Con el inicio de diciembre, el sol, las luces navideñas y, por supuesto, la anticipación de las vacaciones, el Ministerio del Interior ha decidido dar un giro radical a la forma en que las empresas turísticas gestionan los datos de los viajeros. Este nuevo Registro de Viajeros, enunciado por el Real Decreto 933/2021, entra en vigor el 2 de diciembre de 2023, y su llegada ha suscitado un torbellino de opiniones en el sector. Pero, ¿qué significa esto realmente tanto para los turistas como para las empresas? ¿Estamos realmente priorizando la seguridad, o estamos simplemente adentrándonos en un mar de burocracia innecesaria?
¿Qué se pide ahora a las empresas turísticas?
A partir de ahora, hoteles, agencias de viajes y otras empresas de hospedaje deben recoger un montón de información —y cuando digo un montón, me refiero a una lista más extensa que la de los ingredientes de un plato gourmet. Esta lista incluye:
- Datos de la empresa arrendadora: Desde el nombre y el CIF hasta la web de la empresa.
- Datos del establecimiento: Tipos de establecimiento, dirección y código postal, por ejemplo.
- Datos de los viajeros: ¡Aquí es donde la cosa se vuelve interesante! Se necesitan nombres, apellidos, sexo, nacionalidad, y hasta la relación de parentesco con los menores. Sí, ¡hasta el parentesco!
- Datos de la transacción: Desde la fecha de entrada y salida, hasta el medio de pago. Estoy seguro de que los usuarios de plataformas de pago móvil están pensando: «Súmale más pasos a mi vida ya agitada».
Puede que te estés preguntando: «¿Por qué necesitan tantos datos?» La razón, según el Ministerio, es la seguridad. Pero mientras que la seguridad es esencial, algunas voces en la industria se están quejando, alegando que este nuevo registro podría alejar a los turistas y desincentivar la llegada de nuevos visitantes.
El gran dilema de la información
A veces, recolectar datos puede sentirse como querer tener toda la información sobre la vida de una persona en un primer encuentro. ¿Alguna vez has asistido a una fiesta y te han preguntado cuál es tu número de documento de identidad antes de que puedas disfrutar de una copa? Un poco abrumador, ¿no?
La norma del Registro de Viajeros se ha presentado con la intención de luchar contra el terrorismo y el crimen organizado. Ahora, de repente, la información que antes se consideraba opcional se convierte en obligación. Y mientras que la intención es comprensible, las preocupaciones sobre cómo esto afectará la experiencia del viajero son válidas. En un 2023 donde la privacidad se ha convertido en un tema candente, ¿realmente queremos que nuestras vacaciones sean un motivo de desasosiego administrativo?
Fricciones con el sector turístico
Desde la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV) hasta la Confederación Española de Hoteles, muchos en el sector han catalogado esta normativa como «inaceptable». Sin embargo, no es que ascender al nivel de «inaceptable» sea algo nuevo en la burocracia española.
Recuerdo la primera vez que traté de organizar un viaje escolar. Entre coordinaciones, permisos y hojas informativas, la logística se sentía más como un ejercicio de limbo que de planeación. Ahora imagina lo que es para una PYME tener que enfrentarse a un océano de papeleo, donde el 95% del sector turístico se compone de pequeñas y medianas empresas. ¿Alguien tiene un chicle para aliviar esta tensión?
El reto tecnológico es otro tema. La plataforma SES.Hospedajes diseñada por el gobierno requiere habilidades digitales que no todos los pequeños negocios poseen. Y ya sabemos que no todos los padres de familia son digitales nativos, así que imagina a un pequeño hotel, cuya propiedad está en manos de un matrimonio que lleva décadas sin manejar más que un teléfono de línea fija.
¿Es esto realmente un paso hacia adelante?
Es comprensible que la seguridad en un mundo donde el crimen organizado y la terrorismo son amenazas presentes sea prioridad, pero también es importante preguntarse si este enfoque no está comprometiendo la experiencia del viajero. Y vaya que tenemos reservas sobre esto. Las críticas no se han hecho esperar, y mientras el gobierno habla de seguridad, el sector habla de inseguridad jurídica y falta de adecuación tecnológica.
Un dilema moderno
No cabe duda de que, en el mundo moderno, los datos son poder. Pero, ¿cuánto poder debemos entregar sobre nuestras vidas cotidianas? En un viaje reciente a un pequeño pueblo costero, me encontré con un atento posadero que me ofreció una cena y un tiempo en su jacuzzi, en lugar de requerir la presentación de un documento de identidad. Ambos disfrutamos de una conversación agradable, y por un momento, el mundo se sintió más humano.
Esa experiencia es precisamente lo que muchos viajeros pueden perderse ante esta nueva normativa. Mientras se cargan de burocracia, las pequeñas empresas corren el riesgo de alejar a los viajeros, quienes podrían optar por destinos más sencillos —donde el único registro que necesitan es el que las papas fritas hacen en su estómago.
La lucha por un diálogo productivo
A pesar de las preocupaciones y la neblina de burocracia que alberga esta norma, hay quienes abogan por el diálogo. Ya se han presentado diversas estrategias por parte del sector para solicitar propuestas que garanticen la seguridad jurídica y la sostenibilidad del sector. El presidente de CEAV, Jorge Marichal, está decidido a encontrar una solución que beneficie a todos.
La pregunta es: ¿quién escucha? Es más fácil ignorar el murmullo de las pequeñas empresas que rasgarse las vestiduras por un cambio que podría producirse en el momento menos esperado. Sin embargo, la realidad es clara: si la industria se siente asediada, los viajes seguirán siendo una razón de estrés y no de placer.
Conclusión: La balanza de seguridad y comodidad
En una época donde la seguridad y la privacidad son más importantes que nunca, ¿puede la llegada del nuevo Registro de Viajeros ser lo que realmente necesitamos? Quizás, la respuesta se encuentre en un equilibrio que permita proteger y disfrutar de la experiencia de viajar sin caer en el abismo de la burocracia. Después de todo, viajar debería ser sinónimo de libertad, experiencias auténticas y, sobre todo, de momentos memorables que nos saquen una sonrisa.
Dejemos a los turistas disfrutar de un buen viaje sin tantas complicaciones. Porque si la burocracia se convierte en un tema de conversación en un bar, es un claro indicativo de que algo no está funcionando como debería. Así que, a disfrutar de los viajes, la buena compañía y, si toca, una conversación sobre las vivencias más absurdas que hemos tenido en medio de una montaña de papeles.