La intolerancia es un virus que, como saben muchos, se cuela en las venas de nuestra sociedad como el café del lunes por la mañana: amargo y difícil de digerir. En un momento donde la humanidad debería estar unida por valores de respeto y diversidad, España vive un momento alarmante al citar en calidad de investigados a dos dirigentes ultras tras una manifestación neonazi en Chueca, un barrio emblemático de Madrid.
En este artículo, desmenuzaremos los detalles de esta marcha, analizaremos los personajes que están detrás de ella y reflexionaremos sobre el impacto que estos eventos tienen en la sociedad actual. Y si no te interesa, ¿no te has dado cuenta de que estás ya demasiado inmerso en el oscuro mundo del extremismo? ¡Vamos a ello!
Una marcha que resonó en el corazón de Chueca
La noticia se desató como pólvora en redes sociales y medios de comunicación. En septiembre de 2021, un grupo de aproximadamente 200 ultras decidió dar un espectáculo de desprecio a la diversidad humana, gritando lemas como “fuera maricas de nuestros barrios” y “fuera sidosos de Madrid”. Este tipo de actos son el equivalente a poner un extintor en una casa en llamas: no ayudan, y solo ahogan a todos los que se encuentran en su camino.
El trasfondo de la marcha: ¿qué hay detrás del odio?
Un fenómeno creciente: el extremismo en Europa
La marcha fue convocada por la Asociación de Vecinos San Blas-Canillejas bajo el lema Di no a las Agendas 2030-2050, lo que nos muestra que el extremismo no suele andar solo, sino que va agarrado de la mano de la desinformación. Sin embargo, la Agenda 2030 de la ONU tiene como objetivo promover la igualdad de género y garantizar un futuro sostenible, mientras que estos grupos parecen estar atrapados en un bucle temporal de siglos anteriores.
Recordemos que el extremismo está al acecho. A menudo, se disfraza con el velo de la libertad de expresión, pero ¿cuándo exclamar que sí a la libertad de unos significa discriminar a otros? Es una pregunta incómoda, pero necesaria.
Un recorrido por el lado oscuro de la política
Los nombres detrás de esta manifestación son igualmente inquietantes. El líder de la organización Valencia 2000, José Luis Roberto, de 70 años, es un personaje de cuidado. Tras ser llamado a rendir cuentas por presuntos delitos de discriminación, su historia se complica aún más al investigar sus vínculos con empresas de seguridad. ¿No les suena ese tipo de personajes a malvados de películas de acción? Claramente, la realidad supera a la ficción.
Por otro lado, tenemos a Alberto Ayala de Cantalicio, exjefe de Ultra Sur, quien también está en el ojo del huracán por ser el convocante de la marcha. Su asociación con otros grupos de extrema derecha, como Plataforma El Pueblo por la Verdad y Partido Orden y Ley (POLE), podría dar pie a una película de terror que dejaría a las audiencias pensando dos veces sobre su visión del mundo.
La empatía en tiempos de desdén
Mientras la comunidad LGTBI y sus aliados organizan eventos alegres y coloridos en Chueca, un pequeño grupo decide marchar con un aire de odio. Aquí es donde entra en juego la empatía: ponernos en los zapatos de los demás. Imaginemos a los vecinos del barrio de Chueca, aterrados al ver a estos ultras aparecer en su puerta con sus banderas y cánticos. Lamentablemente, no es la primera vez que la intolerancia asoma por la ventana de nuestra sociedad.
Historias de superación
He vivido en un barrio que, al igual que Chueca, se caracteriza por su diversidad. Me acuerdo clara y enérgicamente de una vez que, durante una celebración de orgullo, un grupo de personas decidió irrumpir en la fiesta. Muchos de nosotros estábamos tan emocionados por estar seguros y apoyarnos mutuamente que, a pesar del intento de alterar nuestra celebración, nos mantuvimos firmes y unidos. Las miradas aterrorizadas al principio se convirtieron en sonrisas valientes. El amor siempre triunfa sobre el odio. ¿Es que no es eso lo que todos queremos, al final?
Los riesgos de normalizar el extremismo
Como sociedad, no podemos permitirnos el lujo de volvernos indiferentes ante estos fenómenos. Normalizar eventos como la marcha de Chueca puede tener consecuencias desastrosas. La historia nos enseña que cada pequeña llama de odio puede convertirse pronto en un incendio. Y aquí es donde la mayoría de nosotros, que confiamos en la razón y el respeto, debemos actuar.
¿Qué podemos hacer?
- Educación: La clave está en educar y desmentir mitos que alimentan la intolerancia. ¿Sabías que muchos de los que gritan en contra del colectivo LGTBI están, en realidad, expresando sus propios miedos e inseguridades? Quien no conoce tiende a tener miedo y, por ende, a rechazar.
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Visibilidad: Necesitamos dar visibilidad a las comunidades que normalmente son marginadas. Compartir estas historias, por pequeñas que parezcan, puede cambiar percepciones.
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Fortalecer la empatía: El año pasado, me encontré en un café conversando con una amiga acerca de lo difícil que es encontrar personas que estén dispuestas a escuchar y entender. Puede parecer un vínculo trivial, pero es esta conexión humana la que puede cambiar corazones.
Al final, ¿qué estamos haciendo?
Hoy en día, es más fácil que nunca lanzar comentarios de odio desde la seguridad de nuestras pantallas, pero la verdadera valentía radica en enfrentar el odio con amor. ¿No sería maravilloso si en lugar de atizar llamas, pudieras ayudar a construir puentes?
Conclusión: un llamado a la acción
La cita de los dos dirigentes ultras en Madrid nos recuerda que el extremismo sigue latente, pero también nos ofrece una oportunidad dorada para reflexionar. La vida es breve y, como diría mi abuela, hay que hacer el bien mientras se pueda. A todos los que se esfuerzan en educar, construir puentes y trabajar en pro de la diversidad y la inclusión: son los verdaderos héroes en este mundo.
Así que, ¿qué decir al final? Que cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de actuar de manera individual, pero que juntos podemos ser un faro de esperanza en un mundo oscurecido por el odio. La próxima vez que veas a alguien gritar de odio, recuerda que hay personas a tu alrededor dispuestas a ofrecer amor, y quizás, solo quizás, ese amor puede ser la solución que todos necesitamos.