La palabra feminismo a menudo evoca debates intensos, posturas encontradas y, a veces, malentendidos. Si nos adentramos en el libro de Rafia Zakaria, «Contra el feminismo blanco», descubrimos no solo una crítica mordaz, sino un llamado a redefinir lo que entendemos por feminismo en una sociedad globalizada y diversa. Y sí, aunque su título puede parecer provocador, en realidad es un convite a fortalecer el diálogo y la inclusión en el pensamiento feminista. Así que, abróchense los cinturones y prepárense para un recorrido que nos lleva a cuestionar la blanquitud, el activismo y, sobre todo, cómo realmente podemos unir fuerzas en esta lucha.
La experiencia de Zakaria: un feminismo que se siente y se vive
No es ninguna sorpresa que Rafia Zakaria, abogada y columnista pakistaní, no escatima en viviendas emocionales cuando presenta su argumento. Su experiencia como mujer marrón y musulmana en un mundo tan dado a etiquetar y encasillar es una realidad que muchas de nosotras, sin importar nuestro color o contexto, podemos entender. ¿Cuántas veces hemos sentido que nuestra voz se ahoga en un mar de opiniones dominantes que no reflejan lo que realmente somos?
Durante una conversación casual con amigas, una de ellas me lanzó una pregunta sobre cómo era la vida en un país árabe, asumiendo que las mujeres allí estaban súbitamente subyugadas, y empecé a recordar las charlas que había tenido con Zakaria, donde enfatiza que, aunque nuestras realidades de vida sean diferentes, eso no significa que seamos menos aptas para ser feministas. Después de todo, el feminismo no está restringido a un conjunto de ideas predefinidas.
Zakaria argumenta que la blanquitud no es solo una cuestión de raza, sino un sistema de dominación bien establecido que afecta la forma en que se entiende el feminismo a nivel global. Las experiencias de mujeres no blancas a menudo quedan relegadas a un segundo plano, como si nuestras luchas no tuvieran el mismo peso. ¿No les suena familiar? Creo que a más de una le ha sucedido esto durante discusiones bienintencionadas sobre feminismo en sus círculos sociales.
El feminismo blanco: ¿un concepto arcaico o una realidad actual?
La premisa de feminismo blanco que Zakaria introduce es fundamental para entender su mensaje. No se refiere meramente a las mujeres blancas que luchan por la igualdad de género (debo decir que a veces parecen ser protagonistas en la narrativa feminista), sino a una manera de abordar la lucha que puede ignorar las complejidades que enfrentan mujeres de color.
Una anécdota que me viene a la mente es una cena que compartí con un grupo de colegas donde se discutían temas de igualdad, y en un momento todo giró en torno a experiencias de mujeres blancas de clases medias. Mientras escuchaba, me pregunté: ¿Acaso no están excluidas las historias de muchas mujeres que, por su origen o situación socioeconómica, también tienen algo que aportar?
En su libro, Zakaria revela estas dinámicas sutiles de poder, y nos recuerda que nos han enseñado a ver el feminismo a través de un lente muy, pero muy eurocéntrico. Un gran ejemplo de esto es el sufragismo, que a menudo se glorifica como el inicio del activismo feminista. La realidad es que el feminismo tiene raíces y ramificaciones mucho más amplias de lo que nos gustaría aceptar.
La importancia de las voces de las mujeres en diferentes culturas
Esta es la parte del argumento que me resulta más inspiradora. Cuando Zakaria señala que muchas veces se asume que las mujeres en culturas no occidentales están desempoderadas, siento que está tocando un punto fundamental que muchas de nosotras hemos enfrentado. Hay una especie de condescendencia implícita en suponer que solemos no tener voz. Al contrario, hay miles de mujeres que han luchado por sus derechos en sus comunidades. ¿Y saben qué? A menudo lo han hecho con más creatividad e ingenio de los que nos gustaría aceptar.
Como una mujer que ha vivido en diversos contextos, puedo decir que cada cultura tiene sus propias luchas y *victorias*. La frase de Zakaria resuena especialmente: “Las mujeres en estas culturas, como con las que crecí en Pakistán, luchan tanto para sobrevivir como mujer que son mejores luchadoras”. Nos da una nueva dimensión de entendimiento sobre lo que implica ser feminista en un mundo donde muchas de nosotras no somos simplemente “blancas” o “de clase media”.
El papel de la teoría y la experiencia en el feminismo
Zakaria distingue entre “expertise” (experticia) y “experience” (experiencia). Esta diferencia es crucial porque, a menudo, el académico se sitúa en una posición de privilegio que no necesariamente refleja las duras realidades de las mujeres que están batallando en su vida diaria. ¿No es común que en debates feministas se nos enseñe más de teoría que de experiencias reales? Y mientras nos llenamos de libros y más libros, las historias de lucha de las mujeres permanecen silenciadas.
