En el mundo del arte, la música, y la cultura, las entidades que gestionan los derechos de autor juegan un papel crucial. En España, la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) es la principal responsable de proteger esos derechos. Sin embargo, la SGAE ha estado en el centro de la controversia durante años, y la actual batalla electoral por su dirección es solo el último capítulo de una historia marcada por la tensión, los cambios radicales y, por supuesto, el interés de sus más de 130,000 socios.
El contexto actual: elecciones en la SGAE
Es innegable que la SGAE ha tenido su cuota de problemas. Desde escándalos administrativos hasta la percepción pública de ser una entidad desbordada por sus propios conflictos internos, el camino no ha sido fácil. En este momento, estamos en pleno proceso electoral que decide quién será el nuevo presidente de la SGAE durante los próximos cuatro años.
Por un lado, encontramos a Antonio Onetti, actual presidente, que busca revalidar su cargo con la candidatura «Plataforma Autoral». Onetti argumenta que su liderazgo ha traído estabilidad en tiempos de caos, después de una década donde seis presidentes y sus respectivos directores generales se sucedieron de manera vertiginosa. Se puede imaginar lo que eso causa en una institución: caos absoluto, dudas permanentes sobre la credibilidad y, sobre todo, un desprestigio ante sus propios socios y ante la opinión pública. Quien haya trabajado en una empresa con cambios constantes de liderazgo sabe lo desgastante y confuso que puede llegar a ser.
Por otro lado, está José Miguel Fernández Sastrón, presidente entre 2016 y 2018, quien agrupa a una serie de autores que se sienten levemente perjudicados por los cambios en la SGAE, especialmente tras la restricción en la música nocturna. Su candidatura «Creacción», junto a la de «Somos Gran Derecho», reclama un reparto más justo de los derechos de autor, que consideran han sido usurpados por las grandes multinacionales de la música. Estos son tiempos de elecciones intensas, donde los intereses entre bandas, editores y multinacionales chocan como un riff de guitarra en un concierto de rock.
¿Qué ocurre exactamente en esta contienda?
Una de las cuestiones más controvertidas es la int erpretación del modelo de reparto de ingresos. Bajo el liderazgo de Onetti, se instauró un sistema que prioriza la música emitida en televisión durante horarios de alta audiencia, dejando de lado la música que se reproduce en horarios nocturnos, que históricamente había dominado incluso el 70% de los ingresos generados para los derechos de autor. En otras palabras, los noctámbulos músicos que solían llenarse los bolsillos pueden ir guardando esas ilusiones.
Este cambio fue impulsado por una necesidad palpable: la SGAE estaba a punto del cierre según algunos informes, pero también ha traído críticas y quejas de muchos creadores que se sienten explotados por las grandes corporaciones. ¿Te imaginas que durante años te paguen más que a tu vecino por actuar en un bar de mala muerte? Eso es lo que sienten muchos autores ahora.
La situación judicial: escándalos que no cesan
De hecho, los escándalos no se limitan únicamente al ámbito electoral. En el pasado, el llamado «****Caso Rueda****» puso a la SGAE en la mira nacional. Se trataba de un supuesto fraude de 100 millones de euros, donde se utilizaban obras de dominio público con ligeras modificaciones para generar ingresos. Imagínate la sorpresa de los autores que descubren que sus obras pueden ser reutilizadas con solo un par de cambios en la partitura. La justicia archivó el caso tras años de investigación, pero esto no significa que la polémica o el suspenso hayan desaparecido.
Recientemente, la Audiencia Provincial de Madrid ha reactivado otra causa que implica a varios directivos, incluido Onetti, por irregularidades en las votaciones. Las quejas giran en torno a acusaciones de manipulación y falsificación de votos en asambleas anteriores. ¿Es esto una telenovela o simplemente el día a día de la SGAE?
Sin embargo, entre tanto revuelo, Onetti sostiene que sus estrategias han permitido a la entidad recuperar cifras de recaudación históricas. Las estadísticas son siempre bienvenidas, especialmente cuando se trata de un aumento a 350 millones de euros. Pero, ¿cuánto de esa recaudación realmente se está distribuyendo entre los autores? Esto es lo que Fernández Sastrón y su equipo quieren cambiar, prometiendo que deben alcanzar los 500 millones de euros para garantizar la remuneración justa a todos los creativos.
