La violencia de género no tiene fecha de caducidad. Es un tema delicado, difícil de hablar y, a veces, invisibilizado, sobre todo cuando se refiere a mujeres mayores que han padecido años de sufrimiento en secreto. La Fundación HelpAge Internacional España y el Ministerio de Igualdad han lanzado una campaña para ayudar a estas mujeres a identificar si están en un entorno de violencia, un grito de auxilio que necesita ser escuchado con atención. ¿Por qué es tan crucial visibilizar estas experiencias? Vamos a desglosar este asunto con empatía, un toque de humor y, por supuesto, con el tono de conversación que invito a mis lectores a mantener.
Un amigo que no se olvida: la historia de Paloma
Conozco a Lucía desde que éramos pequeñas, y en numerosas ocasiones me ha contado historias que dejan una huella profunda. Una de las más impactantes es la de su amiga Paloma Delgado, quien experimentó un verdadero infierno durante su matrimonio. Imagine esto: diez días después de decir «sí, acepto», la vida de Paloma se transformó en lo que muchos denominarían un horror cotidiano. ¿Es posible que el amor se convierta en una prisión? La respuesta desafortunada es que sí.
Paloma ha tenido que revivir su dolor en varias ocasiones, no solo para encontrar apoyo, sino para educar a otros sobre la violencia de género. En su relato, ella es clara: no busca venganza, sino justicia y, sobre todo, un cambio duradero. Al hablar en las Cortes de Aragón, reclamó que las personas condenadas por violencia familiar deberían enfrentar las mismas restricciones que aquellos que han cometido delitos sexuales.
¿No es sorprendente que un maltratador pueda seguir influyendo en las vidas de niños y adolescentes? Imagina a un profesor que, mientras enseña, oculta un legado de violencia. Impresionante y aterrador, ¿verdad?
Leyes y realidades: el vacío en la protección legal
Uno de los aspectos más frustrantes de este tema es la ambigüedad legal que puede existir. El artículo 57 de la Ley Orgánica 8/2021 no proporciona la protección necesaria, y mientras las instituciones se llenan de buenas intenciones, la realidad para muchas mujeres permanece inalterada. ¿Cuántas veces hemos escuchado promesas que se desvanecen en el aire? A veces, parece que un discurso inspirador es todo lo que se necesita, y el cambio real queda aparcado en el camino.
Paloma ha relatado que su expareja, condenado por maltrato, puede tener un régimen de visitas con sus hijos, mientras que ella ha tenido que luchar arduamente por la seguridad de ellos. Esto me lleva a preguntarme: ¿es este el legado que queremos dejar a la nueva generación? No es solo una cuestión de derechos, sino de ética, de ¿hasta dónde llega nuestra responsabilidad como sociedad al permitir que los agresores sean educadores?
Historias en primera persona: el eco del sufrimiento
Cuando le pregunté a Lucía cómo había impactado la historia de Paloma en su visión de la violencia de género, me respondió con sinceridad. “Me di cuenta de que nunca se habla de las mujeres mayores que sufren maltrato. Pensamos que solo ocurre a las más jóvenes, pero eso es un error. La violencia no escoge edad”. Esto resuena con fuerza y revela una verdad cruda: el maltrato es atemporal.
Las mujeres mayores a menudo enfrentan un doble desafío, primero, la sociedad a veces las considera invisibles, y segundo, el estigma que acompaña al maltrato puede ser todavía más fuerte. ¿Acaso no deberíamos estar más atentos a estas realidades?
Un testimonio que no se olvida
Paloma presentó evidencia irrefutable de su sufrimiento: 37 vídeos y 18 horas de humillaciones. Me cuesta imaginar el valor que le costó compartir esos momentos tan dolorosos. La justicia, sin embargo, se mostró indulgente. La decisión de la Audiencia Provincial de Huesca de permitirle un régimen de visitas a su expareja, quien claro está, no ha mostrado ningún tipo de arrepentimiento, me parece una mala broma. Es como si, tras años de sufrimiento, la vida de Paloma se convirtiera en parte de un triste juego de poder.
A menudo, me pregunto: ¿cuántas Palomas existen en nuestra sociedad? Mujeres que, como ella, lidian con un pasado de dolor y que, a pesar de sus esfuerzos, ven cómo su agresor sigue siendo integrado en la sociedad. Paloma ha sido una guerrera, y su historia es solo la punta del iceberg.
Un cambio necesario: ¿hacia dónde vamos?
El hecho de que Paloma haya conseguido una audiencia en las Cortes de Aragón y haya ganado el apoyo del Defensor del Pueblo y otros partidos políticos es un rayo de esperanza. Pero, ¿dónde estamos dos años después de su testimonio? Preguntas retóricas como éstas nos obligan a reflexionar. La necesidad de cambios legislativos, así como un repaso de las políticas sobre violencia de género, son más que urgentes, son necesarias.
Desde la experiencia de Paloma, podemos ver el camino que queda por recorrer. La sociedad debe exigir coherencia en la manera de enfrentar el maltrato. La reeducación de los agresores podría ser un paso, pero requiere que los mismos estén dispuestos a cambiar. ¿Cuántos verdaderamente lo han hecho?
Como dice Paloma: «Quieren que combatamos la violencia de género, y al mismo tiempo dejamos que los violentos se reintegren educando a nuestros jóvenes». Eso suena a un error de cálculo, y hay que corregirlo.
Reflexiones finales: una lucha colectiva
Las historias de mujeres como Paloma deben resonar en cada hogar, en cada aula y en cada despacho. No podemos dar la espalda a estas realidades, y menos aún podemos permitir que queden en el olvido. Cada testimonio es un ladrillo en la construcción de un mundo más justo.
No obstante, mientras avanzamos hacia ese ideal, la lucha colectiva se convierte en una necesidad. Por eso, a aquellos que han estado silenciados por años, aquí tienen un altavoz. Actualmente, iniciativas como la de la Fundación HelpAge Internacional buscan romper el ciclo de la violencia, dándoles a estas mujeres una voz que merecen alzar.
¿Quiénes somos nosotros para quedarnos callados? Es momento de cambiar la narrativa. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia. Se trata de ser conscientes y empáticos, de prestar atención a lo que nos rodea y, sobre todo, de no permitir que el sufrimiento de una sola mujer se convierta en una estadística más.
La lucha por los derechos de las mujeres mayores es una lucha que nos pertenece a todos. Así que, anímate a hablar, a cuestionar y a actuar. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde la violencia de género sea parte del pasado y donde cada mujer, sin importar su edad, pueda vivir libre de miedo.
La historia de Paloma no es solo suya; es un recordatorio poderoso de que todos podemos ser parte del cambio. ¿Te sumas a esta lucha?