La Navidad suele ser un momento difícil de encapsular en una sola palabra. Es una mezcla entre el consumo y el amor, entre los villancicos y las películas de Hallmark que estrenan todos los años, y, claro, las interminables reuniones familiares donde siempre hay un tío que empieza un monólogo sobre «los tiempos de antes». Pero este año, el mensaje del Rey Felipe VI ha traspasado el ambiente festivo habitual para hacer un llamado a la solidaridad y la responsabilidad social, algo que nos llega en un tiempo en el que parece necesario más que nunca.

En su mensaje navideño, Don Felipe se enfrenta a dos temas de gran peso: la reciente catástrofe provocada por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) y el ambiente polarizado que vive nuestra política. ¿Por qué traemos esto a colación? Porque, como diría cualquier abuelo en estas fechas, «no hay mejor momento que ahora para reflexionar».


Un punto de inflexión tras la catástrofe

La DANA ha dejado huellas profundas en las comunidades afectadas. Con más de 800,000 personas perjudicadas, la situación es material para cualquier reportero que busca un «scooper». ¡Increíble! El Rey no se ha quedado atrás y ha seleccionado una fotografía de uno de los pueblos afectados por la tormenta para ilustrar su mensaje, donde se ve la cooperación entre afectados, voluntarios y las Fuerzas Armadas. Con esto, se da un golpe en la mesa y dice: «¡Miren, esto es lo que podemos ser como sociedad!».

Yo mismo recuerdo cuando sufrí la catástrofe del 2000 en mi localidad. La vecina de al lado, que siempre se quejaba de lo mala que era la comida de la cafetería del barrio, se convirtió en la primera en abrir su puerta para ayudar a los que lo perdieron todo. Esas son las cosas que marcan. La solidaridad que surge ante la adversidad no se puede subestimar.

En el mensaje, el Rey hace un llamamiento a las instituciones y administraciones para que se enfoquen en lo que realmente les importa a la gente, en lugar de dejarse llevar por el ruido de fondo que generan las contiendas políticas.

«La discordia no puede convertirse en un constante ruido que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía».

Es fácil perderse entre discusiones sin sentido, pero es vital recordar que en la base de todas esas interacciones hay personas que buscan respuestas, apoyo y recursos. ¿No les da la sensación de que se ha olvidado un poco ese sentido de comunidad?


La voz de un Rey en tiempos de polarización

El Rey hace un reconocimiento claro: «Hemos comprobado y entendido la frustración, el dolor, la impaciencia». ¿No es refrescante escuchar a un líder que no solo habla, sino que también escucha? Esto contrasta con un ambiente político que a menudo parece más un espectáculo de teatro que un debate constructivo.

La Navidad es un momento de reflexión y, a veces, de desahogo—cada familia tiene al del «mejor» discurso de la cena, ¿verdad? Pero en este caso, el Rey se posiciona como un mediador que pide serenidad ante la «atronadora contienda política». Me hago la misma pregunta: ¿qué es lo más sensato que podríamos hacer como sociedad en este momento?

«No podemos permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía».

Felipe VI nos recuerda que, aunque las disputas políticas son parte del juego, debemos ser conscientes de que el bienestar de la ciudadanía debería ser nuestra prioridad. En esta línea, lanza una invitación a todos los actos de gobierno y oposición: que prevalezcan los diálogos serenos que conduzcan a soluciones efectivas.


La búsqueda del bien común

A menudo, nos olvidamos de que, al final del día, todos queremos lo mismo: un buen nivel de vida y la capacidad de soñar con un futuro mejor. No se trata solo de buscar beneficios individuales, sino de emplear nuestros recursos y esfuerzos en trabajar por un bien común. El Rey está claro en su mensaje: nuestra gran referencia siempre debe ser la Constitución de 1978.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿realmente entendemos el significado de la cohesión social? En mis momentos como blogger, he podido entrevistar a jóvenes de distintas comunidades. Y lo que he encontrado es una cierta desesperación, que resulta normal. Espacios para el diálogo son esenciales, y cuando ese diálogo se transforma en políticas, es cuando ocurre la verdadera magia.

