El inicio del nuevo curso escolar en Madrid nos ha traído una noticia que ha generado revuelo en toda la comunidad educativa: la vuelta a la jornada partida en los nuevos colegios y la inclusión del primer ciclo de Secundaria en estas instituciones. Este movimiento, anunciado por Isabel Díaz Ayuso, ha sido recibido con aplausos por parte de muchas familias, aunque también ha suscitado críticas por parte de docentes y sindicatos.
Como educador y padre, no puedo evitar sentirme atrapado entre estas dos corrientes. ¿Quién no ha pasado horas buscando una solución para la eterna pregunta de qué hacer con nuestros niños tras la jornada escolar? Así que acompáñame en este recorrido por las implicaciones de esta medida, con un poco de humor y una pizca de empatía. ¡Comencemos!
El trasfondo de la jornada partida
¿Por qué regresar a la jornada partida?
La jornada partida se define como aquella en la que la jornada escolar se divide en dos segmentos: una sesión de clases por la mañana, seguida de un descanso prolongado que puede incluir tiempo para comer, y luego una sesión adicional por la tarde. Según el consejero de Educación, Emilio Viciana, esta decisión responde a una profunda preocupación por el bienestar de los niños. Al parecer, el panorama actual muestra a niños que pasan más tiempo fuera del colegio, corriendo el riesgo de caer en hábitos poco saludables.
Aquí entra en juego una reflexión que me quedó pegada tras escuchar esto: ¿Cuántas de esas horas las pasan solos, comiendo exprés entre videojuegos y pantallas? ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? En un mundo donde muchos padres tienen que trabajar, a veces hasta el agotamiento, la vuelta a la jornada partida parece ser un salvavidas. Pero, ¿realmente es suficiente?
Una aproximación a los nuevos modelos educativos
Viciana también menciona una necesidad de proteger a los niños, algo que, supongo, todos podemos respaldar. La propuesta promete que los nuevos centros de Educación Infantil y Primaria no solo tengan espacio para los primeros y segundos cursos de ESO, sino que también busquen mejores condiciones de vida y de educación integral. Sin embargo, es fundamental preguntarse si simplemente extender el horario escolar es la respuesta adecuada o si solo estamos camuflando un problema más profundo, como la falta de recursos para actividades extraescolares efectivas.
Además, esta medida plantea interrogantes más lejanos: ¿los colegios ya existentes podrán adaptarse a esta nueva dinámica? La respuesta, afortunadamente, parece ser un “sí” condicionado. Los colegios que ya están en funcionamiento podrán solicitar el cambio si lo desean, se les apoyará con actividades que faciliten esta transición y, sin presión, se intentará incentivar los centros que ya tienen jornada continua.
Las voces de la oposición: preocupaciones legítimas
¿Un cambio necesario o un parche?
Los sindicatos no han perdido la oportunidad de criticar esta decisión. Argumentan que faltan recursos y que la bajada de ratios no ha sido «real». Y aquí surge una pregunta intrigante: ¿es realmente posible implementar esta jornada partida sin los recursos y apoyos necesarios para que tenga efecto? Los mismos profesionales que están en el aula son los que pueden señalar los agujeros en una estrategia que, vista desde afuera, puede parecer brillante.
Viciana, anticipo su respuesta: “¡Pero si estamos haciendo un esfuerzo tremendo!”. El desafío aquí no es solo la implementación, sino también la percepción de que se están haciendo esfuerzos reales por mejorar la calidad educativa. En un clima donde la educación está bajo constante scrutinio, es crucial que los docentes sientan que sus voces son escuchadas, y no solo como eco de decisiones políticas.
La reducción de pantallas: una táctica polémica
Otra de las áreas que se menciona en la conversación que rodea a este tema es la restricción de pantallas en el aula. Desde 2021, Madrid ha adoptado políticas que abogan por limitar el uso de dispositivos móviles. La intención es buena, pero en la práctica, ¿sabemos cómo va a implementarse? Durante la pandemia, muchos descubrimos que si no hubiéramos tenido tecnologías disponibles, la educación habría sido prácticamente imposible. Así que, ¿estamos sacrificado una enseñanza moderna en el altar de la nostalgia por los libros de texto?
Se vuelve esencial encontrar un equilibrio. Las pantallas tienen un lugar en la educación del siglo XXI, pero la clave radica en saber cuándo y cómo emplearlas. Personalmente, recuerdo esa sensación infrecuente pero intensa de abrir un libro de texto antiguo, con olor a historia. Esa conexión es invaluable. Pero, ¿puede coexistir con recursos digitales también efectivos?
Retos y oportunidades en el horizonte
La demanda de formación profesional (FP)
A medida que nos sumergimos en este nuevo ciclo escolar, surge una pregunta que se cierne en el aire: ¿Hay suficientes plazas de FP? La respuesta parece ser un «sí», hasta ahora con 13,200 plazas disponibles. Sin embargo, ¿serán suficientes para atender la creciente demanda? Conforme la dirección educativa avanza, el mundo laboral también está cambiando rápidamente, demandando perfiles profesionales que la FP debe estar lista para ofrecer.
Evaluación y gestión de la Ley de Universidades
Y, por supuesto, otro de los temas candentes es la Ley de Universidades. Actualmente, se encuentra en un proceso de consulta, donde diferentes voces tienen la oportunidad de incidir en su desarrollo. Pero, ¿es realmente consultiva o solo una ilusión para dar un aire de democracia? La participación de rectores, sindicatos y otros grupos puede ser un paso positivo, pero hay que estar alerta para que no se convierta en un conjunto de compromisos vacíos.
El delicado equilibrio entre autoridad y contenido
Una de las críticas que ha recibido la educación en Madrid es su enfoque en la historia y otras asignaturas. A pesar de que el currículo se mantiene, hay un debate en torno a la calidad de lo que se enseña y cómo se enseña. Aquellos que crecen en este entorno educativo no solo necesitan conocimientos técnicos; también deben desarrollar habilidades de crítica, creatividad y pensamiento analítico. La educación ha de ser integral.
Conclusiones: un futuro en reconsideración
Así que, aquí estamos, al borde de una nueva era en la educación madrileña. La jornada partida se plantea como una solución viable para muchos de los problemas que enfrentan los niños en la actualidad. Si se implementa correctamente, podría servir para propiciar un entorno más seguro y rico en oportunidades. Pero, al igual que girar la tapa de un tarro de mermelada: a veces puede parecer sencillo, pero hay que saber cómo abordarlo.
¿Es esta medida la panacea que resolverá todos nuestros problemas educativos? Probablemente no. Pero al menos es un paso hacia una conversación más amplia sobre cómo queremos estructurar nuestra educación, un debate necesario en el que todos, desde padres hasta educadores, debemos ser partícipes.
Así que aquí estamos, abrazando el cambio con la esperanza de que sea para bien, aunque con un brillo de escepticismo. ¿Qué opinas? ¿Estamos listos para una jornada partida o es solo otro intento de saltar a la salida? ¡Dejemos la puerta abierta para el diálogo y la mejora continua!