La batalla por la representación: el poder del voto
Con un sistema de listas cerradas, la dinámica de las elecciones ha cambiado. Esto significa que el ganador se lleva todo, aunque haya un sinfín de voces y opiniones en la mesa. En este caso, la clave está en la movilización de los votos en los colegios de gran y pequeño derecho, donde se encuentra la verdadera pelea. Parece que solo unos pocos son los que realmente tienen el poder de decidir el rumbo de toda una entidad que maneja los derechos de miles de artistas. Y ni hablar del dato escalofriante de que en 2020, de esos 130,000 socios, solo unas 12,500 personas votaron.
Aquí llega la pregunta del millón: ¿qué se necesita para movilizar realmente a los artistas a participar en la elaboración de su propio destino? No sería raro suponer que muchos están tan sumidos en su propia creación que ni siquiera piensan en cómo se reparten esos centavos que se generan con su arte.
Algunos piensan que no se trata solo de números, sino de la conexión emocional que los artistas tienen con sus obras y el respeto que merecen. Si bien es posible que Onetti haya recuperado la cifra de recaudación más alta, todavía queda una distancia significativa con lo que muchos autores sienten que realmente les corresponde. Es ahí donde Fernández Sastrón entra a escena, prometiendo que los artistas volverán a tener el poder que han perdido.
La importancia de una SGAE renovada
A pesar de las luchas internas, la SGAE tiene que seguir sobreviviendo. La música sigue siendo el idioma universal que une a millones de personas, y los creadores deben tener un espacio donde sus derechos sean realmente defendidos. Pero también es cierto que los tiempos cambian, y que las entidades deberían adaptarse a las nuevas realidades digitales.
Hoy, Apple Music, Spotify, YouTube y otros gigantes del streaming son monstruos que cobran vida en el oscuro abismo del intercambio artisticamente injusto. Los creadores deben sentirse respaldados, no solo recibiendo partes de un pastel que podría ser mucho más grande. Lo que se necesita es transparencia, tanto en la gestión como en el reparto. Y en el fondo, no hay secreto alguno: si contamos todos con los mismos derechos y oportunidades, todos ganamos. ¿No será esa la verdadera esencia del arte?
Reflexionando sobre el futuro
Por lo tanto, que la SGAE tenga el futuro que sus autores necesiten es fundamental. En esta lucha entre Onetti y Fernández Sastrón, hay más en juego que simples números; se trata de la supervivencia de una entidad que se erige como el bastión de los derechos autorales en España. Quienes estén a cargo de la SGAE en los próximos años, tendrán la responsabilidad de modernizarla, de hacer más accesibles sus procesos y de garantizar que todos sus socios, grandes o pequeños, sean escuchados.
Y quizás, al final del día, solo estamos buscando ser valorados, y que lo que hagamos no se convierta en simple ruido en un océano de competencia. La música, como la vida, merece ser cuidada y respetada. Así que, ¿quién prevés que salga vencedor al final? ¿Onetti con su continuidad o Fernández Sastrón con su promesa de justicia? El veredicto estará en manos de los votantes, y será fundamental que todos los involucrados hagan sentir su voz.
Conclusión
El futuro de la SGAE está ante una encrucijada. Con un legado tejido en intrigas y luchas, es necesaria una nueva dirección que escuche a sus miembros y trabaje para mejorar su paraguas de protección. Las elecciones son solo una parte de la historia; el verdadero desafío es construir una SGAE que no solo proteja a los autores, sino que también respalde el espíritu creativo que ha hecho que la música y el arte sean un lenguaje universal.
Así que, sí; estamos en un momento decisivo, un evento en el que el futuro de la música en España se juega en papeles, cifras y, sobre todo, en ideas. ¿Estás listo para ver cómo se desenlaza esta historia? Porque definitivamente, la trama solo se pone mejor.