74 años después de la liberación del campo de concentración más infame de la historia, Auschwitz se alza no solo como un memorial de las atrocidades pasadas, sino también como un inquietante recordatorio de que los ecos del odio aún resuenan en el mundo actual. ¿Cómo es posible que, después de tanto tiempo, el antisemitismo esté resurgiendo y que 56 guerras aún actúen como telones de fondo en la humanidad? Es una pregunta espinosa, y aunque podríamos culpar a las redes sociales o a las burbujas informativas, la realidad es que este contexto requiere nuestra atención.

Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto: 27 de enero de 1945, una fecha que debe grabarse en nuestra memoria colectiva. Pero, ¿realmente lo hacemos? ¿O simplemente hacemos un triángulo al calendario mercantil por el día de la memoria y dejamos que el resto del año pase sin reflexionar? Celebremos juntos el coraje de los sobrevivientes y recordemos que su lucha es también nuestra batalla contra la ignorancia y, en última instancia, el odio.

Un acto de memoria rodeado de conflictos

Este año, tres mil personas se congregaron en Auschwitz para conmemorar el 80 aniversario de su liberación, una multitud que incluía a miembros de la realeza y jefes de Estado, desde los Reyes de España hasta el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, entre otros. Y aunque sería fácil dejarse llevar por la solemnidad de la ocasión, hay que recordar que, en este caso, la solemnidad también es sinónimo de responsabilidad: no podemos permitir que la historia se repita.

¡Ah! Pero ahí agazapado, en la niebla de la historia, está el presente! El último Índice de Paz Global nos dice que 56 guerras están activas en 92 países. Eso es un ataque directo a la humanidad, y como quien siente el frío polar del invierno, no podemos cerrarnos en un caparazón. Celebrar la memoria sin actuar de manera activa ante el horror de la guerra y el odio es como planear una cena sin pensar en las consecuencias de una indigestión… es poco inteligente.

Recuerdos que chocan con la realidad

Durante la ceremonia, los supervivientes compartieron sus historias. Uno de ellos, Marian Turski, recordó su experiencia en el campo y alertó sobre el resurgimiento del antisemitismo. “Hoy, y ahora, vemos un enorme aumento del antisemitismo y es precisamente el antisemitismo lo que condujo al Holocausto”, sentenció. ¿Y cuántas veces hemos sido testigos de eso en las noticias? La veracidad de su declaración, lejos de ser un eco vacío, se convierte en un grito que debemos escuchar y atender. No podemos darnos el lujo de normalizar el odio.

Mi amigo Javier siempre dice que “lo que no se aprende en la historia, se repite en la sala de espera de un médico”. Es una forma divertida de recordarnos que esos patrones de comportamiento se repiten si no prestamos atención. Así que, ¿qué nos diría si escuchara las historias de estos supervivientes?

Reflexionando sobre el pasado

La ceremonia de este año estuvo marcada por momentos de profundo dolor y reflexión. Tova Friedman, una de las supervivientes presentes, compartió cómo su madre intentó justificar la desnudación en un campo de concentración, diciendo que “buscaban enfermedades”. Esa sensación de querer proteger a los más pequeños ante la crueldad del mundo me hizo pensar: ¿hasta qué punto llegamos para proteger a nuestros hijos de un pasado tan oscuro? ¿Realmente podemos?

Las emociones electromagnéticas de ese día son algo que invariablemente se nos queda grabado. Por un lado, estos recuerdos son parte del proceso de sanación, pero también están ligados a la lucha contra el odio en el presente. Ahí está la clave: recordar y actuar, no solo llorar por el pasado.

Ausencia notable en un acto de conmemoración

Uno de los detalles que llamaron la atención fue la ausencia de figuras notables como Elon Musk, quien había estado presente en la ceremonia de los 75 años. El hecho de que Musk haya expresado opiniones cuestionables en días anteriores sobre la historia alemana y la culpa pública fue un recordatorio de que el liderazgo, incluso en los niveles más altos, puede ser irresponsable. En un mundo donde la influencia de las celebridades y las personalidades mediáticas convive con el dolor de la historia, ¿cómo decidimos quiénes deben ser nuestros representantes?

Una lección en el acto de recordar y conmemorar es que debemos estar bien informados y ser responsables con nuestras palabras y acciones. Hay que tener cuidado con lo que se dice y las consecuencias de tales palabras. ¿Acaso podrían influir en otros, incluso en aquellos que no saben sobre el horror que precedió a nuestra era?

Cruzando puentes de dolor y esperanza

A medida que finalizaba el acto, los supervivientes rindieron tributo a sus compañeros con flores y velas. Fue un momento conmovedor que nos recuerda que, aunque el dolor de la pérdida persista, esa memoria se convierte en un puente que conecta generaciones. Al hacerlo, también enviaron un mensaje inquebrantable de unión, demostrando que esa memoria colectiva se puede transformar en un deseo de construir un futuro más pacífico.

¿No es acaso eso lo que todos queremos? Un mundo donde la violencia, la ira y el odio sean la historia, donde el conflicto no forme parte de nuestros planes. Es esencial reflexionar sobre cómo podemos ser agentes activos en la lucha contra el odio en nuestras propias comunidades.

Hacia el futuro: el legado de la memoria

Tal vez no podamos cambiar el pasado, pero nuestra actitud y acciones en el presente son el motor para moldear el futuro. Los testimonios, como los de Leon Weintraub, quien instó a la juventud a hacer “frente a todo tipo de expresiones de intolerancia”, son un claro llamado a la acción. Si nosotros, como sociedad, no tomamos en serio esa responsabilidad, ¿qué legaremos a las futuras generaciones?

Recordemos que mientras algunos grupos ya están alborotando las calles con eslóganes que evocan el pasado, el compromiso con la memoria se convierte en más relevante que nunca. Como decía un profesor mío, “el conocimiento es un triángulo equilátero: hay que educar, recordar y actuar”.

Así que, hagamos un trato: en este día de memoria, haremos un esfuerzo consciente de que el legado de Auschwitz no solo se escuche en las paredes de un campo de concentración, sino también en nuestra vida diaria. Recogemos la antorcha y la pasamos, no solo hacia atrás para honrar las víctimas, sino hacia adelante, para luchar contra el odio que, tristemente, aún persiste en muchas formas.

Quizás, después de todo, el acto de recordar no es un viaje al pasado, sino un viaje hacia un futuro mejor. Una razón más para seguir hablando de Auschwitz, de nuestras experiencias, de nuestras luchas y de la humanidad misma. Nunca olvidemos. Nunca más.