En el fondo de nuestras mentes, todos hemos tenido esa conversación interna que nos dice: “¿Por qué algunas personas parecen nacer con dotes para la música mientras yo apenas puedo tocar la pandereta?”. Este tipo de pensamientos pueden parecer inofensivos, pero a menudo revelan una antigua creencia: que la inteligencia y las habilidades son atributos fijos. Más aún, muchos estudiantes creen, al igual que Mar, de 11 años, que sus calificaciones se deben exclusivamente a una supuesta inteligencia innata. ¿Pero realmente es así? En este artículo, vamos a explorar cómo esta noción puede limitar el potencial académico de nuestros jóvenes, y lo que podemos hacer para cambiar esa narrativa.

La percepción de la inteligencia

Imagina por un momento que estás en el aula, y te presentan una asignatura que parece heredar a la maldición de las matemáticas, o peor aún, a ese monstruo llamado francés. Todos hemos estado ahí. La voz en nuestra cabeza comienza a susurrar: “No se te dan bien las lenguas extranjeras”, o “Las matemáticas no son para ti”. Y, claro, cuando escuchas a tus compañeros sacar mejores notas, lo primero que piensas es que son más inteligentes.

Esta percepción de la inteligencia es un fenómeno común, pero es crucial entender que no se reduce a un simple rasgo biológico. Según estudios recientes, la mentalidad fija—la creencia de que nuestras habilidades son inmutables—puede estar limitando el potencial de muchos estudiantes. Los docentes y padres que fomentan esta idea, aunque sin querer, alimentan una cultura del «no puedo» frente a «sí puedo».

La trampa de la mentalidad fija

El caso de Mar es solo un ejemplo de cómo un simple juicio de valor puede ser causante de problemas a largo plazo. Su respuesta refleja una narrativa común que no solo afecta a estudiantes en Valencia, sino que se observa alrededor del mundo. Desde los pasillos de la enseñanza pública hasta las aulas más exclusivas, la mentalidad fija puede hacerle un flaco favor a nuestros hijos.

Te invito a reflexionar: ¿cuántas veces has escuchado a un niño decir que no es bueno en algo, sólo para que esa frase se convierta en una realidad por el mero hecho de repetirse? Personalmente, recuerdo a un compañero del colegio que se refería a sí mismo como «el tonto» porque flojeaba un poco en matemáticas. Ahora, como adulto, se dio cuenta de que esa forma de pensar había limitado sus posturas hacia el aprendizaje durante años.

El impacto de la motivación

Visto así, la motivación se convierte en un juega un papel crucial en el rendimiento académico. Según la Teoría de la Autodeterminación, la motivación intrínseca —el deseo de aprender por el simple hecho de disfrutar del aprendizaje— se ve afectada por creencias sobre la inteligencia. Si un alumno cree que no es bueno en algo, es poco probable que se esfuerce por mejorar.

Por ejemplo, en un estudio realizado por la Universidad de Yale, se encontró que los estudiantes que reciben comentarios sobre su esfuerzo, en lugar de su inteligencia, tienden a estar más motivados y mejoran su rendimiento. De ahí que recordarles, tanto a ellos como a nosotros mismos, que el esfuerzo y la perseverancia son claves para aprender, es un magnífico primer paso en el camino hacia invertir la narrativa.

La influencia del entorno

Pero, ¿y si les digo que no toda la culpa recae en ellos? El entorno también juega un papel fundamental. Nuestras escuelas, familias y comunidades pueden crear un ambiente en el que la inteligencia sea vista como un recurso que se puede cultivar en lugar de un don exclusivo.

Tomemos como ejemplo a las escuelas que han implementado el uso de mentores. Estos programas permiten a los estudiantes ver que hay personas con experiencias similares, que comenzaron en la misma línea de partida, y que con dedicación y trabajo han llegado lejos. Estas historias de superación no solo sirven de aliento, sino que también presentan una visión de la inteligencia como algo dinámico y en constante evolución.

La importancia del fallo

¿Alguna vez has fallado en algo y has pensado que eso era el fin del mundo? Lo sé, suena bastante dramático. Pero aquí está el truco: el fallo no es el enemigo, es una herramienta. Las experiencias fallidas son oportunidades para aprender, y eso es algo que todos los estudiantes deben interiorizar.

Recordemos que una vez, Thomas Edison dijo: “No he fallado. Solo he encontrado 10,000 maneras que no funcionan”. Y si se lo dijéramos a nuestros hijos, ¡quizás verían el fracaso como un paso hacia el éxito! La importancia de crear un ambiente donde se pueda errar sin miedo es crucial para que los estudiantes se atrevan a experimentar y aprender.

Estrategias para fomentar un cambio

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros jóvenes a cambiar esta narrativa? Aquí hay algunas estrategias que pueden ser útiles:

1. Fomentar un diálogo abierto

Las conversaciones son el primer paso. Hablemos con los estudiantes sobre sus creencias sobre la inteligencia y la percepción de lo que pueden lograr. No se trata de ser un coach motivacional, sino de fomentar un ambiente donde se sientan cómodos compartiendo sus miedos y dudas.

2. Celebrar los esfuerzos, no solo los resultados

En lugar de enfocarnos exclusivamente en las calificaciones, celebremos el esfuerzo. Alabar una buena actitud y el trabajo duro en lugar de solo el éxito ayuda a los estudiantes a asociar el aprendizaje con nö más que solo una nota.

3. Introducir historias de crecimiento

Ya sea a través de los mentores en las escuelas o relatos inspiradores de personas que han superado adversidades, introducir narrativas de crecimiento puede ayudar a los estudiantes a visualizar un camino hacia el éxito.

4. Enseñar estrategias de aprendizaje autónomo

Enseñar a los estudiantes a establecer metas y aprender a regular su propio aprendizaje puede ser transformador. Esto les empodera para que vean que, con esfuerzo y estrategia, pueden mejorar en cualquier área que deseen, sin importar si alguna vez se sintieron “malos” en ella.

5. Crear grupos de apoyo

Formar grupos donde los estudiantes puedan apoyarse mutuamente también puede tener un impacto positivo. La colaboración y el aprendizaje grupal permiten que todos se sientan parte del proceso sin el miedo de ser un “fracaso”.

Conclusión: Abraza el camino del aprendizaje

Finalmente, debemos recordar que la idea de ser «inteligente” está en constante evolución. Al cambiar la narrativa de lo que significa ser inteligente y al empoderar a nuestros estudiantes para que adopten una mentalidad de crecimiento, les estamos brindando herramientas para triunfar en la vida, no sólo en el aula.

Así que la próxima vez que escuchemos a un estudiante como Mar haciendo una afirmación sobre la inteligencia y las notas, quizás deberíamos preguntarle por qué piensa así. A veces, la respuesta más reveladora es simplemente una conversación. Porque, en última instancia, todos estamos en un largo y desafiante camino de aprendizaje.