En un momento en que el mundo académico y social se mueve hacia la inclusividad y la diversidad, resulta sorprendente que en 2023 estemos discutiendo la representación de las mujeres en el contenido de la selectividad en un país como España. Recientemente, la Universidad de Cantabria (UC) llamó la atención al presentar un listado de 40 personajes históricos de España, donde solo uno era mujer: la reina Isabel II. Sí, has leído bien: uno. Pero como cualquier buen guion de comedia dramática, esto no terminó ahí. La polémica estalló y finalmente, la universidad decidió dar marcha atrás. ¿Qué implica esto para el futuro de los jóvenes y la manera en que entendemos nuestra historia? Vamos a sumergirnos.
La controversia inicial: un listado incompleto
¿Recuerdas aquella vez en la escuela secundaria cuando te enseñaron sobre los grandes hombres de la historia? Yo sí. Recuerdo que las historias sobre Colón, Napoleón y Franco llenaban nuestras clases, mientras que los relatos sobre mujeres influyentes eran un mero susurro. Al enterarme de que la UC había presentado un listado con solo una mujer en una prueba tan crucial como la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), no pude evitar sentir una mezcla de indignación y desilusión.
La crítica no tardó en llegar. El partido político Podemos calificó la decisión de la universidad como «machista y falaz». Y aquí entra la pregunta del millón: ¿cómo es posible que haya tantas figuras históricas femeninas influyentes que no aparecen en un listado tan crucial? Es evidente que, desde hace tiempo, la narrativa histórica ha estado fuertemente sesgada.
El cambio de rumbo: sustitución del listado
En una reunión de coordinación con los docentes de la asignatura de Historia de España, la UC decidió suprimir el polémico listado. En su lugar, se optó por un documento que se enfoca en acontecimientos históricos y términos. Dicha decisión fue vista con escepticismo por parte de algunos educadores, quienes sintieron que la acción no abordaba la raíz del problema de la perspectiva de género en la educación.
El dilema surge nuevamente: ¿es suficiente cambiar un listado? Tal vez, como muchos educadores sugieren, lo ideal sería recalibrar todo el enfoque de la enseñanza de la historia. Al final del día, reconocer el papel de las mujeres y otros grupos subrepresentados en la historia es clave no solo para la justicia social, sino para formar ciudadanos con una visión más completa de su pasado.
Críticas desde el interior: el descontento docente
Las quejas no se detienen en la representación de género. Además de la controversia inicial, varios docentes se han manifestado descontentos con la omisión de temas significativos en el temario. Desde el papel de España en la esclavitud hasta la represión franquista, muchos questionan si la educación realmente está cumpliendo su función de preparar a los estudiantes para entender su nación de manera crítica y fundamentada.
Uno de mis profesores de historia solía decir: «No podemos construir el futuro sin conocer profundamente el pasado». Y, honestamente, creo que tenía razón. Si la nueva selectividad se desentiende de estos temas, estamos condenando a nuestros estudiantes a repetir los errores de sus antepasados.
La educación y las normativas: una lucha continua
La ley educativa LOMLOE intenta atender estos desafíos, buscando un enfoque más basado en competencias que en la mera memorización de contenidos. Sin embargo, parece que en el camino hacia la implementación de estos ideales, el sistema se ha topado con resistencias.
A pesar de que el objetivo es dejar atrás la LOMCE, que fomentaba la enseñanza memorística, el actual modelo, según fuentes consultadas, parece aferrarse a “los estándares de aprendizaje de la ley anterior”. La confidencialidad de estas discusiones ha dejado a muchos preguntándose: ¿quién decide qué historia se cuenta y quién queda fuera de ella? Como si de un libro de misterio se tratase, el futuro de una educación inclusiva sigue siendo incierto.
¿El papel de la Iglesia en la historia contemporánea?
Una de las modificaciones más controvertidas incluyó un tema titulado «La Iglesia como oposición al franquismo desde los años 60». Esto levantó más de una ceja entre los educadores, considerando que la Iglesia, lejos de ser un símbolo de oposición, respaldó durante muchos años el régimen franquista. Así, nuevamente surge una pregunta: ¿estamos en camino de una historia filtrada y editada?
A veces me pregunto si aquellos que hacen estas modificaciones han leído algún libro de historia. Está claro que la historia es compleja, y simplificarla a favor de un enfoque ideológico a menudo nos deja con la mitad de la verdad.
La inclusión: más que un deber, una necesidad
En un mundo donde la diversidad debería ser celebrada, la inclusión debería ir más allá de ser un mero “check” en una lista. La exclusión de las mujeres en el listado de personajes históricos es tan solo una manifestación más de un problema más amplio en nuestra sociedad.
Las mujeres han desempeñado roles cruciales en la historia de España y del mundo; desde Clara Campoamor, quien luchó por el derecho al voto, hasta Sor Juana Inés de la Cruz, una pionera del feminismo y la literatura, no podemos permitirnos dejar a estas figuras fuera del relato histórico. La historia tiene muchas voces y es fundamental que todas sean escuchadas. Así que, ¿por qué no hacerlo?
La educación como plataforma de cambio
Es en el ámbito educativo donde se gesta el cambio. Es vital preparar a las nuevas generaciones no solo para que conozcan la historia, sino para que puedan criticarla y analizarla. La historia no es un simple relato de fechas y nombres. Es un prisma a través del cual podemos entender el presente y moldear el futuro.
En mi experiencia, los mejores educadores son aquellos que no solo enseñan contenidos, sino que también fomentan el pensamiento crítico y la curiosidad. Me he dado cuenta de que los estudiantes no solo esperan aprender sobre los hechos; quieren entender el por qué detrás de ellos, la narrativa olvidada que a menudo se deja de lado.
Mirando al futuro: ¿qué podemos esperar?
La decisión de la Universidad de Cantabria de eliminar un listado tan sesgado fue un paso en la dirección correcta, aunque reconoce una verdad más profunda sobre cómo debe abordarse la educación. Al final, el verdadero desafío radica en transformar la narrativa educativa en un espacio donde todos los agentes de la historia sean considerados, dejando de lado la idea de que algunos son más «importantes» que otros.
No podemos seguir ignorando a la mitad de la población. La diversidad no es solo un añadido, es una parte intrínseca de lo que somos como sociedad. La educación, en su forma más pura, debería ser la herramienta que arme a nuestros estudiantes con conocimiento, pensamiento crítico y un sentido de justicia.
Así que, amigos y amigas, mientras obligamos a nuestra historia a ser más inclusiva, recordemos que cada pequeño paso cuenta. Tal vez, un día, podremos mirar atrás y ver cómo nuestras luchas por una educación inclusiva y representativa han dado frutos. Y entonces, quizás, nos reiremos con gratitud de estos días, recordando cómo un simple listado llevó a una conversación necesaria.
En resumen, el viaje hacia una educación inclusiva es largo y lleno de baches. Pero a medida que nos movemos hacia adelante, es crucial que no solo se escuche la voz del pasado, sino que también se construya un camino donde todas las historias y eventos sean valorados y enseñados. ¿Estás listo para aprender, cuestionar y, finalmente, cambiar? La educación no es solo absorción de datos; es un acto de amor y justicia.