujeres que solo buscan ser escuchadas? Confieso que me resulta un tanto frustrante, como si el objetivo real de la manifestación se hubiera desviado hacia un espectáculo de fuegos artificiales políticos.
Las manifestaciones: ¿un día de celebración o de confrontación?
En Madrid, la participación en la manifestación oficial registrada fue de 34.000 personas, mientras que el Movimiento Feminista de Madrid vio un incremento significativo, alcanzando las 9.500 personas. A pesar de las tensiones, no se percibió un desánimo en el aire. Más bien, parecía que era un día festivo, donde la gente celebraba y luchaba al mismo tiempo. «La emociones oppress around us, pero al final, todos estamos aquí», pensé al ver a las mujeres con pancartas y balones que lanzaban lemas al viento.
Frente a la diversidad del feminismo que se daba cita en las calles, es inevitable preguntarse: ¿qué mensaje enviamos al mundo cuando nuestras propias voces resuenan en direcciones contradictorias?
La ministra de Igualdad: un papel complicado en un escenario divisivo
Ana Redondo, otra figura clave en la manifestación, se defendió de las críticas al asegurar que el gobierno está «a favor de todos y de todas». Su declaración es un intento por dejar claro que, a pesar de las luchas internas, la causa debe prevalecer frente a las dudas. Sin embargo, el eco de sus palabras se diluye ante la visión de su compañera Montero, quien no dudó en criticar no solo al partido de oposición, sino también a su propio gobierno. ¿No es el feminismo un espacio donde se debería buscar la unidad en lugar de la confrontación?
La presencia de figuras políticas en actos como el 8-M suele motivar reacciones encontradas. Mientras que unos consideran que su apoyo es vital para amplificar el mensaje, otros se preguntan si realmente están comprometidos con la causa o solo tienen un interés estratégico. ¿Estamos hablando de una lucha genuina por la igualdad o de una maniobra para ganar votos?
Mensajes en las pancartas: ironía y realidad
Recorrí el mar de carteles que ondeaban al viento y cada uno contaba una historia propia. Desde el llamativo «Errejón, saluda a tu ex afición», hasta los más serios lemas sobre el abolicionismo y los derechos de las mujeres. Las ironías flotaban entre las alegaciones y las rimas coreadas en conjunto. “Es un deber político defender el feminismo”, decía Redondo, mientras otros exigían que no se pudiera «sorber y soplar al mismo tiempo».
Si algo quedó claro es que el feminismo no solo es una lucha de mujeres, sino una contienda intergeneracional, en la que diferentes perspectivas chocan y se entrelazan. Nos enseña que, aunque parecemos unidos, la realidad de nuestras experiencias es muchas veces más compleja de lo que refleja un simple cartel.
La realidad de la violencia de género y la lucha feminista
Un detalle preocupante que no se puede ignorar es que, en medio de estas manifestaciones de fuerza y unidad, recientes casos de violencia machista se hicieron eco, resaltando la urgencia de continuar con la lucha. Martos y Blanes son solo dos ejemplos de una realidad que nos quita el aluminio de la ilusión y nos confronta con la crudeza de la vida. En días como el 8-M, las demandas de una sociedad más justa se encuentran en un punto de conflicto con la actual situación de violencia que persiste.
Personalmente, me provoca una mezcla de tristeza y rabia. ¿Cómo podemos celebrar y luchar por la igualdad mientras todavía hay noticias de violencia de género? Es como si celebráramos la llegada de la primavera mientras una tormenta se cierne sobre nuestras cabezas.
Reflexiones finales: ¿hacia dónde va el feminismo en España?
El 8-M de 2024 fue un claro reflejo de la fragmentación del feminismo en el panorama político español. Las voces de quienes luchan por la igualdad, por su parte, deben unirse y encontrar un camino hacia la reconciliación y la cooperación. A medida que las luchas se intensifican, es crucial recordar que la esencia del feminismo no se debe perder en debates políticos o rivalidades internas. La batalla por los derechos de las mujeres es un viaje con múltiples caminos, y no podemos permitir que se convierta en una lucha de egos.
Así que la pregunta persiste: ¿seremos capaces de unir nuestras voces y crear un movimiento que trascienda las divisiones? Esta es la verdadera lucha del 8-M. ¿Podremos superar las tensiones y caminar juntas hacia un futuro más igualitario? Como siempre, el futuro depende de lo que elijamos hacer hoy. La lucha feminista es una causa válida y necesaria, pero solo si estamos dispuestas a ser inclusivas y a escuchar las distintas voces que la componen.
Al final del día, como dice un amigo mío, «la vida es como una manifestación: a veces pasamos por momentos difíciles, pero siempre hay espacio para la esperanza.» Así que, sigamos marchando.