La violencia sexual es un tema que ha sido tratado en miles de libros, documentales y, lamentablemente, en muchas salas de juicios. Recientemente, hemos sido testigos de un juicio que ha dejado al mundo perplejo y conmovido: el de Gisèle Pelicot en Francia. Su historia es un fuerte recordatorio de las profundidades de la violencia sexual que afecta a tantas personas en el mundo, y muy especialmente a las mujeres. Lo que comenzó como una tragedia personal se ha convertido en un llamado a la acción y la lucha por un cambio cultural.

La poderosa historia de Gisèle Pelicot

¿Alguna vez has sentido que el mundo te dio la espalda? Gisèle Pelicot ha experimentado esa sensación de manera desgarradora. Durante años, fue drogada por su marido, quien la sometió a las más terribles violencias sexuales a manos de otros hombres. Uno podría pensar que una situación así es impensable en el siglo XXI, pero aquí estamos.

En su reciente declaración, Gisèle clamó: “Gracias a todos ustedes tengo fuerzas para llevar esta lucha hasta el final». Su voz se eleva no solo por ella, sino por todas las víctimas que se sienten perdidas, solas y sin un camino claro hacia la sanación. ¿Qué pasa con las historias de violencia sexual que nunca salen a la luz? Su testimonio se convierte en un faro para todas las que enfrentan sombras similares.

La violencia sexual no es un fenómeno aislado. Es un espejo que refleja una trágica realidad estructural y cultural. La cuenta de Instagram @hastaelkonejo, creada por una mujer canaria, ha recopilado más de 500 testimonios sobre abusos y acoso en las Islas Canarias, destacando que muchas de estas agresiones provienen de “hombres de confianza”, aquellos que deberían ser protectores, no agresores.

La cultura del silencio: Un grito atragantado

Recuerdo cuando le conté a un amigo que había sido víctima de acoso. La respuesta fue un ligero nerviosismo y un «bueno, eso pasa a menudo». Esa sensación, de ser minimizada o no creída, es algo que muchas mujeres experimentan. Esa es la cultura del silencio.

La mujer detrás de la cuenta hastaelkonejo explica: “Esto empezó de casualidad. Todas sabemos que vivimos violencia sexual de alguna manera”. Su objetivo no es solo arrojar luz sobre la violencia, sino también desmantelar la narrativa que culpa a las “mujeres atraen desgracias”. ¿Cuántas mujeres han escuchado eso y se han sentido solas en su dolor?

Los hombres que perpetúan la violencia y la cultura de la agresión son muchas veces los mismos que están cerca de nosotras: familiares, conocidos, co-trabajadores. Esta cercanía impide que las víctimas hablen, porque siempre hay miedo a la represalia o a que no les crean. La valentía que ellas demuestran al compartir su experiencia nos muestra que esta lucha no es solo individual, sino colectiva.

Repercusiones en las Islas Canarias: El silencio que grita

La situación en Canarias es otro ejemplo devastador. La falta de recursos, forenses y apoyo para las víctimas de violencia machista ha sido expuesta abiertamente. La cuenta de @hastaelkonejo no solo ha documentado las agresiones, sino que ha reflejado la tristeza de un sistema que no apoya a las víctimas.

¿Te has preguntado alguna vez por qué las mujeres no denuncian? La Macroencuesta sobre la violencia contra la mujer de 2021 revela que solo el 8% de las víctimas decide dar un paso adelante y formalizar una denuncia. Esto no es simplemente un caso de las «mujeres asustadas»; es un testimonio de un sistema que no ha hecho lo suficiente para proteger a las víctimas.

Una mujer, a quien llamaremos B., compartió su historia de acoso en un evento antifascista. Cuando confió en su pareja sobre el incidente, él desestimó sus sentimientos como algo “normal”. ¿Cuántas veces esto sucede? Demasiadas.

En muchos casos, las víctimas se encuentran en un vacío legal y personal. Las instituciones no tienen un camino claro para ayudar y, a menudo, el miedo de no ser creídas complica aún más la situación.

La importancia del testimonio y la visibilidad

El acto de compartir su dolorosísima experiencia es lo que da voz a muchas. Al igual que Gisèle y B., hay miles que enfrentan su realidad en silencio. Con la explosión de las redes sociales, ahora se encuentran en un espacio donde pueden alzar su voz, e incluso crear comunidades de apoyo. Fue el caso de Cristina Fallarás, quien inició el movimiento Cuéntalo, convirtiéndose en una pionera en dar voz a tantas mujeres que han sufrido violencia.

“Dar la cara, ponerlo ahí fuera es súper importante para crear ese debate social,” dice la mujer detrás de hastaelkonejo. Si hay una verdad que debemos abrazar, es que la vergüenza nunca debería ser de la víctima. Es hora de que cambiemos la narrativa: la vergüenza debe recaer sobre el agresor.

El efecto dominó del apoyo mutuo

Estar informados y ser empáticos es clave. Este es un momento delicado en el que debemos unirnos. Cuando una mujer comparte su historia, se convierte en un faro de luz para otra que puede estar en la oscuridad. Pero, aún hay un camino extenso por recorrer. El miedo sigue existiendo y muchas se encuentran paralizadas por el dolor y la incertidumbre.

La lucha no es solo acerca de la legalidad; se trata de cambiar la percepción social de la violencia sexual. Se trata de hablar y no permitir que la culture del silencio continúe. Las redes sociales han demostrado que pueden ser un arma poderosa, pero también pueden ser crueles. Es un balance delicado, pero necesario.

Un llamado a la acción: Empoderar a la voz de todas

Como mujeres, como seres humanos, debemos levantarnos y apoyarnos unas a otras. Este es un momento en que la empatía y la solidaridad pueden transformar vidas. La violencia sexual es una pesadilla que no debería ser parte de la experiencia vital de ser mujer. Y si creemos que podemos hacer una diferencia, entonces es hora de actuar.

Estamos en un momento histórico, donde cada voz cuenta. ¿Te atreverías a compartir tu historia? ¿A ser un aliado para quienes han sufrido? Tic, tac. El tiempo no se detiene, y el cambio es necesario ahora.

El juicio de Gisèle Pelicot es solo una parte de un rompecabezas más grande. La violencia sexual es una realidad que muchas enfrentan en silencio, y es crucial que las historias se publiquen, se cuenten; que el ciclo del miedo se rompa y se reemplace por uno de apoyo y comunidad.

Reflexiones finales: ¿Hacia dónde vamos?

Es un tema complicado, cargado de emociones e historia. La pregunta es: ¿qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para erradicar esta violencia? La respuesta es simple: debemos hablar, apoyarnos y, sobre todo, escuchar.

Si estás aquí, leyendo esto, ya has dado un paso. ¿Cuál será el siguiente? La historia de Gisèle Pelicot no es un capítulo cerrado, es una invitación a todos nosotros a ser parte del cambio.

Cada testimonio cuenta, y con cada voz que se levanta, estamos un poco más cerca de un futuro donde la violencia sexual no tenga cabida. Es un camino complicado, pero nuestra historia, como la de tantas otras, merece ser contada. Sin culpa, sin miedo. Solo verdad.

¿Te unes a la lucha?