¡Hola, querido lector! Hoy vamos a meternos en un tema que muchas veces se queda en las sombras de la sociedad: las personas con discapacidad intelectual que se encuentran atrapadas en el sistema judicial español. A medida que nos adentramos en esta… eh, digamos, compleja jungla, dejemos las machetes y las armas a un lado y cuestionemos qué hay detrás de todo esto.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasaría si, en medio de un proceso judicial, no pudieras entender lo que dice un juez o un fiscal? Para muchas personas con discapacidad intelectual, esta pregunta no es solo un “qué pasaría” hipotético, sino una triste realidad que viven a diario. Acompáñame en este recorrido donde indagaremos cómo se enfrenta este colectivo a un sistema que a menudo parece configurado para colegios y no para un juicio.

La historia de María: un ejemplo desgarrador

Imagina que llegas a un aeropuerto y, en vez de un destino de vacaciones, te encuentras con un viaje que jamás hubieras imaginado. María, de origen español y con una discapacidad intelectual, aterrizó en El Prat de Llobregat. ¿Su «maleta»? Unos 10 gramos de droga que no le pertenecían. Como dice el dicho, “los caminos de la vida son a veces tortuosos”, y en este caso, no solo tortuosos, ¡sino confusos!

María comparte que, durante su detención, logró entender lo que le estaba sucediendo, gracias a la empatía de su abogada y de una jueza amable. Pero la historia se tornó oscura cuando la medicaron antes del juicio. “Era para que no me pusiera violenta”, le dijeron. ¿Te imaginas? Un cóctel de medicación que la dejó casi en blanco durante el juicio.

Es como si estuvieras tratando de ver una película mientras alguien ajusta constantemente el brillo de la pantalla. Uno de los hechos más alarmantes es que, al parecer, los médicos de la cárcel no son muy buenos escuchando. ¿Puede ser que ya estén demasiado acostumbrados a no escuchar? María afirma que le han cambiado de medicación sin explicárselo. ¿Es esto lo que llamamos “atención médica”? Ciertamente, podemos verificar que no.

La falta de lenguaje inclusivo: un obstáculo insalvable

Uno de los puntos más críticos es el lenguaje utilizado en los tribunales. La jerga jurídica es una muralla más alta que una prisión de máxima seguridad. Mientras que el común de los mortales lucha con términos complejos, para alguien con discapacidad intelectual, ¡esta puede ser una barrera imposible de escalar!

Imagina, por un momento, que estás en un juicio, y el abogado de la parte contraria empieza a usar un lenguaje que parece sacado de un libro de economía avanzada. Tu cabeza es un torbellino de indecisión y confusión. Eso fue lo que le ocurrió a María y, lamentablemente, a muchas otras personas en situaciones similares.

Desigualdad de clases: el eslabón más débil

María no tuvo los recursos para obtener sus propios informes psiquiátricos. La abogada Helena Aixelà resalta cómo este fenómeno es común: las personas con discapacidad suelen ser las más vulnerables del sistema, pero también las más marginadas. Recuerdo una vez cuando, en una conversación con amigos, saltó el tema de la inequidad. Alguien comentó que, a menudo, los “más débiles” son quienes cargan con todo el peso de las desgracias del mundo. En este caso, la realidad es muy similar.

Según Aixelà, “solo suele resultar castigado el eslabón más débil del grupo delictivo”. La pregunta aquí es: ¿por qué el sistema opta por golpear a quienes ya se encuentran en la cuerda floja? En lugar de ofrecerles una red de apoyo, la justicia a menudo actúa como un depredador.

¿Necesitamos más empatía en el sistema judicial?

Cuando hablamos de empatía, nos dirigimos a una capacidad esencial que, según muchos profesionales del derecho, parece escasear. En un reciente foro nacional sobre Derechos de las Personas con Discapacidad, el Magistrado del Tribunal Supremo Javier Hernández comentó que el lenguaje en sí puede a veces representar una barrera inquebrantable. Es lo que se conoce como “el habla del juez”.

Pienso, ¿no sería magnífico si todos los profesionales del derecho recibieran capacitación en comunicación inclusiva? Quizá podríamos tener un “turno de oficio” donde todos entendieran no solo la ley, sino también el contexto emocional de quienes están presentes.

Un eco a nivel internacional: ¿falta de responsabilidad?

Es alarmante saber que organizaciones como Naciones Unidas han denunciado la vulneración de derechos a personas con discapacidad en el sistema judicial español. En octubre de 2022, se dictaminó que España había fallado en la protección de un individuo con discapacidad intelectual, exactamente lo que María intenta visibilizar. Hay que preguntarse: ¿por qué esperarnos hasta que llegan las torres de otros países para introducir mejoras?

La historia basta para ilustrar que la desinformación puede tener consecuencias devastadoras. Cuando alguien que presenta un grado alto de discapacidad se encuentra en un juicio, se está jugando su futuro. Pero, ¿quién pone el colectivo por delante de la crítica burocrática?

Un llamado a la revolución del sistema judicial

Como ciudadanos, deberíamos cuestionar cuál es nuestro rol en todo esto. Deberíamos exigir que las leyes sean aplicadas con un enfoque más humano. El abogado Miguel Capuz advierte sobre la necesidad de que se incorporen facilitadores que sirvan para ayudar a quienes no comprenden los dictámenes en sala. La justicia debe ser accesible a todos, sin distinción.

Y, a menor escala, cada uno de nosotros podemos actuar. No es necesario ser un abogado experimentado para tener empatía y apertura hacia aquellos que enfrentan problemas que nosotros no conocemos.

Conclusiones: ¿un sistema para todos?

La historia de María y muchas personas que enfrentan situaciones semejantes pone de manifiesto las profundas desigualdades en nuestro sistema judicial. ¿Qué podemos hacer al respecto? La respuesta no es sencilla, pero comienza con la educación y el esfuerzo colectivo por escuchar, comprender y reformar.

Es probable que nunca entendamos completamente lo que significa vivir con discapacidad intelectual, pero tener empatía es un buen primer paso. Tal vez, sea hora de hacer un llamado real a un cambio. Si logramos un ambiente inclusivo, donde todos se sientan valorados, incluso aquellos que se hallan en los rincones más oscuros del sistema, ¿acaso no valdrá la pena?

Nos quedamos con una pregunta: ¿estamos dispuestos a comprometernos con un cambio que busca elevar a los que apenas son escuchados? La respuesta debería ser un resonante y cohesionado “sí”. Es hora de enfocarnos en un sistema que funcione para todos, no solo para algunos. ⚖️