La administración de Donald Trump ha prometido una gran ofensiva contra la inmigración. Recuerdo aquella noche de noviembre, cuando Trump ganó las elecciones, y la ansiedad que se apoderó de muchos de nosotros: ¿qué pasaría con nuestros amigos y familiares que habían compartido sus sueños en este país? Dos años después, las cifras de deportaciones han llegado a ser un tema candente. Sin embargo, al revisar los datos más recientes, parece que las promesas de «la mayor deportación de la historia» no están cumpliendo con lo esperado.

Las cifras que hablan: ¿realmente estamos ante una ola de deportaciones?

En un giro inesperado, las cifras de deportaciones del primer mes de la segunda presidencia de Trump revelan que 37,660 personas fueron deportadas por la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Si bien este número puede sonar impresionante, se encuentra a un 35% por debajo de lo que se reportó en el último año de la administración de Joe Biden, que tuvo un promedio de 57,000 deportaciones mensuales. ¿Cuántos de nosotros sabemos lo que realmente implica una cifra así? Me imagino que muchos no han tenido que enfrentar la balanza de la deportación, pero, como mencioné antes, algunas personas que conocía se sintieron al borde de un abismo.

Los ajustes en la administración de Trump

La sorpresa de las cifras llevó al ejecutivo de Trump a hacer cambios drásticos en la cúpula del ICE, buscando mejorar una maquinaria que parece no estar funcionando. ¿Puede una simple reorganización de personal realmente ayudar a cumplir con los objetivos? Caleb Vitello, quien estaba al mando del ICE, fue puesto a un lado, mientras que la administración se esfuerza por afirmar que serán más efectivos en el futuro. Esto no era más que una movida política típica, y no me sorprendería que muchos se sintieran frustrados al ver que los cambios no siempre producen resultados inmediatos.

La retórica política y las consecuencias prácticas

El discurso político en torno a la inmigración ha fomentado un efecto de miedo. La portavoz de Seguridad Nacional, Tricia McLaughlin, incluso se atrevió a describir las cifras de Biden como “artificialmente altas”. Este juego de palabras es comparable a esa vez que intenté convencerme a mí mismo que la comida chatarra era “mejor” porque estaba hecha con ingredientes “naturales”. Pero en ambas situaciones, los números son solo eso: números. Al final, la realidad puede ser muy diferente de lo que se presenta.

Trump ha prometido centrarse en los “criminales más peligrosos”, pero muchos de los que están siendo deportados ni siquiera tienen antecedentes penales significativos. Esto provoca una creciente ansiedad entre aquellas comunidades que ya están en la observación del gobierno. Y, ¿qué pasa con aquellos que han iniciado trámites de asilo? Simplemente se encuentran atrapados en un limbo legal; una especie de juego de jenga donde los bloques son vidas humanas, llenas de sueños y esperanzas. ¿Es justo esto?

Un vistazo a la historia: ¿dónde hemos estado?

Las políticas de inmigración de Barack Obama también están en el punto de mira, siendo uno de los presidentes que más deportaciones realizó en la historia de EE. UU. Es irónico cómo las mismas prácticas se devuelven cuando el lado opuesto de la política toma las riendas. Hemos visto un ciclo de promesas y programas que abandonan a individuos en la frontera. Con el tiempo, todos hemos aprendido que la verdadera historia no siempre se encuentra en las cifras, sino en las vidas que hablamos.

La cultura de las deportaciones

La forma en que la administración de Trump ha tratado la inmigración va mucho más allá de las simples cifras. El ICE ha llevado a cabo operaciones que parecen más una cacería que un proceso judicial. Ventanas de detención en varios estados han sido ocupadas por personas que esperaban algo de esperanza, solo para ser llevadas lejos de su hogar. Guantánamo, por ejemplo, ha sido utilizado en ocasiones para la detención de venezolanos, una decisión que atrajo críticas a nivel internacional. ¿Acaso estamos ante una nueva forma de encarcelamiento, tan alejada de los principios de justicia que todos valoramos? ¡Y pensar que todo esto se presenta como “gobernanza”!

La importancia de la supervisión y la vigilancia

Un ajuste significativo en la administración fue el anuncio de que cada oficina del ICE debe cumplir con una cuota diaria de 75 detenciones. Como explicación de esto, Stephen Miller, conocido por su mano dura, argumenta que esta cifra es solo el mínimo. Si nunca has trabajado bajo un sistema que determina cuotas, es un poco como estar atrapado en una máquina de moler carne. El estrés de cumplir con las expectativas puede volverse abrumador y contraproducente.

Lo más inquietante es observar cómo esta política se puede traducir en el tipo de prácticas que ven a los seres humanos no como individuos, sino como números en una hoja de cálculo. La presión por alcanzar esos objetivos puede llevar a situaciones que roban la humanidad a quienes se ven envueltos. ¿Es eso lo que queremos para nuestro país: una sociedad donde el valor de una vida puede ser resumido en cuotas y estadísticas?

La visión hacia el futuro: ¿qué podemos esperar?

Con el cambio en la administración, están surgiendo voces que claman por un enfoque más amable. Las políticas antiinmigratorias de Trump, que comenzaron con una promesa de cumplir las reglas, han dejado una estela de incertidumbre y sufrimiento. En cuanto a los administradores que dirigen el barco ahora, ¿serán capaces de modificar el rumbo y adoptar un enfoque que busque la dignidad de todos los individuos?

El futuro de la política de inmigración en Estados Unidos no está grabado en piedra. La pregunta que más me inquieta es la siguiente: ¿seremos capaces de aprender de nuestra historia y diseñar un camino más justo y humano para aquellos que buscan una segunda oportunidad? La empatía debe asumir un papel preponderante en la formulación de políticas, y no podemos pasar por alto las experiencias de quienes se ven afectados por nuestras decisiones.

Reflexionando sobre nuestras acciones

Hacer cambios en la política de inmigración demanda esfuerzo e integridad. Debemos preguntarnos: ¿qué tipo de sociedad somos nosotros? La situación actual no es solo un problema de números; está relacionada con las vidas que se ven involucradas día tras día. La historia de las deportaciones en Estados Unidos es complicada, nublada por ideologías y a menudo marcada por el sufrimiento humano.

Como un amigo mío solía decir, «la política es un circo, pero a veces olvidamos que las vidas de muchas personas no son parte de la función, sino del costo». Hoy, mientras reflexiono sobre el camino que hemos transitado, me doy cuenta de que todos tenemos la responsabilidad de abogar por cambios significativos, más allá de las estadísticas y los informes.


En resumen, la administración de Trump está enfrentando desafíos inesperados en su objetivo de incrementar las deportaciones. A medida que los cambios dentro del sistema se implementan y las políticas se evalúan, me pregunto: ¿será posible encontrar un equilibrio que respete la dignidad humana, al mismo tiempo que se maneje la inmigración de manera justa? La respuesta podría definirse no solo por números, sino por la humanidad que todos llevamos por dentro.