Las elecciones en Estados Unidos están a la vuelta de la esquina. El 5 de noviembre, los estadounidenses se preparan para una batalla épica entre dos gigantes de la política: Donald Trump y Kamala Harris. Ya sea que estés al lado de los que apoyan sin reservas a Trump o de los que ven en Harris la esperanza de un futuro más brillante, una cosa es segura: ¡tus emojis de pantalla se quedarán sin batería!

En este artículo, vamos a explorar lo que se puede esperar de estos comicios. Pero antes de sumergirnos en el drama electoral, déjame compartir una pequeña anécdota. Recuerdo un día en que decidí participar en una sesión de un grupo de discusión sobre política. Estaba muy emocionado. Sin embargo, al llegar, no había más que desavenencias. La única cosa que aprendí fue que ¡en las elecciones, hasta los amigos se convierten en rivales en menos de un segundo!

Pero basta de cháchara; volviendo a la cuestión principal, ¿estamos ante una verdadera lucha del Bien contra el Mal? ¿O simplemente nos hemos dejado llevar por la narrativa emocionante que rodea cada ciclo electoral?

La sensación de espectáculo: elecciones versus Super Bowl

Si alguna vez pensaste que la Super Bowl era el evento más emocionante del año, piénsalo de nuevo. Cada cuatro años, las elecciones presidenciales en EE. UU. parecen robar la corona del espectáculo. Y no solo porque se trate de elegir un presidente, sino porque también incluye un carrusel de emociones que podría dejar a cualquier montaña rusa en vergüenza. Nos encontramos ante una lucha no solo política, sino casi teatral.

Desde bandas sonoras emocionantes hasta anuncios en televisión que producen más adrenalina que un partido de fútbol, parece que hemos creado un entorno donde elegir entre Trump y Harris es más relevante que saber quién ganará el trofeo de la Super Bowl.

¿Y quién podría culparnos? Vivimos en una época donde la política ha dejado de ser un asunto serio y ha pasado a ser el arte del espectáculo. Es casi como si Donald Trump apareciera para recordar a todos que es, de hecho, un maestro del show business. Mal que bien, se ha convertido en un personaje que nos hace reír, frustrarnos y, a menudo, preguntarnos en voz alta: «¿En serio hizo eso?».

Documentales y conspiraciones: la nueva propaganda política

Recientemente, HBO lanzó un documental titulado Stopping the steal, que revela un panorama oscuro sobre el futuro electoral que nos espera si Trump pierde. Al escuchar el nombre, es difícil no imaginarse a un grupo de personas en una sala oscura, desarmando una teoría conspirativa tras otra. Hay un toque de intriga, que aunque se presenta como informativo, también tiene un aire de advertencia: «Si no nos concientizas, ¡podrías ser impactado en las próximas elecciones!».

El documental también toca un punto interesante: la duda sobre la legitimidad de los procesos electorales. Antes, estas dudas eran simplemente una excentricidad de los más acérrimos opositores. Ahora, parecen estar aterrizando en la cabeza de personas completamente normales. ¿Te suena familiar? Hay un viejo dicho que dice que «lo que no vemos no lo creemos», y si lo que vemos es un par de funcionarios electoralmente ineficaces, entonces las teorías de conspiración parecen tomar forma.

¿De quién es la culpa?

Aquí es donde la historia se complica. Los votantes conservadores, con sus temores hacia la tecnología y la creencia en conspiraciones turbas, no son los únicos que deben rendir cuentas. La izquierda no ha sido más modesta al respecto. Sin embargo, no podemos ignorar que una parte de este problema de confianza proviene del propio movimiento woke, que ha llevado a muchos a creer que solo su visión de la verdad es válida.

Imagina que en una conversación acalorada sobre política te encuentras diciendo: «Escucha, no se trata de a quién tienes razón, sino de que tú y tus amigos no pueden simplemente cancelar a los que no piensan como ustedes». Quizás algunos se llevaran la mano a la frente, resonando «¡Oh, ya no se puede hablar de política sin ser atacado!».

La sombra de las elecciones amañadas

Ahora, seamos honestos: las elecciones en diferentes partes del mundo, como las de Venezuela, han dejado claro que los procesos pueden estar vueltos un lío. La interacción entre lo legislativo y lo ilusorio puede tomar giros inesperados. Existen dictadores que se han aferrado al poder mientras sonaba de fondo una melodía de aplausos robados. ¿Cuántas veces hemos oído frases como «el pueblo ha hablado» solo para ver que no se respeta realmente su deseo?

Sí, la democracia es un hermoso concepto, pero también es un sistema que se puede manipular. Hemos visto elecciones ser manipuladas no solo por dictadores sino también por figuras enmascaradas de héroes. El dilema real es que, permitiendo que el ruido actual se convierta en nuestra forma de realidad, peligrosamente nos hemos enseñado a vivir bajo la percepción de que ganar está justificado.

¿Democracia o equívoco?

Es aquí donde se hace evidente que quizás, después de todo, la democracia es también un derecho a equivocarse. ¿Recuerdas cuando elegiste esa camiseta estridente solo porque estaba «de moda» y te arrepentiste inmediatamente después? A veces, la vida nos pide que cometamos errores, y también lo hacen las elecciones.

Esa es la esencia del ser humano: votamos a un payaso y luego nos reímos de lo que hemos traído a nuestras vidas. Entonces, ¿por qué no permitir que el pueblo vote como le plazca? Esos momentos absurdos son los que le dan vida a nuestra democracia. A veces se cometen errores, y a veces simplemente tomamos decisiones basadas en un meme o una tuitada divertida.

La capacidad de reírse ante el caos

Por último, al mirar hacia las elecciones, es refrescante recordar que, al final del día, deberíamos ser capaces de reírnos. Ya sea viendo un debate que parece más una competencia de asistentes a un talk show o revisando una lista de propuestas que suenan demasiado bien para ser ciertas, el humor es una herramienta poderosa.

Entonces, a medida que se acercan las elecciones, recordemos: el 5 de noviembre no será solo una pelea entre dos candidatos, sino un reflejo de lo que todos somos: seres humanos, capaces de hacer el bien, el mal y todo lo que está entre medio. Y sí, aunque todo suene abrumador, ¡a veces solo necesitamos tomar un pastel de aguacate y disfrutar mientras vemos cómo se despliegan los eventos!

En conclusión, aunque pueda parecer que estamos entre una batalla épica entre el bien y el mal, lo que realmente debemos recordar es que la política también es un espectáculo. Siendo así, no olvides disfrutar del show.