La televisión pública, un pilar de la información y la cultura en cualquier democracia, se encuentra una vez más en el ojo del huracán. La reciente decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de modificar la ley de RTVE ha encendido todas las alarmas. Y es que, si algo hemos aprendido en estos años, es que la independencia de los medios de comunicación es un tema que inquieta mucho a los partidos políticos. ¿Por qué será?

Un juego de poder que nunca acaba

Desde mi experiencia como espectador y, a veces, como crítico de la televisión, siempre me he preguntado: ¿será que los gobiernos no entienden el valor real de la independencia mediática? Es una pregunta intrigante, ¿no? Porque, al final del día, la forma en que se controla un medio de comunicación -sobre todo uno público como RTVE- dice mucho sobre la salud democrática de un país.

La historia de RTVE es un claro ejemplo de cómo el poder ejecutivo puede convertirse rápidamente en un titiritero. En ocasiones anteriores, hemos sido testigos de cómo tanto el PP como el PSOE han utilizado la televisión pública como un instrumento para dar a conocer su narrativa. Es casi como una obra de teatro donde el protagonista cambia, pero el guion permanece casi intacto. Recuerdo una anécdota de un amigo que, aburrido de la programación de RTVE, planteó la idea de un programa de cocina con recetas de políticos. “¿Te imaginas a Sánchez haciendo tortillas de patatas como si fueran elecciones?” llamó a la risa, pero a la vez, es una imagen que revela una verdad incómoda: los ingredientes de la política española son una mezcla explosiva.

La reciente modificación legal: ¿un paso hacia la transparencia o el control?

El contexto es crítico. Con la nueva modificación de la ley de RTVE, que permite la renovación del Consejo de Administración, surge una gran preocupación: ¿se busca realmente mejorar la calidad informativa o simplemente facilitar el control político? Los críticos argumentan que es solo un intento más de manipulación. Y, honestamente, ¿quién puede culparlos? La confianza en RTVE ha sido erosionada a lo largo de los años, y no es un revés fácil de superar. Cada cambio en la dirección política parece dejar una marca indeleble en la concepción pública del medio.

Un dato interesante a mencionar es que la percepción de RTVE como un órgano imparcial ha fluctuado. En encuestas recientes, un porcentaje significativo de la población cuestiona la objetividad de la programación. ¿Alguna vez te has puesto a pensar en ello mientras ves las noticias? A veces, incluso los más fervientes defensores de RTVE sienten la tentación de cambiar de canal.

La reputación de la televisión pública, en ocasiones, se convierte en un chiste que todos conocemos, pero que nadie quiere contar. Un buen amigo me dijo una vez: “RTVE es como ese amigo que discute siempre sobre política: aunque lo quieras, a veces prefieres evitarlo”. Fue gracioso, pero también trágico al mismo tiempo.

La presión de los grupos políticos

Es 2023 y, sorprendentemente, la independencia de los medios de comunicación sigue siendo una preocupación primordial en muchos países, incluyendo España. A medida que la tecnología avanza y los medios digitales se vuelven más prominentes, la lucha por el control de los relatos que se presentan al público se agudiza. La presión de los partidos políticos sobre RTVE no es nueva, pero ¿hasta cuándo seguiremos tolerando esta injerencia?

El hecho de que cada partido, cuando está en el poder, intente modificar las normas a su favor es preocupante. Esto fomenta un ciclo de control donde la independencia real de los medios queda en entredicho. Recuerdo haber leído una frase que decía: “La democracia no se trata de hacer lo que se quiere, sino de proteger lo que se necesita”. Entonces, ¿qué necesitamos realmente?

Una mirada a las radiotelevisiones autonómicas

No podemos olvidar que este problema no es exclusivo de RTVE. Las radiotelevisiones autonómicas también enfrentan su propio conjunto de desafíos. En Cataluña, por ejemplo, TV3 esto todo un caso de estudio. A menudo se debate sobre su imparcialidad y sobre si es un altavoz del independentismo catalán. Aquí es donde la situación se vuelve aún más complicada. ¿Puede una televisión pública realmente servir a todos los ciudadanos sin caer en un lado político?

Me hace recordar un viaje que hice a Barcelona, donde uno de los guías turísticos hizo una broma sobre TV3 diciendo: “Si no eres independentista, tal vez deberías llevar agua a cuestas para no deshidratarte mientras miras las noticias”. Lo tomé como un comentario humorístico, pero es un ejemplo perfecto de cómo la percepción del medio público se ha polarizado.

El cambio de normativa: el horizonte incierto

Aún está por verse cómo la modificación de la ley afectará la estructura y funcionamiento de RTVE en el futuro. Pero creo que deberíamos estar alertas sobre cómo este cambio puede impactar el paisaje mediático español. ¿Estamos listos para aceptar que la televisión pública se convierte en meramente una herramienta del poder político?

Un futuro incierto es el que vislumbro: la erosión de la confianza en los medios, el deterioro de la calidad informativa y un temor creciente de que los ciudadanos se conviertan en meros espectadores pasivos de un teatro del absurdo donde la verdad se edita según convenga. En un mundo donde la desinformación crece a pasos agigantados, ¿no es hora de que levantemos la voz y exijamos un cambio?

Llamado a la acción: ¿qué podemos hacer?

Como ciudadanos, tenemos el poder de influir en cómo se construye la narrativa mediática. La participación activa en debates públicos y la presión sobre los gobiernos para que garanticen la independencia de RTVE son esenciales. No se trata solo de mirar pasivamente las noticias; se trata de ser parte de la solución.

¿Y a ti? ¿Qué opinas sobre la reciente modificación de la ley de RTVE? Te invito a compartir tus pensamientos. Al final, todos somos partes interesadas en mantener la integridad de nuestros medios de comunicación.

Conclusiones: un futuro entre sombras y esperanzas

La relación entre RTVE y el poder político es un ciclo que parece repetirse, y cada episodio trae consigo un nuevo nivel de intriga. La lucha por la independencia y la calidad informativa es un compromiso compartido, uno que requiere la vigilancia de cada uno de nosotros. Un grito de “¡independencia!” no solo en el sentido político, sino también en la preservación del derecho a estar bien informados.

La transformación de la televisión pública debe ser una prioridad, y no solo un tema de debate político. Espero que esta historia tenga un giro inesperado, tal vez un final feliz donde la televisión pública recupera ese lugar especial que debería ocupar en la vida de los ciudadanos. Al final del día, todos queremos un RTVE que no solo informe, sino que también inspire, y que una los corazones en lugar de dividirlos.

Gracias por seguirme en esta reflexión sobre la situación actual de RTVE. La conversación no termina aquí; te animo a seguir participando y estar al tanto de cómo evoluciona esta historia. porque siempre habrá un nuevo capítulo por descubrir y, quién sabe, tal vez un final que todos podamos celebrar.