Cuando pensamos en el Alto Egipto, probablemente no imaginamos un lugar donde las tradiciones tienen un control tan férreo sobre la vida de las personas. Un rincón del mundo donde la venganza es ley y la justicia, una ilusión. ¿Pero qué sucede cuando el extremo del dolor se convierte en el núcleo de un movimiento por la paz? Este artículo se adentra en las historias conmovedoras, pero profundamente inspiradoras, de mujeres como Amani Abu Sehli y Safaa Asran, que están cambiando el relato sobre la venganza en su comunidad.

La historia de Amani: el dolor que transformó una tradición

Amani Abu Sehli, originaria de Quena, una pequeña gobernación en el Alto Egipto, nunca imaginó que su vida giraría en torno a un concepto tan sombrío como el de la venganza. De hecho, Amani tiene algo que muchos de nosotros deseamos: la solución a un dilema que nos ata en cadenas de odio y rencor. En 2014, su vida se destrozó tras la muerte de su hijo, un adolescente asesinado a tiros en el camino a la escuela. La tragedia no solo hizo que su familia, los Sahalwa, quedara marcada por la pérdida, sino que también encendió una guerra interminable contra la familia enemiga, los Makhalfa.

“Desde entonces, fui testigo de una serie de asesinatos que, simplemente, no se detuvieron”, dijo Amani, con el dolor aún visible en sus ojos. Al menos dieciséis vidas se perdieron en esta lucha de poder, y no, no fueron vidas al azar. Eran hombres, padres, hermanos y amigos, atrapados en un ciclo de represalias de un sistema que, por décadas, había dictado que el honor se restablece a balazos.

Una vez, mientras reflexionaba sobre su situación, pensé que podría ser fácil dejarse llevar por la rabia. ¿Cuántos de nosotros no hemos sentido eso? Esa necesidad de justicia, de equilibrar la balanza tras una traición, un dolor o una pérdida. Pero Amani eligió un camino diferente: el perdón.

Un camino difícil: la reconciliación en un contexto de venganza

Decidida a desviar el círculo vicioso de la violencia, Amani fundó en 2019 la iniciativa Alto Egipto Sin Venganza. Su enfoque no se limitó a dialogar con los hombres. En lugar de endurecer el conflicto, buscó la paz a través de conversaciones difíciles y sesiones de reconciliación. La clave estaba en trabajar con las mujeres de ambas familias. ¿Por qué? Porque, en muchos casos, son las mujeres las que incitan a la venganza, llevando el peso del dolor acumulado en sus corazones.

Una tarde, en una reunión multitudinaria, respiró profundamente y se armó de valor. Fue allí donde ambas familias, hasta entonces enemigas, se reconciliaron y el derramamiento de sangre cesó. En un mundo donde la violencia está normalizada, este pequeño paso puede parecer una insignificancia, pero era un acto de valentía digno de ser celebrado.

Amani comparte su historia con gran emoción: “La reconciliación fue un proceso largo, pero, al final, fue liberador”. En su camino por la paz, ha conseguido detener centenares de disputas. Y lo mejor, lo que me parece verdaderamente notable, es que ha hecho esto mediante el poder de la conversación y no de la coerción. ¿No es hermosa la idea de dialogar cuando las palabras pueden tener un impacto más duradero que un disparo?

Safaa Asran: una voz en la lucha

No fue solo Amani quien se levantó contra esta cultura de la venganza. Otra mujer decidida, Safaa Asran, de 30 años, también se convirtió en un pilar de la lucha por la paz en Quena. La historia de Safaa me recuerda a esos héroes de película que se enfrentan al mal cuando todo parece sucumbir a la desesperanza. Sin embargo, su enfrentamiento no es con un monstruo ficticio, sino con un viejo enemigo conocido: el ciclo interminable de venganza.

