En la vida, hay personas que marcan un antes y un después, y si de algo estamos seguros, es que Víctor de la Serna fue uno de esos personajes inigualables. Desde su trinchera periodística, este gran hombre no solo informaba, sino que también educaba y deleitaba con sus palabras. Y hoy, después de su fallecimiento el 18 de octubre de 2024, resulta inevitable preguntarnos: ¿qué significa realmente perder a alguien que ha dejado una huella imborrable en el mundo del periodismo y la gastronomía? ¿Cómo seguir adelante sin sus crónicas explosivas y su pasión desbordante?
Un personaje de mil voces
Quizás uno de los aspectos más fascinantes de Víctor de la Serna era su versatilidad, esa habilidad para adoptar diferentes identidades en el mundo del periodismo como si cambiara de chaqueta. De hecho, en una misma edición, uno podía disfrutar de una crítica gastronómica escrita por Fernando Point, una crónica de baloncesto bajo el pseudónimo de Vicente Salaner y, por supuesto, un análisis internacional de su puño y letra. Era como un maestro del disfraz, pero sin la necesidad de un sombrero extraño o un bigote postizo.
«>¿Te imaginas lo que implicaba esto en términos de trabajo y pasión? Yo, que me dedico a escribir, a veces lucho solo con una voz, y él tenía la capacidad de fundir las suyas en un ballet de palabras. ¡Increíble! Cada uno de sus alias era una parte de él mismo, un matiz diferente, radiante como los platos que describía en sus artículos.
Herencia familiar y un legado singular
La historia de Víctor no comienza y termina en los periódicos. Su linaje era un verdadero emblema de la cultura y la diplomacia española, algo que le daba una perspectiva única sobre el mundo. ¿Recuerdas cuando íbamos a las casas de nuestros abuelos y encontrábamos fotos en blanco y negro de gente que siempre habían sido algo más que simples familiares? Así era su familia: una constelación de influencias que abarcaban desde la pintora María Blanchard hasta el cronista Pedro de Répide.
Su madre y su padre contribuyeron a darle forma a su paladar y su mente, y no es de extrañar que Víctor haya encontrado su vocación en los banquetes tanto como en las redacciones. Crecer en un ambiente donde los desayunos incluían conversaciones sobre el arte de la gastronomía sin duda lo formó, y uno solo puede imaginar cuántas recetas y secretos culinarios de su familia nunca llegaremos a conocer.
La educación: pilar fundamental
Nadie puede negar el papel de la educación en la vida de Víctor de la Serna. Desde el Liceo hasta los sofisticados debates culturales en Columbia, su sed de conocimiento nunca se saciaba. Recuerdo una vez que decidí inscribirme en un curso que prometía enseñarme a cocinar «como un chef», solamente para darme cuenta de que mi habilidad seguía siendo la de un tostador de pan glorificado. Pero en su caso, sin duda, todo importó. Su deseo de aprender y explorar el mundo catalizó su intelecto y su curiosidad insaciable.
Un periodismo comprometido y contemporáneo
Si bien era un hombre de la vieja escuela en muchos aspectos, a Víctor de la Serna le sentó bien adaptarse a los nuevos tiempos. Aquellos años dorados en Estados Unidos le mostraron un nuevo camino hacia el periodismo: ese que se atreve, que investiga y, sobre todo, que se conecta con la gente. Quien lo conoció sabe que el periodismo para él no era simplemente un trabajo, sino una forma de vida. ¿Quién más podría hablar con tal pasión del blues y de una hamburguesa de la calle?
Y aunque estoy seguro de que le habría encantado ver como su heredero, este bloguero informal, intenta plasmar la esencia del periodismo con tintes de humor y sinceridad, nadie nunca podrá igualar la dedicación que Víctor mostraba en cada palabra.
Experiencia en El Mundo
Uno de los hitos más impactantes de la carrera de Víctor de la Serna fue su tiempo en El Mundo, donde pasó más de tres décadas. Recordando esos años, se siente como estar en un bar con amigos, llenos de anécdotas y cervezas (o copas de vino, en su caso). Y a menudo, los encuentros en la redacción eran más que simples discusiones sobre noticias del día; eran intensos debates que a veces terminaban en una ovación… ¡que no solo se refería a los artículos!
Era imposible no ser arrastrado por su entusiasmo, esa mezcla de implicación y camaradería hacia sus colegas. Si alguien necesitaba un consejo, Víctor estaba allí con su sonrisa y una bebida en mano, listo para ofrecer no solo su opinión, sino también una generosa porción de amistad.
Gastronomía: su otra pasión
No se puede hablar de Víctor de la Serna sin tocar el tema de la gastronomía. Él fue el tipo de persona que a los 16 años, ya sabía diferenciar entre un buen vino y un «vino de mesa». ¿Recuerdas tu primera experiencia en un buen restaurante? Para mí fue como si me hubiera dado un atragantón con una pizza de un euro y después hubieran pasado años a un lado del restaurante más exclusivo de la ciudad. Mientras tanto, Víctor ya estaba disfrutando de la haute cuisine y compartiendo sus experiencias en un lenguaje rico, evocador y, por supuesto, lleno de sabiduría.
En 2007, Víctor nos presentó a Diverxo, un pequeño restaurante que entonces empezaba a brillar. Al leer su artículo, sentí que me susurraba al oído: “¡Ve a probarlo!” Y referencias como esa son las que nos recuerdan el impacto de su voz en el mundo de la gastronomía. Gracias a su talento, muchos descubrimos lugares y sabores que de otra manera habrían permanecido ocultos.
Un legado perdurable
Así como Víctor de la Serna no dejó de ser joven ni un día en su vida, su legado no se desvanecerá. Nos deja un camino en el que la curiosidad y la pasión son los principales motores. Tras su partida, podemos reflexionar sobre la huella que dejó, esa de un periodista que no solo luchaba por informar, sino por dejar un mundo más rico en sabor, cultura y, sobre todo, humanidad.
La verdad es que, en un tiempo donde el periodismo y la gastronomía pueden parecer a menudo patrones de fábrica y ruido, perder a un hombre como Víctor se siente como un agujero en el universo, una falta de autenticidad que se deja sentir en cada rincón. Pero, al mismo tiempo, es un recordatorio de que podemos adoptar sus enseñanzas, esa magia que generó a través de cada artículo, cada reportaje y cada crítica gastronómica.
Reflexiones finales: ¿qué aprendemos de su vida?
A medida que reflexionamos sobre el legado de Víctor de la Serna, me siento en la obligación de plantear preguntas que nos ayuden a crecer. ¿Qué significa ser un buen periodista hoy en día? ¿Cómo podemos incorporar la autenticidad y la pasión en nuestros propios relatos? Estas son solo algunas de las inquietudes que surgen al recordar su legado.
Así que la próxima vez que te sientes a disfrutar de un buen plato, toma un momento para rendir homenaje a este gran hombre. Con cada bocado, recuerda su risa, su sonrisa y, sobre todo, su pasión por la vida. Desde luego, ¡puedo prometer que si él estuviera aquí, no dudaría en brindar con una copa de buen vino en su honor!
En memoria de Víctor de la Serna, el periodista que nunca dejó de ser joven, nos queda el desafío de seguir explorando, preguntando y disfrutando de la vida. Que su legado nos inspire a todos a ser más curiosos, más solidarios y, por supuesto, más hambrientos de conocimiento y buenas historias. ¿Estás listo para el viaje?