La historia tiene una forma curiosa de repetirse, ¿verdad? A veces parece que, a pesar de los avances y el progreso, ciertos fenómenos perturbadores resurgen con fuerza en la sociedad. Uno de esos ejemplos es la creciente normalización de la ultraderecha en Europa, un fenómeno que ha cobrado especial relevancia en los últimos años. Hoy, me gustaría sumergirme con ustedes en este tema, explorar su desarrollo, sus implicaciones y reflexionar sobre nuestro papel como ciudadanos ante estos cambios.

Un vistazo a la historia de la ultraderecha en Europa

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el viejo continente ha sido testigo de diversas oleadas de partidos de derecha radical. El politólogo Cas Mudde identifica cuatro grandes periodos desde entonces.

Primera oleada: los legionarios del pasado (años 50)

La primera oleada se presenta en los años 50, cuando los remanentes de ideologías autoritarias trataban de resurgir con partidos neonazis y neofascistas. Imagínense a nuestros abuelos hablando sobre cómo tenían que luchar de nuevo contra las sombras del pasado.

Segunda oleada: el guante de la intelectualidad (finales de los 50 a principios de los 80)

La segunda oleada surge un par de décadas más tarde, impulsada por intelectuales que refinarían discursos antiinmigración, defendiendo postulados sobre el racismo cultural y la etnopluralidad. Aquí es donde el racismo se presenta con un lenguaje más “educado”, ¿no les recuerda a algunas discusiones contemporáneas?

Tercera oleada: el sinfín de la profesionalización (años 80 a 2000)

A medida que avanzamos hacia la tercera oleada, de los años 80 a los 2000, la profesionalización de la derecha radical se convierte en una tendencia. Los partidos comienzan a aplicar estrategias de campaña habituales y obtienen sus primeros éxitos electorales, todo ello envuelto en un discurso populista que enfrenta al pueblo contra las élites.

Cuarta oleada: el monstruo normalizado (desde 2000)

Finalmente, llegamos a la cuarta oleada, desde el año 2000, que se caracteriza por la normalización de ideas de la ultraderecha. Estos partidos se encuentran en posiciones políticas relevantes y, lo que es más alarmante, comienzan a moldear el discurso público.

Un claro ejemplo de este fenómeno es el Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ), un partido que ha escalado en las preferencias electorales a lo largo de los años. Pero, ¿por qué es tan importante lo que sucede en Austria para el resto de Europa?

La sanción de Europa: ¿dónde quedamos nosotros?

Históricamente, Austria fue pionera al recibir sanciones de otros países miembros de la Unión Europea (UE) en 1999 por forjar una coalición con el FPÖ. ¡Imagina cómo se sintieron los austriacos en aquel entonces! Millennials, ¿alguna vez se han sentido avergonzados por políticas ajenas que reflejan un carácter antidemocrático? Este sentimiento puede ser común entre una generación que ha crecido en medio de cambios sociales rápidos.

Aunque estas sanciones eran una advertencia para marcar posición respecto a los valores europeos, la realidad es que la coalición entre el ÖVP y el FPÖ perduró hasta 2007. Quizás la historia, como suele hacer, se repetía, pero esta vez con un toque diferente.

El canciller normalizador: ¿un nuevo escenario para la derecha?

En 2015, Austria enfrentó una nueva oleada de discursos xenófobos, especialmente tras la llegada de miles de refugiados. En ese momento, Sebastian Kurz, el ministro de Relaciones Exteriores, se alzó como el nuevo rostro conservador. ¿Quién no ha sentido la presión de ser el «primer de la clase» en un ambiente competitivo? Kurz lo comprendió bien, y su estrategia de “integrar hacia la derecha” le permitió captar el apoyo de sectores reacios a la llegada de refugiados y a las políticas progressistas de Ángela Merkel.

La estrategia fue clara: atraer a los que se sentían desbordados y encontrar un detalle en los discursos de la ultraderecha para presentarlos como una solución. ¡Brillante! Pero, ¿y la ética en todo eso?

Nacionalismo hipócrita: ¿dónde está la coherencia en el discurso?

El FPÖ no es simplemente un partido que grita eslóganes. Su discurso está empapado de nacionalismo hipócrita. Estas narrativas de pureza cultural se han posicionado como una fuerza poderosa, pero la revelación del llamado Ibiza-Gate nos mostró un lado oscuro. Imagina descubrir que las mismas personas que abogan por proteger «lo austriaco» están dispuestas a vender su alma a cambio de contratos con intereses ajenos. Hablamos de corrupción en su estado más explícito.

En 2019, las elecciones anticipadas mostraron una caída de 10 puntos para el FPÖ como resultado de esta crisis. Pero, ¿acaso el fin estaba cerca? Como ya sabemos, cinco años después, el FPÖ regresa con más fuerza, ¿no es irónico?

La recuperación del FPÖ: capitalizando el negacionismo

El actual líder del FPÖ, Herbert Kickl, se ha aprovechado de contextos adversos como la pandemia. En lugar de ser un simple espectador, su partido activó un sólido discurso anti-restricciones y se volvió una voz para aquellos que no comulgan con las políticas sanitarias. ¿Es esto populismo o simplemente una adaptación audaz a un contexto cambiante? La verdad puede estar en el ojo del espectador.

Esto nos lleva a una reflexión más profunda. La ideología que propaga el FPÖ se convierte en un caldo de cultivo perfecto para aquellos que abogan por la deportación masiva de no-nativos y que encuentran un sentido de pertenencia a través del rechazo de lo diferente.

La relación amistosa con Putin: ¿la nueva derecha europea?

Pero hay un elemento que distingue a la ultraderecha actual del pasado, y es su relación con figuras como Vladimir Putin. La retórica pro-Kremlin se encuentra muy presente en sus discursos. Mientras la Europa progresista condena las acciones de Rusia, los partidos de derecha radical abogan por una visión romántica del presidente ruso, presentándolo como un baluarte contra el progresismo. Esta relación plantea la pregunta: ¿estamos observando un nuevo tipo de división en el continente europeo?

Esta estrategia no solo se limita a Austria. Desde Italia hasta Hungría, los partidos de derecha han aprendido a usar el «miedo al otro» y las relaciones con líderes autoritarios como una manera de desafiar la narrativa de la UE. Es un juego arriesgado en un tablero que, honestamente, estaba presuntamente destinado a simbolizar unidad.

Reflexiones finales: ¿y nosotros qué hacemos frente a todo esto?

Aquí llegamos a la parte más importante de esta conversación. Con toda esta información flotando en el aire, ¿qué hacemos nosotros al respecto? La historia tiene un curioso hábito de repetirse, pero como ciudadanos conscientes, tenemos la responsabilidad de romper ese ciclo. La educación, la empatía y la ciudadanía activa son nuestras mejores herramientas.

La historia nos ha enseñado que la complicidad en silencio puede ser tan peligrosa como actuar. Los fenómenos de normalización de la ultraderecha no solo son un problema de Europa; son un desafío global que requiere nuestra atención. Reflexionemos sobre cómo podemos alzar nuestra voz y generar un cambio positivo.

Así que, mientras estudiamos la evolución de estos partidos y sus estrategias, recordemos que todavía tenemos el poder de decidir hacia qué dirección se mueve nuestra sociedad. La historia no puede ser cambiada, pero nuestro futuro sí. ¿Estamos listos para actuar?