Si alguna vez has estado en una multitud, ya sabes que el ruido puede ser aplastante. La gente grita, ondea sus pancartas e intenta hacerse oír en medio del caos. Sin embargo, hay algo increíblemente poderoso en la quietud. En medio de un mar de gritos, la voz del silencio a menudo resuena con la mayor claridad. Así fue lo que experimenté en enero de 2017, cuando conocí a Dave Bojanowski, un hombre cuya pancarta decía simplemente: “Really?” (“¿De verdad?”). Era un momento que encapsulaba la incredulidad que sintieron muchos en una época de polarización política extrema. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Vamos a analizarlo juntos.

¿Qué ocurrió en esa fría mañana de enero de 2017?

Imagina la escena: la explanada frente al Capitolio de Washington repleta de miles de personas, la mayoría emocionadas, algunas furiosas, y otras simplemente allí para hacer ruido. En medio del torbellino, un hombre caminaba tranquilo, sosteniendo una pancarta que parecía más un susurro que un grito. Viniendo de un entorno de conservación rural en Nueva York, Dave no buscaba confrontación. En cambio, buscaba entender, reflexionar y, quizás, reconstruir un puente que se había agrietado.

Por supuesto, la transición de Barack Obama a Donald Trump no fue un simple cambio de liderazgo, sino un cataclismo que dejó a muchos preguntándose cómo y por qué. Sí, Trump ganó la elección, pero perdió el voto popular por casi tres millones. Su discurso inicial no fue más que un recordatorio de cuán alejados parecían estar los ideales de su administración de lo que muchos consideran el verdadero espíritu estadounidense.

Entre el enojo y el miedo

La vida durante esos cuatro años ha sido una montaña rusa. Desde el caos que rodeó la Casa Blanca hasta la pandemia que sacudió al mundo, aquellos que se oponían a Trump sentían que estaban en un constante estado de alerta. Las voces de desacuerdo, que anteriormente podían sentirse cómodas expresándose, comenzaron a silenciarse por miedo a represalias, tal como Dave reflexionó en una conversación reciente. “No sé si esta vez llevaría un cartel de protesta porque creo que tendría miedo”, confesó.

Esto nos lleva a una pregunta interesante: ¿cómo se transforma el activismo cuando el temor comienza a dominar el diálogo? Bueno, a medida que Trump regresaba a la presidencia, se hacía evidente que muchos que alguna vez fueron valientes se sentían ahora como Dave: inseguros y vulnerables.

La resistencia 2.0: ¿una lucha más fuerte o una represión más dura?

Parece que con cada nuevo mandato, los problemas parecen escalar en lugar de resolverse. La resistencia que originalmente tomó forma en 2017 ahora se enfrenta a un panorama aún más complicado. La expresión “la resistencia 2.0 va a ser muy diferente” resuena, no solo por el propio Trump, sino por un partido republicano que ha consolidado su control a través de la política de MAGA (Make America Great Again).

El poder de un equipo radical

El nuevo gabinete de Trump no es solo un grupo de personas que se reencuentran con viejos amigos. Muchos de estos nombramientos están rodeados de controversia, careciendo de las calificaciones que uno esperaría. Desde Pete Hegseth, ex presentador de Fox News con un historial más notorio que ejemplar, hasta Tulsi Gabbard, quienes ahora votaron por el lado oscuro de la política. La pregunta se plantea: ¿Es este el rumbo que queremos?

Y como quien dice, «el conocimiento es poder», observemos a personajes como Kash Patel, que no solo asumen roles políticos críticos, sino que desde un principio han manejado la agenda política como si fuera un juego de ajedrez. Ellos son el reflejo de una dinámica política que se siente cada vez más ajena a los ideales de moderación y diálogo constructivo.

Un viaje a través de la historia

Mirar hacia atrás en los últimos años es como abrir un viejo álbum de fotos, donde cada imagen encapsula un momento crítico. La memoria de aquellos primeros días de la presidencia de Trump es vívida. Recuerdo mi propia incredulidad por cómo la política se había convertido en un fenómeno mediático casi de reality show. Las palabras agudas y las bravatas reemplazaron las discusiones de fondo.

¿Y qué decir de las instituciones democráticas? La fortaleza de esos pilares está en entredicho. Al hablar con expertos, queda claro que hay un temor palpable sobre lo que se avecina. Comparaciones con gobiernos autoritarios crecieron, y con razón. Preguntas que solían ser teóricas se convirtieron en una preocupante realidad. ¿Estamos en camino de ser más como Polonia o Hungría? La paradoja es aterradora.

La esperanza a través del miedo

Sin embargo, mientras hablo con personas como Dave y escucho sus preocupaciones, hay un hilo constante de esperanza. “No creo que la mayoría del pueblo estadounidense quiera estar dividido”, me dice. Y quizás ahí radique la verdadera fuerza del espíritu estadounidense. A pesar de las divisiones y la agitación, hay una cruzada por la unidad que parece resistir al tiempo.

A veces, incluso en momentos oscuros, emergen pequeñas luces. Los jóvenes, por ejemplo, han demostrado ser un bastión de cambio. Su deseo de autenticidad y conexión humana es un poderoso recordatorio de que no todo se ha perdido. Tal vez la próxima generación pueda finalmente tomar las riendas de una política menos polarizada y más inclusiva.

Reflexiones finales: ¿qué podemos aprender del pasado?

Cada experiencia es un maestro, aunque a veces sus lecciones sean difíciles de asumir. Al volver a hablar con Dave, me doy cuenta de que su pancarta de “Really?” no es solo una pregunta, sino un llamado reflexivo a quienes están dispuestos a escuchar. La incredulidad frente a un sistema político disfuncional es válida. Pero, al mismo tiempo, el desafío es cómo respondemos a esa incredulidad.

Con un futuro incierto y los ecos del pasado aún resonando, la pregunta sobre qué camino tomará Estados Unidos se vuelve cada vez más relevante. En lugar de perderse en la desesperanza, quizás es tiempo de recordar que, en el caos, hay oportunidades de reconstrucción y diálogo.

Si una lección puede extraerse de toda esta turbulencia, es que el respeto y la empatía son fundamentales. Y mientras la gente como Dave continúe caminando, pancartas al viento o no, el mensaje de reflexión y entendimiento debe mantenerse vivo.

Porque al final del día, las palabras y las acciones importan. Así que la próxima vez que sientas la urgencia de gritar, ¿no sería mejor quizás sentarse, respirar profundo y preguntarte: “¿Qué podemos aprender de esto?”