El pasado 8 de marzo, Madrid se convirtió en una marea de paraguas violeta, a pesar de que el cielo llovía a cántaros. ¿Y qué? La lluvia nunca ha detenido a las feministas, y este año no fue la excepción. Con un espíritu resiliente y, por supuesto, con un toque de humor, las miles de mujeres y aliadas que salieron a la calle hicieron un llamado que resonó más allá de las gotas de lluvia y las preocupaciones políticas. ¿Pero qué ocurrió realmente en esta jornada tan significativa? Vamos a desglosarlo.

Un comienzo empapado pero vibrante

Imagina esto: un sábado por la mañana en Madrid, la lluvia cae incesantemente, y tú, con tu chubasquero de flores y un paraguas que muchas veces parece más una brújula que una protección, te diriges a la primera de las dos manifestaciones que conmemoran el Día Internacional de la Mujer. Los carteles que abundan entre la multitud son como un mural de esperanzas y luchas. Y en medio de todo eso, ¿te has preguntado alguna vez cuántas historias de vida se esconden detrás de cada rostro?

Las feministas no solo estaban allí para protestar; estaban celebrando la unidad, el poder y la diversidad que el movimiento feminista aboga. Yo misma, recuerdo mi primera manifestación: estaba tan nerviosa, y no porque tuviera miedo, sino porque me sentía como una pequeña gota en un océano de grandes olas. Pero, ¿sabes qué? La energía de esas luchas es contagiosa. ¡Y así debería ser!

Más números, más voces: ¿realmente sabemos cuántos somos?

La Comisión 8M calculó que 80.000 personas estaban presentes, mientras que la Delegación de Gobierno habló de 25.000. Pero, ¿acaso eso importa? En un día como este, cada número cuenta. Cada voz importa. Esto no es un concurso de cifras, sino un grito colectivo que pide ser escuchado.

Sin embargo, esa discrepancia numérica es a menudo un reflejo de la división que persiste dentro del feminismo. Por un lado, tenemos un movimiento de base que se niega a ser desalentado por las inclemencias del tiempo o por conflictos internos. Y por otro, el sistema político que intenta encasillar nuestras luchas en cifras y estadísticas, como si fuéramos simplemente otro dato en su base de datos. ¿Realmente entendemos la complejidad del movimiento feminista si nos quedamos solo con los números?

A pie de calle: canciones, bailes y mensajes claros

Una de las cosas más emocionantes de esta jornada es la música. Desde batucadas hasta cánticos que invadían el aire, el 8M no es solo un día de protesta, sino también un carnaval de alegría y esperanza. Y es que, cuando las mujeres se unen, crean una sinfonía que retumba más fuerte que cualquier lluvia.

En medio de esos cánticos, se escuchaban frases como “Madrid será la tumba del machismo”. Esa frase, aunque contundente, también es un recordatorio de que la lucha está lejos de terminar. Las calles de Madrid fueron, durante unas horas, un reflejo de nuestras esperanzas y también de nuestras frustraciones.

Recuerdo una vez que, mientras marchaba, se unió un grupo de abuelas con pancartas que me recordaban a las heroínas de mis días de infancia. Mujeres que lucharon en su tiempo, que, como dice el refrán, “no se callaron”. ¿Te imaginas a tantas generaciones unidas en una misma causa?

Una lucha compleja: el debate sobre la prostitución

Uno de los puntos más controversiales este año fue la discusión sobre la prostitución. La voz de Kati, portavoz de la Comisión 8M, resonó con claridad cuando hizo hincapié en la complejidad de la situación de muchas mujeres que se encuentran en la prostitución. ¿Deberían ser criminalizadas? La respuesta no es sencilla; el sistema ha creado condiciones que muchas veces empujan a las mujeres a situaciones de vulnerabilidad.

Kati señala que el feminismo debe ser inclusivo y, al mismo tiempo, debe buscar soluciones que protejan a todas las mujeres. No es solo un problema de moralidad, sino de derechos humanos. Aquí es donde la empatía se vuelve esencial. ¿Qué pasaría si en lugar de juzgar, decidiéramos escuchar y entender la historia de cada mujer?

La discusión continúa, y aunque hay diferentes posturas dentro del feminismo, el llamamiento a la unidad y la inclusión es más fuerte que nunca.

La inclusión de todas las voces: hacia un feminismo diverso

La Comisión 8M ha dejado claro que el feminismo no puede ser un club exclusivo. En sus palabras, “en nuestros feminismos entramos todas y todes”. Las mujeres racializadas, migrantes y, por supuesto, las mujeres trans e no binarias, son parte fundamental de la lucha.

Es sorprendente cómo a menudo olvidamos que cada lucha está interconectada. La lucha por la equidad de género debe ser también un espacio donde se contemple la diversidad. La historia ha mostrado que, cuando las voces minoritarias son ignoradas, el movimiento pierde fuerza.

¿Recuerdas ese momento incómodo en una conversación donde alguien se siente desplazado y decide no hablar más? Así queda el feminismo cuando no incluye a todas las voces. En lugar de avanzar, retrocedemos.

La relevancia del 8M en el contexto actual

Este año, el 8M llega en un momento crucial. La fenoménica ola reaccionaria que se vive en varios países no solo ha sacudido las bases del feminismo, sino que ha logrado que muchas de nuestras luchas sean banalizadas. En este sentido, el movimiento del 8M en Madrid quiere ser una respuesta clara. La lluvia puede haber caído sobre Madrid, pero es la fuerza del mensaje lo que realmente cuenta.

Por ejemplo, en países como Polonia, el movimiento de las mujeres ha tenido que enfrentarse a leyes que restringen sus derechos. En este contexto, ¿cómo podemos permitir que una tormenta de agua ahogue nuestras voces cuando en otras partes el clima político es aún más tempestuoso?

Reflexiones finales: la fuerza de la comunidad

Al final del día, lo que realmente importa es la comunidad. Las mujeres y los hombres que se unieron para levantar sus voces el 8M en Madrid lo hicieron no solo por ellas, sino por todas las que han luchado antes y por aquellas que vendrán. Cada historia es una nota en la canción que compone el feminismo.

Mientras escribo estas líneas, no puedo evitar recordar el momento en que vi a un grupo de mujeres mayores ovacionando a los jóvenes que marcharon. Sororidad en su máxima expresión, donde las diferencias se convierten en fuerza. Así es como el feminismo sigue floreciendo: con amor, con humor, y sobre todo, con una voluntad inquebrantable de luchar por una sociedad más justa.

Así que la próxima vez que veas un paraguas violeta, recuerda que detrás de ese símbolo hay una historia. Una historia de lucha, resistencia y, sobre todo, comunidad. Al final del día, ¿no somos todos seres humanos luchando por derechos que deberían ser innatos?

Si un día decides unirte a una marcha, ya sea en un día lluvioso o soleado, lleva contigo la esencia de esta lucha. Porque el feminismo no es solo un movimiento; es un viaje hacia la inclusión, la igualdad y, sobre todo, la dignidad humana.