En la actualidad, la juventud, que a menudo es retratada como apática o perdida, tiene el deseo, el coraje y las ganas de involucrarse. En sus palabras, el Rey dice: “La juventud que busca oportunidades y supera obstáculos a base de mérito y esfuerzo”. Yo lo he visto. Así que, si los jóvenes están dispuestos a dar este salto, ¿qué estamos haciendo nosotros para ayudarles?


Vivienda y solidaridad: el dilema de la juventud

Uno de los puntos más sonoros del mensaje del Rey es el relativo a la vivienda. Para muchos jóvenes, este es un tema doloroso y evocador. Las risas se disipan rápidamente cuando entra en la conversación el hecho de que la mayoría no puede permitirse vivir en las grandes ciudades.

Felipe VI hace un llamado explícito a los actores involucrados a “reflexionar” y “escucharse unos a otros”. Imaginemos un mundo donde las administraciones, los bancos y los jóvenes se sientan a la mesa. ¿Qué cambiaría?

A muchos de nosotros nos encantaría ver a un grupo de jóvenes levantando polvos de ladrillos por los aires para construir viviendas asequibles. En lugar de eso, la realidad es que muchos de ellos se sienten como si estuvieran atrapados en un laberinto sin salida.

El Rey también aborda la transición de las comunidades, como el modo en que la cooperación tras la DANA ha sido un símbolo del futuro que deseamos construir. ¿Qué pasaría si lleváramos esa chispa de solidaridad a cada uno de los espacios que habitamos? La solución puede estar más cerca de lo que pensamos.


La encrucijada de la inmigración

A medida que nos adentramos en un mundo en constante cambio, la inmigración emerge como un tema complejo que puede llevar a conflictos si carece de gestión eficiente. Felipe VI lo aborda señalando la “creciente inestabilidad internacional”. Lo que empezamos a notar aquí es que la inmigración no es un problema separado de la cohesión social; en realidad, está entrelazada con nuestro entendimiento del bien común.

Estamos en un momento donde no es solo cuestión de tener opiniones, sino de tener soluciones. He tenido conversaciones con amigos que tienen diferentes perspectivas sobre la inmigración. Mientras que algunos lo ven como carga, otros lo consideran enriquecimiento cultural. La clave, creo, está en saber escuchar el dolor, los sueños y las historias de los que llegan.

En su mensaje, el Rey también destaca que debemos defender los derechos humanos y el bienestar social. Es una gran responsabilidad, pero no debemos dudar en asumirla. Dicen que la vacunación social ocurre cuando todos estamos a bordo. Imagínense el contraste entre la imagen de un grupo de jóvenes ayudando a sus nuevos vecinos y el escenario de confrontación que hemos visto en algunos medios. ¿Qué lado elegimos?


Conclusiones que trascienden

A medida que avanzamos en este nuevo año, la importancia de las palabras del Rey Felipe VI resuena con un poder renovado. Solidaridad, unidad, serenidad y bien común son conceptos que dan forma a una sociedad que busca prosperar en la adversidad.

Me quedo con su frase sobre la necesidad de cultivar el espíritu de consenso y la responsabilidad de reflejar el bien común en nuestras decisiones políticas. Parte de mi trabajo, y el de todos, es recordar que somos parte de un todo, que nuestras acciones, tanto pequeñas como grandes, marcan la diferencia.

El Rey ha hablado, y su voz nos recuerda que la Navidad no es solo un momento para recibir regalos; es una oportunidad para dar, para construir, para sanar. Si todos hacemos nuestra parte, quizás el año que viene podamos sentarnos alrededor de la mesa y hablar de cómo hemos progresado juntos.

¿No les parece un hermoso sueño? Porque, al final, eso es lo que somos: una comunidad, unida en la esperanza de un futuro mejor.