El desierto de Arabia está a punto de vivir una transformación sin precedentes. Dos gigantescos muros recubiertos de espejos se alzarán, formando La Línea, una ciudad futurista que promete ser la utopía tecnológica del siglo XXI. Sin coches, sin carreteras y funcionando exclusivamente con energías renovables. La idea suena increíble, ¿verdad? Pero antes de dejarte llevar por la ilusión, es esencial profundizar en el trasfondo que envuelve a este ambicioso proyecto y a su sorprendente aliado: McKinsey & Company.

Neom: el sueño saudí de un futuro sostenible

Imaginemos por un momento que estamos en el desierto. El calor es abrasador, pero ante nuestros ojos se despliega una majestuosidad arquitectónica. Neom es un proyecto de $500 mil millones, algo así como la idea de un niño con un juguete de construcción que jamás se detiene, con planes que abarcan desde un puerto deportivo hasta ciudades totalmente automatizadas. Pero, como en cualquier historia moderna que se respete, el fulgor superficial a menudo oculta un trasfondo más oscuro.

¿La solución a la crisis climática o más de lo mismo?

Se presenta a Neom como una solución definitiva para la crisis climática, donde Arabia Saudí intenta renunciar, en cierta medida, a su dependencia del petróleo. La ambición es loable, pero ¿quiénes son los verdaderos beneficiarios de estas iniciativas? Aquí es donde entra en juego McKinsey, la famosa consultora que parece estar en medio de un juego de dos caras.

La consultora ha sido alabada por su supuesta contribución a la sostenibilidad global, pero a la sombra de estos elogios hay un trabajo más turbio, que implica asesorar a grandes emisores de CO2 para expandir su influencia y, sí, su producción de combustibles fósiles. ¡Ups! Casi te convence, ¿verdad?

El monstruo incómodo: McKinsey & Company

McKinsey lleva décadas flotando en el mundo de los grandes negocios como un pez grande en un estanque lleno de oportunistas. Con un historial que incluye más escándalos que una telenovela, se ha ganado tanto admiradores como detractores. El hecho de que asesoren a algunas de las mayores empresas de combustibles fósiles del mundo añade una capa de complejidad a su imagen.

El costo del progreso sostenible

Cuando se habla de sostenibilidad, muchas veces nos olvidamos de que detrás de cada promesa de un futuro ecológico hay un cálculo frío de rentabilidad. De acuerdo a los documentos filtrados, se ha revelado que McKinsey derivó entre el 1% y el 5% de sus ingresos en los Emiratos Árabes Unidos de su trabajo en Neom. ¡Y eso no es todo! En 2023, sus ingresos de Saudi Aramco representaron igualmente un porcentaje significativo de su negocio en la región, mientras se hace un guiño a la necesidad de reducir la dependencia del petróleo.

Aquí es donde la narrativa se complica: mientras el mundo pide a gritos una transición energética, McKinsey parece estar balanceándose en la cuerda floja entre ayudar a descarbonizar y, al mismo tiempo, llenar sus bolsillos con la industria fósil. «Las empresas no pueden pasar del marrón al verde sin ensuciarse un poco», dijo un alto ejecutivo de la consultora. ¿Es posible realmente ser parte del problema y a la vez del cambio? Es una pregunta que muchos se hacen mientras se agitan ante la inminente crisis climática.

El dilema del compromiso: ¿ciencia o ganancias?

A medida que más documentos sobre las operaciones de McKinsey se hacen públicos, la pregunta sobre su verdadera lealtad se vuelve más pertinente. Aunque la compañía ha lanzado varias iniciativas sobre sostenibilidad, las contradictorias alineaciones con grandes fabricantes de petróleo y carbón señalan una falta de coherencia. ¿Estamos respaldando realmente la causa o simplemente jugando a los tres monos: nada, no veo, no hablo?

Las cartas sobre la mesa

Recientemente, una carta firmada por más de 1,100 empleados de McKinsey solicitó a la directiva que se comprometiera más seriamente con la reducción de emisiones de clientes contaminantes. Al parecer, estas demandas resonaron con las mismas exigencias de los colectivos ambientalistas. Pero McKinsey afirma que no abandonará a sus clientes de combustibles fósiles, pues «si no lo hacemos nosotros, lo hará la competencia». ¿Realmente es necesario un enfoque tan ambicioso en un sector conocido por su resistencia al cambio?

Inspiración en la India: un futuro incierto

Ahora viajamos a otro lugar del mundo: la India. Este país ha sido considerado como el «siglo de la India» por muchos, incluyendo al propio director de McKinsey. Sin embargo, mientras la consultora escribe informes sobre cómo la India puede alcanzar la neutralidad de carbono, en paralelo trabajan en proyectos que garantizan la expansión de su industria del petróleo.

Por ejemplo, McKinsey recibió un contrato para asesorar en la expansión de una de las refinerías más grandes de la India. Es como si en lugar de dar el siguiente paso hacia adelante, la compañía está plantando dos pies en el pasado con el objetivo de cosechar más beneficios. La pregunta es: ¿puede el país ser realmente un líder en sostenibilidad mientras se aferra a sus viejos hábitos?

La contradicción del avance

Imaginemos por un momento un futuro en el que la India no solo acoja las energías renovables, sino que efectivamente lidere el camino. Pero esta visión entra en conflicto con decisiones que apuntan a incrementar la producción de combustibles fósiles. Sin embargo, la consultora se lanza de lleno en contratos, dejando una huella que podría ser difícil de borrar.

La crítica contenido: ¿el verdadero papel de McKinsey?

Entonces, ¿qué papel debe jugar una gigante consultora como McKinsey en este mundo en constante cambio? Hay quienes creen que deben reconocer su lugar en el juego climático, rendir cuentas y ser más transparentes sobre sus acciones. Al final del día, la sostenibilidad no debería ser solo un marketing brillante, sino un compromiso genuino hacia el bien común.

¿Qué harías tú si realmente estuvieras en la piel de un consultor en McKinsey? ¿Optarías por cerrar tratos lucrativos con petroquímicas que, a la larga, perjudicarán a nuestro planeta solo por el beneficio a corto plazo? Es un dilema que provoca más de un insomnio, ¿no?

Un futuro de posibilidades

Como dice el refrán, «el dinero no duerme». Grabado en la memoria de los líderes de la industria, el desafío a superar será cómo equilibrar el poder de la economía con la urgencia de salvar al planeta. La lean de Neom es una magnífica demostración de innovación, pero a medida que se construyen los muros del futuro, es esencial contemplar las consecuencias de la presente relación de McKinsey con el petróleo y el gas.

Reflexiones finales: un puente hacia el futuro

La ambición detrás de Neom es emocionante, no hay duda de ello. No obstante, como consumidores y ciudadanos, debemos permanecer alerta. En un mundo donde parece que los dilemas y la hipocresía son más comunes que la verdadera sostenibilidad, es vital cuestionar las verdaderas intenciones de aquellos que iluminan el camino hacia el futuro.

Así que la próxima vez que escuches sobre una ciudad futurista o un proyecto destinado a salvar el planeta, pregúntate: ¿quién realmente se beneficia de esto? ¿Es un paso hacia un mundo más limpio o simplemente una máscara detrás de la cual se esconden intereses más oscuros?

Porque, al final del día, hay una línea muy delgada entre el cambio y la continuidad, y es nuestra responsabilidad garantizar que el futuro no sea solo un espejismo en medio del desierto.