La historia de cuando trabajé como voluntaria en un refugio para mujeres víctimas de violencia me resulta especialmente relevante aquí. Las mujeres que atendíamos no tenían tiempo para las referencias académicas. Lo que necesitaban era apoyo real y efectivo, y eso no siempre se reflejaba en la teoría contemporánea. Por lo tanto, la crítica que Zakaria lanza resulta sumamente pertinente en un mundo académico que, desafortunadamente, a menudo se separa de las necesidades urgentes de estas mujeres.
Zakaria también menciona cómo esta desconexión puede llevar a la exclusión de muchas voces valiosas en el feminismo. Las teorías feministas que no se relacionan con la experiencia vivida de las mujeres pueden hacer que muchas se sientan ajenas al movimiento. ¿Cómo podemos entonces integrar estas voces silenciadas y experiencia en la narrativa del feminismo?
Empoderamiento: entre la teoría y la realidad
El concepto de empoderamiento es otro aspecto que Zakaria examina con agudeza. Este término se ha vuelto tan popular en discursos feministas que a veces, perder su esencia es inevitable. Cuando las organizaciones internacionales comienzan a adoptar el término, a menudo sucede que pierde su significado original. Como Zakaria señala, se convierte en un concepto diluido que se puede aplicar a cualquier cosa, desde compras hasta luchas históricas. ¿Dónde queda la justicia social en este juego de palabras?
He visto el término “empoderamiento” en muchos contextos y, sinceramente, a veces se siente como si simplemente nos estuvieran dando un billete de papel en lugar de un programa real de apoyo. Un ejemplo que me viene a la mente era un evento donde se contaba cómo una mujer de una región rural había conseguido un pequeño emprendimiento gracias al “empoderamiento” de una ONG. Al indagar un poco más, me di cuenta de que, aunque la ONG había hecho un trabajo fundamental al crear oportunidades, también existían problemas estructurales que necesitaban atención inmediata, como el acceso a atención médica básica o educación.
Sin embargo, me cuesta aceptar que todo lo que se hace en nombre del empoderamiento sea bueno. Cuando este término se utiliza sin fundamento, se convierte más en un eslogan atractivo que en una solución real a los problemas que enfrentamos. Aquí es donde la crítica de Zakaria brilla con claridad.
La distracción de las controversias y el vagón del patriarcado
La última parte de la discusión sobre actualizaciones feministas se centra en el gatekeeping, el control de quién pertenece al movimiento y quién no. Y es aquí donde comienzan los verdaderos problemas. Si se impone una visión unidimensional de lo que significa ser feminista, excluyendo experiencias ricas y diversas, ¿cómo esperamos construir un movimiento que realmente abarque a todas las mujeres?
Zakaria menciona que las tensiones sobre derechos de género y las luchas trans han expuesto la fragilidad de un feminismo que no está dispuesto a incluir a todos los grupos. En vez de valorar la diversidad de experiencias, muchas veces las conversaciones terminan desvirtuando la lucha y transformándose en una pelea entre “nosotros” y “ellos.” Es como si nos estuvieran dividiendo aún más, cuando lo que realmente necesitamos es unidad.
Esto me hace reflexionar sobre cómo podemos todos ser parte del movimiento sin necesariamente tener que encajar en un molde rígido. Eso también es feminismo. Y, a veces, necesitamos recordar que las luchas están intrínsecamente conectadas. Por ejemplo, el acoso que enfrenta una mujer en la calle no es meramente un problema de féminas. Es un problema que impacta a la sociedad en su conjunto.
Conclusiones y reflexiones finales
La obra de Rafia Zakaria no es solo un libro; es un llamado a la acción, un empujón hacia un feminismo más inclusivo y diversificado. Nos invita a revisar cómo abordamos las luchas de género y a cuestionar nuestras propias creencias sobre lo que significa ser feminista. Ahí reside el verdadero poder de su mensaje: cuando trabajamos juntas, con todas nuestras diferencias y experiencias, podemos crear una conversación más rica y efectiva sobre lo que realmente significa la igualdad de género.
Al final, todos tenemos una historia que contar. Imaginemos por un momento lo que podríamos lograr si, en lugar de ver nuestras diferencias como divisorias, las celebráramos como valiosas contribuciones al diálogo global sobre el feminismo. ¿No es hora de que lo hagamos?
La anécdota y el humor pueden ser herramientas potentes en esta lucha. Así que hablemos de experiencias, de historias, pero, sobre todo, de unión. Porque, dicho sea de paso, ¿quién necesita más discusiones vacías cuando podemos tener una verdadera conversación sobre lo que significa ser feminista en un mundo que urgentemente necesita más voces y más diversidad? ¡Unámonos en esta lucha por el feminismo inclusivo!
Si hemos aprendido algo de Rafia Zakaria, es que la lucha por el feminismo global no se detiene aquí, sino que comienza de nuevo cada vez que encontramos una voz que se eleva y reclama su espacio en el diálogo. ¡Sigamos adelante!