En un rincón soleado de Madrid, donde los turistas pasean despreocupadamente y las luces del árbol de Navidad empiezan a brillar, un grupo de jubilados se convierte en protagonista de una historia que aún duele. Así es como comienzan las reuniones quincenales de los yayoflautas, un colectivo de mayores que, armados con sus bastones y una profunda necesidad de justicia, se reúnen en la Plaza de Sol. Hoy, como cada quincena, nos recuerda la importancia de no olvidar el sufrimiento de los más vulnerables en tiempos de crisis.

¿Quiénes son los yayoflautas?

Los yayoflautas surgieron en 2011, inspirados por el movimiento del 15M, donde la voz de los ciudadanos reclamaba un cambio social tras la crisis económica. Al principio, eran un grupo de abuelos con sus bastones que se juntaban para compartir anécdotas, pero pronto se dieron cuenta de que tenían algo más que compartir: una indignación colectiva.

Desde entonces, se han convertido en un símbolo de resistencia, especialmente en su lucha por aquellos que perdieron la vida en las residencias de ancianos durante la primera ola de la pandemia. Su solidez no viene solo de la memoria, sino de un deseo ardiente de que nada quede impune. ¿No te parece increíble cómo un grupo de abuelos puede hacer temblar los cimientos de un gobierno?

Recordando a los olvidados

En su última reunión, los yayoflautas se reunieron frente a la Casa de Correos, donde Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, reside. “7.291”, gritaban rítmicamente, en referencia a los ancianos fallecidos en las residencias en marzo y abril de 2020. Cada número era un golpe en el suelo, una reclamación de justicia y una memoria viva de las vidas que se fueron sin un adiós. A veces, me pregunto si nuestros políticos comprenden el peso de esos números. Cada uno representa un alma, una historia, un amor que se perdió.

La portavoz del colectivo, Pilar González Cid, explicó el simbolismo tras el lanzamiento de los bastones al suelo: “A los que se fueron ya no les hacen falta”. Toda una declaración de intenciones. Para muchos, esos bastones son un símbolo de apoyo y fortaleza, pero en este contexto, se transforman en un reclamo desgarrador. Es una forma de homenaje que debería resonar en las conciencias de quienes ocupan el poder.

¿Por qué ahora y no antes?

La pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué estos abuelos están clamando ahora? La respuesta no es sencilla, pero claramente se relaciona con la sensación de abandono que experimentaron durante la crisis sanitaria. La pandemia expuso las carencias del sistema de salud y la atención a los mayores. Mientras muchos de nosotros estábamos en casa, con la ansiedad de comprobar si aún había papel higiénico en los estantes, había otros que luchaban por su vida sin la atención adecuada.

Carmen López, de Marea de residencias, lo dejó claro: “Esto no puede quedar impune. Ha sido la mayor vulneración de derechos en nuestra democracia”. Resulta difícil discutir con esa afirmación, planteando en nuestra mente la imagen de ancianos solos en residencias, probablemente preguntándose por qué no estaban con sus familias cuando más los necesitaban.

Las cinco reivindicaciones de los yayoflautas

El colectivo leyó un comunicado que recoge cinco puntos fundamentales en sus demandas:

  1. Reconocimiento de lo sucedido: No se puede sanar sin antes reconocer la herida.
  2. Transparencia: Necesitamos saber qué ocurrió y quién es responsable.
  3. Justicia para las víctimas: Las familias merecen respuestas y reparación.
  4. Responsabilidad: No olvidar que deben haber consecuencias para que algo así no se repita.
  5. Compromiso hacia el futuro: Repensar cómo se trata a los mayores y garantizar condiciones dignas para quienes los cuidan.

Al escuchar esto, no puedo evitar recordar a mi abuela, a quien cuidé durante años. Las historias que contaba sobre su juventud son tesoros que guardaré para siempre, y me duele pensar en las pérdidas que pudieron haberse evitado. ¿Cuántas historias se han perdido por una falta de atención y cuidado?

Cuando la lucha se encuentra con la indiferencia

En medio de esta poderosa manifestación, se escucharon murmullos de turistas distraídos. «Médicos no había para nadie», Pokémon Go en mano, uno de ellos intentó abandonar la realidad. Me pregunto, ¿realmente vivieron la misma pandemia que nosotros? Mientras los yayoflautas se esforzaban por recordar y reivindicar, otros más jóvenes parecían más ocupados en cazar Pokémon que en reflexionar sobre la historia que se estaba escribiendo frente a ellos. ¡Oh, la juventud!

Es fundamental que entendamos que la indiferencia también es una forma de violencia. No solo se trata de ignorar una protesta; se trata de ignorar la voz de aquellos que han dado tanto a nuestra sociedad. Si no escuchamos sus historias, si no les damos el contexto que merecen, ¿qué futuro estamos construyendo?

La necesidad de un cambio real

Las palabras de Esther Fernández, de la asociación Verdad y Justicia, resonaron con fuerza: “Hay que avanzar construyendo un futuro mejor”. Cuánta razón tiene, pero ¿cómo podemos garantizar que esto no quede solo en palabras? La clave está en la acción colectiva.

Si no asumimos un compromiso, si no luchamos por políticas que prioricen a los ancianos y a los vulnerables, el futuro será un reflejo de nuestras omisiones. Todos hemos escuchado aquella frase sobre aprender del pasado, pero, ¿realmente estamos aprendiendo?

Un legado para las futuras generaciones

La historia de los yayoflautas no es solo suya; es nuestra historia. La memoria de aquellos que sufrieron durante la pandemia debe ser un impulso para seguir luchando por la justicia y la dignidad. Cada vez que los yayoflautas lanzan sus bastones al piso, están clamando no solo por los que se fueron, sino también por los que vendrán. Están reclamando que no olvidemos que cada anciano tiene un título como maestro de la vida, y que debemos concederles el respeto que merecen.

Es curioso cómo un grupo de jubilados puede ofrecer una lección tan profunda a la sociedad. Si ellos pueden alzar la voz, ¿por qué no nosotros? La lucha por un futuro mejor, donde nunca más haya olvidados en una pandemia, es una tarea que nos involucra a todos.

Conclusión: No olvidemos

El acto de los yayoflautas es un recordatorio de que la memoria es un acto de resistencia. En sus bastones, hay historias no contadas, voces que aún reclaman dignidad y respeto. Su lucha no es solo por las víctimas del pasado, sino por la construcción de un futuro donde el bienestar de los mayores sea una prioridad.

Así que, la próxima vez que te encuentres en Madrid y veas al grupo de yayoflautas haciendo ruido, aplaude. No lo veas como un acto de rebeldía, sino como un grito de esperanza. Porque al final del día, todos seremos mayores. ¿No te gustaría que alguien también se preocupara por nosotros cuando llegue ese momento?

Espero que esta inspiradora historia te empuje a involucrarte más y a escuchar esas voces que, aunque frágiles, son las más poderosas de nuestras comunidades. ¡Vamos a darles el protagonismo que merecen!