¿Alguna vez has sentido que es el momento de un cambio radical en tu vida? Quizás te has preguntado cómo sería reinventarse a una edad en la que la mayoría de las personas piensan solamente en disfrutar de su jubilación. Chelo Gámez es un ejemplo brillante de cómo, incluso después de una larga carrera académica, es posible salir de la zona de confort, enfrentar adversidades y triunfar en un ámbito completamente diferente.
De profesora a emprendedora
Chelo Gámez, una mujer con una trayectoria impresionante, fue la primera profesora de la Universidad de Málaga y estuvo dedicada a la docencia durante más de 40 años. ¡Cuántas generaciones de estudiantes deben estarle agradecidos! Pero, como en toda gran historia, hubo un giro inesperado en su vida. El fallecimiento repentino de su marido fue un duro golpe, pero en lugar de dejarse afectar por el dolor, Chelo decidió que era el momento de reinventarse.
«Me quería reinventar», dice con una sonrisa que refleja tanto nostalgia como determinación. Eso es algo que podemos apreciar en la vida de cada uno de nosotros: los cambios, aunque difíciles, pueden abrir nuevas puertas.
La inspiración detrás del proyecto
Pero ¿qué hizo Chelo para dar el gran salto? A raíz de una finca que había adquirido en la Serranía de Ronda, comenzó a observar que en la zona había un potencial sin explotar. “Veía que traían muchos cerdos y salían como embutidos ibéricos a otras partes de España”, asegura. Fue entonces cuando tuvo una revelación: ¿por qué no elaborar sus propios productos ibéricos y, a la vez, ayudar a la economía local? Entre risas y un poco de escepticismo, lanzó la idea a sus hijos.
No se puede culpar a nadie por dudar en ese momento: ¿quién podría imaginar que una catedrática de economía se convertiría en la matriarca de una marca de embutidos? ¡La vida es realmente sorprendente!
Nacía Dehesa Monteros
Así, con 60 años, Chelo comenzó su aventura empresarial creando la marca Dehesa Monteros, que celebra dos décadas de existencias en este año. No solo se trataba de una simple incursión en el mundo del bacalao; se trataba de un esfuerzo consciente por dar empleo a la comunidad y por poner en valor un paisaje que, a menudo, es pasado por alto. Chelo y su familia empezaron a habilitar la finca para criar cerdos y, a base de ensayo y error, aprendieron lo que se necesitaba para producir un producto diferencial.
Pero no fue un camino fácil. Había mucho que aprender y ciertas barreras culturales que romper, especialmente en un entorno laboral tradicionalmente masculino. Sin embargo, Chelo tenía algo muy poderoso: perseverancia. «Cuando íbamos al campo, los ganaderos me hablaban a mí», cuenta su hijo José Simón, CEO de la empresa, que ha asumido el legado familiar y se ha encargado de llevar adelante lo que comenzó su madre.
El entorno toma protagonismo
La finca se localiza en la hermosa Sierra de Grazalema, una región impregnada de vegetación y abundantes lluvias. ¿Quién no querría trabajar en un lugar así? Estas características geográficas le permitieron a la familia implementar un método de alimentación innovador, clave para la calidad de sus embutidos. Los cerdos, que viven en un entorno idílico, disfrutan de una dieta variada que incluye castañas, lo que, a su vez, mejora su carne. ¡Un dulce capricho para los paladares más exigentes!
Los productos de Dehesa Monteros no son simples embutidos: son obras de arte culinario, aclamadas por restaurantes con estrellas Michelin como Bardal en Ronda y Kaleja en Málaga. Imagina que tu esfuerzo y dedicación puedan ser reconocidos de esa manera.
La evolución del negocio
Desde que comenzaron como una pequeña operación que mataba alrededor de 50 cerdos en 2008, han crecido de forma notable y actualmente superan los 1,000. Este crecimiento también les permite llevar un seguimiento minucioso de cada cerdo, asegurando no solo la calidad del producto, sino también un trato ético hacia los animales. Aquí se ve claro que el crecimiento responsable puede ser la clave del éxito.
Pero ¡espera! No todo se centra en el volumen. Chelo y su familia han decidido que no les interesa crecer en cantidad, sino en calidad. Esto es un testimonio poderoso de la ética empresarial que han adoptado. “Nuestros jamones se pueden comprar desde 600 euros”, asegura José. Vaya, ¿quién diría que un trozo de jamón podría considerarse un lujo?
Un empoderamiento que va más allá de los productos
Lo que Chelo Gámez y su familia han logrado no se limita a la producción de jamón ibérico.** Su proyecto ha rescatado y puesto en valor a la raza de cerdo ibérico rubio dorado rondeño**, una raza autóctona que había estado en peligro de extinción. Al hacerlo, han estado no solo hablando de sostenibilidad, sino dando un nuevo significado a la palabra “comunidad”.
De este modo, han generado un impacto positivo que va todavía más allá de la economía. Con un equipo de alrededor de 10 trabajadores, han ayudado a diversas familias de la zona a mejorar su calidad de vida. Y eso es algo que debería inspirar a todos nosotros: ¿cómo podemos contribuir de manera significativa a nuestras comunidades?
Reflexiones finales
Así que, la próxima vez que te encuentres con un platillo hecho de embutido ibérico, recuerda la historia de Chelo Gámez y su familia. Puede que en un primer momento su camino parezca alejado del típico trayecto de la vida laboral, pero es un poderoso ejemplo de cómo la pasión, la innovación y un compromiso con la comunidad pueden transformar no solo una vida, sino también una región entera.
En una época en la que hablar de sostenibilidad y comercio ético es más importante que nunca, Chelo es una figura que podría inspirar a todo un movimiento. Y en un mundo donde a veces parece que todo está en contra, hay una lección importante en su historia: nunca es tarde para reinventarse y hacer un impacto real.
Ahora, ¿te atreverías a dar ese paso hacia adelante que tanto has estado pensando? La próxima historia de reinvención podría estar al giro de la esquina y quizás seas tú el próximo en escribirla. ¿Quién sabe?