El 25 de noviembre, una fecha marcada en rojo en el calendario, conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Este año, las calles de Madrid vibraron con los gritos de mujeres que exigían un cambio. A las 19:00 horas, el Foro de Madrid convocó una manifestación bajo el lema «aquí estamos las feministas abolicionistas». Pero, ¿realmente estamos avanzando en esta lucha? ¿O el feminismo se ha convertido en un termómetro de discriminación entre sus propias filas?
La manifestación: un rugido en las calles
Las calles de Alcalá, uno de los pulmones de la capital, se llenaron de mujeres decididas a hacer escuchar sus voces. Con pancartas que decían «las mujeres exigimos respeto», y coreando frases como «si te pega, no te quiere», la energía era palpable. No obstante, no era un simple paseo. Era una reivindicación profunda, un llamado a combatir la violencia sexual, el sexismo y la prostitución.
Recuerdo que en una manifestación anterior, un grupo de mujeres se presentó vestida de ‘compaña feminista’, con túnicas y máscaras. Aquella imagen me quedó grabada; la solemnidad y fuerza del momento me hizo reflexionar sobre cuántas vidas se habían apagado por la violencia machista. Este año, mujeres se presentaron igualmente vestidas así, portando carteles en memoria de las víctimas. Cada nombre, cada edad, cada ciudad resonaba como un eco de dolor.
El contexto: más que una marcha
A lo largo de los años, las cifras han sido escalofriantes. Según datos del Ministerio de Igualdad, desde el 1 de enero hasta el día de la manifestación, 41 mujeres habían sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Sin embargo, el 25 de noviembre fue también el día en que un joven fue detenido por presuntamente asesinar a su expareja de solo 15 años, sumando un nuevo número a la macabra estadística. Pregunto: ¿realmente estamos progresando?
Una de las voces destacadas fue Paloma, quien perdió a su hermana hace 17 años a manos de un asesino machista. La historia de Paloma no es única, pero cada vez que la comparte, uno no puede evitar preguntarse: ¿cuántas historias más se están perdiendo, silenciadas por el dolor?
La doble manifestación: unidad o división
Lo que llamó la atención este año fue que en Madrid hubo dos manifestaciones simultáneas. Mientras que el Foro de Madrid exigía la reforma de una ley «obsoleta», la Comisión 8M marchaba con el lema «Juntas, el miedo cambia de bando». Esto plantea una reflexión importante: ¿puede el feminismo permitirse la división en momentos tan críticos?
La portavoz del Foro, Marta Cárdoba, dejó claras sus inquietudes: «no hay razón alguna para que haya dos manifestaciones». Esta fractura en el movimiento feminista pone en evidencia la necesidad de diálogo y unidad. La lucha contra la violencia machista debe ser un objetivo común, no un territorio de disputa.
No soy ajeno a las divisiones. Recuerdo una discusión acalorada entre amigos sobre quién era el «auténtico» feminista. Al final del día, nos dimos cuenta que la cuestión no era quién tenía más razón, sino cómo avanzar juntos en la lucha por la igualdad.
La voz del gobierno: palabras y acciones
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, estuvo presente en la manifestación. Su pedido de «combatir la violencia y el negacionismo» fue claro, pero aquí viene la pregunta inquietante: ¿las palabras son suficientes? En un mundo donde las acciones hablan más que las palabras, la comunidad sigue esperando cambios palpables en las políticas y leyes que rigen nuestro día a día.
Las cifras que asustan
Vamos a entrar en números. Málaga se presenta como la provincia andaluza con más mujeres asesinadas desde 2003, con 57 víctimas. Esto refleja un problema estructural que no se puede ignorar. La violencia de género no es un problema exclusivamente individual; es un fenómeno social que requiere intervenciones comunitarias y gubernamentales efectivas.
En este contexto, me viene a la mente una anécdota personal. Una amiga, activista y comprometida al cien por cien con la causa, me decía que había perdido la fe en las reformas. «Los gobiernos prometen, pero ¿dónde están los resultados?», me preguntó. Y no pude más que estar de acuerdo. ¿Cuántas veces hemos escuchado promesas que nunca se cumplen?
La vida tras la violencia: historias que nos interpelan
Detrás de cada cifra hay una historia. Algunas mujeres han tenido que enfrentar traumas inimaginables. Además de las dificultades que enfrentan las mujeres con discapacidad, que piden más recursos y atención, hay un tema lado que es la atención y el acompañamiento a las familias de las víctimas. Paloma, tras perder a su hermana, ha luchado por que la ley ampare a los familiares. Esto me lleva a pensar: ¿cómo se construye una sociedad en la que no solo sobrevivimos, sino que también prosperamos?
Quienes hemos sido testigos de estas historias sabemos que hay un acto de valentía cada vez que se comparte una experiencia vivida. La genuina búsqueda de justicia es un proceso doloroso, pero necesario.
¿Y ahora qué? Caminos a seguir
Al concluir esta jornada de protesta, la reflexión nos lleva a mirar hacia adelante. La lucha contra la violencia machista debe ser una prioridad, no solo el 25 de noviembre, sino todos los días del año. El movimiento feminista tiene el poder de unir y generar cambios, pero requiere un esfuerzo colectivo, ¿no crees?
Es nuestro deber seguir visibilizando la violencia de género, seguir exigiendo cambios en las leyes, y también informarnos sobre el trabajo que se está haciendo en otras partes del mundo. Cada manifestación es un grito de esperanza y resistencia, una oportunidad para decir «basta».
Conclusión: Un cambio es posible
A medida que nos despedimos de otro 25 de noviembre, vuelvo a recordar las palabras de Paloma: «no podemos asistir impasibles al goteo de la violencia de género». Estoy de acuerdo, y creo que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esta lucha. Comparte, informa, actúa. La violencia machista puede ser un problema sistémico, pero, como todo problema complejo, también tiene solución.
Así que, ¿qué estamos dispuestos a hacer por las mujeres que luchan por su vida cada día? La pregunta queda flotando en el aire, esperando respuestas. La lucha continúa, y cada uno de nosotros tiene el poder de contribuir a un cambio real. Maze, el camino puede ser largo, pero si unimos fuerzas, definitivamente podemos avanzar.
Si has llegado hasta aquí, espero que este artículo haya resonado contigo y te haya hecho reflexionar sobre el papel que cada uno de nosotros juega en la lucha contra la violencia machista. Recuerda, siempre hay espacio para la empatía, la comprensión y la acción. ¡Hasta la próxima!