En un mundo cada vez más interconectado, donde la información es tan abundante como confusa, la ciencia se ha convertido en una brújula indispensable para la toma de decisiones. Pero, ¿qué sucede cuando esa brújula se encuentra en un mar de incertidumbre política? Esta es la pregunta que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, intenta responder con su reciente anuncio de la creación de la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico (ONAC). Sí, lo sé, el nombre puede sonar un poco a “organización de club de entusiastas del laboratorio”, pero lo que realmente está en juego es mucho más profundo.
La apuesta por la ciencia en el Gobierno
Ubicar a 22 asesores científicos en los diferentes ministerios no es solo un acto simbólico, es una declaración de intenciones. En un contexto donde el creacionismo y las dudas sobre la ciencia han surgido como parte del discurso político, esta iniciativa busca devolver a la evidencia y la razón a la mesa de decisiones. ¡Por fin, un soplo de aire fresco! O al menos eso esperamos.
Un grupo diverso y capacitado
La elección de estos asesores no fue un asunto trivial. Se revisaron 1.601 solicitudes y de ahí, solo 22 afortunados vieron su nombre en la lista de los nuevos “conectores honestos”, como los llama la ONAC. Pero no se engañen, esto no es un reality show donde los mejores ganan un viaje a la Isla de las Tentaciones, sino un proceso selectivo severo.
Este grupo incluye a 12 mujeres y 10 hombres, con una considerable experiencia en el ámbito de la investigación. ¿Mi anécdota aquí? Recuerdo cuando estaba en la universidad, y llegué a la conclusión de que los científicos podían ser personajes de películas de ciencia ficción, pero en realidad son personas como tú y yo, preocupadas por el futuro del mundo, pero con más laboratorio en su vida diaria.
La ciencia como salvavidas en tiempos inciertos
La decisión de incorporar a estos asesores se sitúa en un contexto de ataques a la ciencia por parte de ciertos sectores políticos. En particular, a raíz de declaraciones de figuras reconocidas, como el exministro del PP Jaime Mayor Oreja, quien defendió el creacionismo frente a la teoría de la evolución. ¿De verdad estamos todavía en eso? Es como si volviéramos al siglo XIX con una máquina del tiempo, pero en vez de ser algo emocionante, es más bien preocupante.
La creación de la ONAC es un paso hacia adelante para disminuir la desinformación que, a menudo, puede surgir en decisiones políticas. Ahora, quizás se pregunten: “¿Realmente estos asesores tendrán impacto?”. Bueno, la ONAC busca fomentar un entorno donde legisladores y científicos puedan comunicarse sin miedo a tener “preguntas tontas”. ¡Ah, la dulzura de poder preguntar sin miedo!
Un modelo que funciona
Este enfoque no es nuevo. Países como Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, y Nueva Zelanda ya han establecido modelos similares para integrar la ciencia en la política. En esos lugares, las recomendaciones de los asesores científicos han influido profundamente en la formulación de políticas públicas. ¿Y a mí quién se me ocurre preguntar en la oficina si no fuimos a la misma escuela que ellos?
En el caso de España, la ONAC cuenta con un presupuesto anual de dos millones de euros y busca establecer un clima de confianza entre los políticos y los científicos. Para muchos, esta suma puede parecer baja, pero en el mundo de la ciencia – donde cada probeta parece costar tanto como un coche nuevo – es un capital considerable.
Hacia una política informada por la evidencia
Una de las grandes metas de la ONAC es instaurar lo que se conoce como una cultura de política pública informada por la evidencia científica. Esto significa que las decisiones no se tomarán al azar o basadas en dogmas, sino que estarán fundamentadas en datos y análisis rigurosos. Como cuando decides qué restaurante elegir; no vas a un lugar al azar sin mirar las reseñas, ¿verdad?
¿Qué opinan los expertos?
El Grupo de Trabajo para el Asesoramiento Científico, formado por diversas instituciones como COSCE y CRUE, ha respaldado esta iniciativa. Así que, antes de que alguien levante su voz en contra, lo mínimo que podemos hacer es escuchar a quienes saben del tema. Además, hay un centenar de expertos independientes que han participado en el proceso de selección. Las decisiones no están basadas en ocurrencias, sino en una revisada estricta de perfiles académicos.
Pero, seamos honestos: esto será un camino lleno de obstáculos. La integración de la ciencia en la política puede ser vista, por dificultades que existen en la administración pública, como una idea futurista. No es fácil introducir una cultura basada en la evidencia en un sistema donde las decisiones a menudo dependen de la popularidad, las encuestas y, seamos sinceros, las tendencias de las redes sociales.
Los desafíos del escepticismo
Los nuevos asesores enfrentarán un gran desafío: vencer el escepticismo que reina en ciertos sectores. Las críticas no tardaron en llegar, y podemos imaginar que en los pasillos del Gobierno se darán charlas como: «¿por qué necesitamos científicos si tenemos a los expertos de la tele?» Es un verdadero dilema.
El miedo a hacer preguntas simples o a ser ridiculizado por no entender un tema complejo puede ser un gran obstáculo para los políticos. Por eso, la ONAC tiene como objetivo que estos “conectores honestos” fomenten un ambiente donde se valore la curiosidad y no haya más “preguntas tontas”. ¿Te imaginas? Un mundo donde los políticos se atrevan a preguntar y se sientan seguros de expresar sus dudas. Es casi como pedir a un gato que no se sienta superior sobre un perro.
La necesidad de un cambio de mentalidad
Es vital que la política española reconozca las aportaciones que la ciencia puede hacer a la toma de decisiones. Tal vez haya quienes crean que esto es solo un capricho de Pedro Sánchez, pero si miramos las oleadas de desastres naturales y los dilemas sociales y sanitarios que enfrenta el país, la evidencia científica debería ser el modelo a seguir.
Recuerdo una conversación con un viejo amigo que era escéptico sobre la efectividad de las vacunas. Tras varias discusiones informadas, realmente comenzó a cuestionarse. ¡Ese es el poder del conocimiento! Y si las decisiones políticas se adaptan a esta filosofía, podríamos estar ante el nacimiento de políticas más eficaces y adaptadas a las necesidades sociales.
El futuro es incierto, pero prometedor
Como todo en la vida, la creación de esta nueva oficina tiene un aire optimista, pero también una nube gris de incertidumbre. De nada servirá que existan estas posiciones en los ministerios si luego no se toman en cuenta las recomendaciones. Es como tener un piloto de avión experto, pero si el capitán del vuelo decide seguir su propio camino sin escuchar, el resultado puede ser un desastre.
Y mientras tanto, el tiempo avanza. La sociedad demanda respuestas, tanto a las crisis medioambientales como a aquellos problemas que nos afectan a diario. Solo con una política informada por la ciencia podemos encontrar soluciones reales y duraderas. Cada decisión tomada sin la colaboración de la ciencia es como tratar de navegar en un mar de niebla sin brújula.
Conclusión
La creación de la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico me hace sentir optimista sobre el futuro de la interacción entre la ciencia y la política en España. No prometo que todo será perfecto de la noche a la mañana, pero al menos podemos esperar que haya un cambio hacia una política más informada y respetuosa con la evidencia. Quizá, algún día, nos sentemos a brindarle a nuestros científicos en el Gobierno, como si estuvieran en una ceremonia de premiación, porque en última instancia, todos somos responsables de la dirección que tome nuestro país.
Así que, ya lo sabes, la próxima vez que veas a un científico en un ministerio, recuerda: no es solo un “sabio” con bata de laboratorio, es un conector honesto que busca hacer de nuestro mundo un lugar mejor. ¡Salud por la ciencia!