Las palabras de Safaa me impresionaron cuando mencionó que “la venganza es un cáncer devastador”. Todo lo que ha pasado, y sigue pasando, en su comunidad es una prueba. Ella fundó la Iniciativa Escudo de Tolerancia, enfocándose en organizar sesiones de reconciliación e involucrar a las familias en los conflictos. ¿Te imaginas ser esa persona que se atreve a entrar en una habitación llena de ira y resentimiento con solo una idea en mente: la paz?

Lo que realmente destacó en los testimonios de ambas mujeres es cómo esta lucha está ligada a su identidad como mujeres. A menudo, son consideradas las más vulnerables en estas situaciones, pero también son las que cargan el dolor y la pérdida. “Las mujeres son el corazón de la comunidad, aún si a menudo nos relegan a un segundo plano”, apunta Amani, resaltando la importancia de incluir voces femeninas en cualquier proceso de reconciliación.

La importancia del diálogo: un antídoto para el rencor

El camino hacia la solución de estos conflictos no es fácil y requiere un esfuerzo conjunto. Las iniciativas de Amani y Safaa han conseguido motivar a las mujeres a involucrarse directamente, transformando el dolor en un motor para el cambio. Las vidas que una vez se pensaron sin rumbo ahora se convierten en voces de esperanza.

En una de sus sesiones, Amani me contó cómo facilitar el diálogo entre las familias no es una tarea sencilla. “Hay resentimientos heredados, culturas de odio. A veces, pareciera que no hay salida, pero cada conversación es un paso hacia adelante”. Es como intentar deshacer un nudo complicado. El tiempo y el esfuerzo son necesarios, pero el resultado puede ser liberador.

¿Y qué hacen las autoridades?

Aunque el esfuerzo de estas mujeres es notable, no son las únicas que trabajan para desmantelar esta tradición letal. Las autoridades religiosas y el Gobierno egipcio han intervenido en varias ocasiones para promover la paz en estas comunidades. Se han formado comités de reconciliación que buscan abordar las raíces del problema, aunque muchos críticos argumentan que, sin una reforma legal, estos esfuerzos solo son parches temporales.

Un abogado defensor de derechos humanos, Hany Sameh, argumenta que, a pesar de las reuniones comunitarias para la reconciliación, “es preferible acabar de raíz con el concepto de venganza, no ponerle una tirita”. Es una observación válida y profundamente necesaria. Las instituciones que se ocupan de la justicia tienen la responsabilidad de reforzar su papel. Después de todo, es su deber garantizar que la ley se respete y que no se recurra a la venganza como forma de justicia.

Siempre hay algo esperanzador en cualquier esfuerzo por la paz, ¿verdad? Lograr que las familias se sienten a dialogar es un gran avance. Si seguimos este camino, tal vez un día, la venganza sea tan solo una historia que contar a nuestros hijos para que aprendan de nuestros errores.

El legado de una lucha por la paz

Hoy, las historias de Amani, Safaa y muchas otras mujeres en el Alto Egipto son un recordatorio de que, aunque el camino hacia la paz pueda estar lleno de espinas, cada paso cuenta. A medida que estas mujeres siguen trabajando para erradicar la cultura de la venganza, también están construyendo un futuro digno para sus hijos e hijas. Uno en el que el diálogo y la comprensión ganan terreno, mientras la violencia se convierte en un vestigio del pasado.

La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Qué pasos estarías dispuesto a tomar para fomentar un ambiente de paz en tu propia comunidad? Tal vez no tengamos enfrente una guerra de clanes, pero siempre hay lugar para el entendimiento, la empatía y el diálogo.

Así que, ¿podríamos considerar transformar el dolor en un impulso para el cambio? En un mundo que a menudo tiende a mirar hacia el otro lado, las historias de Amani y Safaa nos enseñan que hay luz incluso en la oscuridad y que la verdadera fuerza radica en la voluntad de perdonar y reconstruir. Quiero dejarte con esta reflexión: cuando una persona decide actuar con amor en lugar de confrontación, una chispa de esperanza nace. ¿Y quién sabe? Tal vez ese sea el camino hacia un futuro donde la venganza se convierta en un espejismo del pasado.