En el mundo actual, donde el poder y los abusos de autoridad parecen florecer en cada rincón del planeta, ¿no has sentido alguna vez la necesidad de entender cómo países como Guinea Ecuatorial han caído en un pozo tan profundo de opresión y sufrimiento? La historia de Francisco Macías Nguema, el primer presidente de este pequeño país africano, es una de esas narraciones olvidadas que, como una película de terror que no quisiéramos ver, necesita ser contada. Antonio Caño lo ha hecho en su revelador libro «El monstruo español«, y hoy vamos a zambullirnos en la vorágine de su pasado y sus repercusiones en el presente.
Un encuentro fatídico: el ascenso de Macías
Imaginen por un momento la escena del Palacio Nacional de Guinea Ecuatorial. Un lugar que debía ser símbolo de liderazgo y democracia, ahora se convierte en un escenario de horror. Francisco Macías, el hijo de un brujo fang, se enfrentaba a su ministro de Asuntos Exteriores, Atanasio Ndongo. Poco después, en un trágico giro de los acontecimientos, Atanasio se convierte en víctima de uno de los crímenes más escalofriantes de la historia reciente. Clic, el sonido de la cámara captura el sufrimiento humano, un gesto que encapsula la barbarie de un régimen que creía tener el derecho de decidir sobre la vida y la muerte.
Es como tener una imagen en la memoria de una fiesta donde todos parecen sonreír, pero detrás de las risas se esconden secretos oscuros. ¿La diferencia aquí? En Guinea Ecuatorial, esos secretos se llevaron vidas. Macías es conocido por haber asesinado a entre 40,000 y 50,000 personas, un récord que lo distingue entre los dictadores africanos, al punto que muchas veces se siente más como una historia de terror folk que una narrativa política.
La independencia a un alto coste
El 12 de octubre de 1968, Guinea Ecuatorial se independiza de España, pero no sin un precio alto. ¿Te imaginas ser un joven idealista, cargando con la esperanza de un futuro brillante solo para encontrarte con un dictador que usa el poder como una herramienta para su beneficio personal? En este contexto, Macías se eleva gracias a la mágica combinación de una presencia carismática y un trasfondo de dolor personal. Creció con traumas que, como una sombra, lo seguirían a lo largo de su mandato.
Caño indaga en esta dualidad del ser humano: ¿los tiranos nacen o se hacen? Macías, un hombre marcado por la pobreza y el desprecio hacia su persona, había sido despojado de su infancia normal por la tuberculosis y el abuso familiar. Una mezcla de circunstancias que lo empujó hacia el poder, pero no sin antes haber sido víctima del desprecio y la humillación.
Tras la independencia, Macías rompió los lazos con España a través de un irritante incidente de banderas. ¿Te imaginas que un simple gesto de un cónsul español desencadenara una crisis internacional y una ola de violencia? Esa fue la mecha que encendió el caos en un país que ya enfrentaba dificultades para encontrar su nueva identidad.
El papel de la historia olvidada
En el libro de Caño se menciona algo fundamental: la falta de memoria histórica en España con respecto a Guinea Ecuatorial. ¿Por qué este país permanece en la sombra del olvido en la conciencia colectiva española? En la era del conocimiento en el que vivimos, donde la información está al alcance de un clic, es irónico que una historia tan cruda haya sido relegada al olvido.
Los gobiernos españoles, aturdidos por su propio deseo de reconocimiento internacional tras la dictadura de Franco, dieron la espalda a los guineanos. Sus prioridades eran otras: quizás pensaron que podían permitir que la naturaleza del poder se encargara de sí misma, sin preparación ni educación para un nuevo líder. La errónea noción de que la soberanía podría florecer sin nutrientes adecuados dejó a Guinea Ecuatorial en una espiral de sufrimiento.
Así, el legado de Macías, que se niega a ser olvidado, continúa la historia de opresión bajo su sucesor, Teodoro Obiang, sobrino del dictador original. La frase «de tal palo tal astilla» resuena con fuerza aquí, con un régimen que, aunque más sofisticado, es igualmente brutal.
Fracasos de la izquierda española y el silencio cómplice
La izquierda española también lleva su carga de responsabilidad en el silencio que rodea a Macías. Durante años, el régimen fue calificado como «materia reservada», a pesar de la brutalidad con la que se ejercía el poder en Guinea. ¿Hasta dónde debe llegar el compromiso político para preservar la imagen a expensas de vidas humanas?
Caño revela que uno de los asesores de Macías fue Antonio García-Trevijano, un hombre de la izquierda que, irónicamente, no se opuso a las violaciones de derechos humanos. Este silencio de la izquierda parece un eco sordo: objetivos políticos que anteponen el reconocimiento político sobre la lucha por los derechos humanos. En una era de información, ¿cuál es el precio de la complicidad?
Como periodista, me resulta inquietante examinar cómo los intereses personales pueden eclipsar las tragedias humanas. Es un recordatorio de que lo que a menudo se presenta en el escenario político puede ser completamente diferente de la realidad vivida por aquellos a quienes se supone que se representa.
La psicología detrás de un dictador
Antonio Caño también se adentra en la mente de Macías, mostrando un retrato intrigante de un hombre atrapado entre el poder y la locura. ¿Cómo puede uno navegar entre los dos mundos? Su infancia marcada por el abuso, el desprecio y la tuberculosis parece haberlo convertido en un hombre profundamente perturbado. Macías sufrió en manos de sus propios traumas y, al final, se convirtió en un espejo distorsionado de aquellos que le hicieron daño.
Su relación con Franco, que desde luego no era un modelo a seguir en el ámbito de la ética política, creó una conexión simbólica que solo sirvió para perpetuar el ciclo de abuso y opresión. Macías, aunque haya renunciado a su apoyo, nunca dejó de buscar la aprobación que nunca recibiría. Es un capítulo sombrío que revela que los sistemas de opresión no solo remodelan a sus víctimas, sino que también los convierten en sus propios cómplices.
A esto se suma el tema de las relaciones personales, incluidas sus complejidades amorosas. Su conexión con su esposa, a quien se dice amó, se convierte en otra capa de esta narrativa. ¿Cómo es que el amor puede florecer en medio de un mundo tan devastador? Es otro recordatorio de que la humanidad, con sus profundidades y contradicciones, sigue siendo un enigma.
Reflexión final: ¿qué lecciones aprendemos?
En un mundo donde la política y el poder continúan enfrentando un nuevo ciclo de retos, la historia de Macías nos brinda una advertencia pertinente. ¿Cómo evitamos repetir los errores del pasado? La lectura de «El monstruo español» no solo nos ofrece una mirada hacia este oscuro capítulo de la historia guineana, sino que también invita a reflexionar sobre nuestras propias acciones y la memoria histórica que llevamos con nosotros.
A medida que miramos hacia el futuro, no podemos permitir que el sufrimiento de cualquier nación y su historia se conviertan en el eco de un pasado olvidado. La voz de Guinea Ecuatorial debe ser escuchada, no solo por su dolor, sino también como un testimonio de la lucha por el poder, la opresión y la importancia de la memoria.
Crear un mundo más justo comienza con una comprensión profunda de las lecciones que nos brinda la historia. ¿Estamos listos para afrontarlas? Esa es la pregunta que debemos responder todos juntos y, al hacerlo, quizás podamos esbozar un camino hacia un futuro diferente, un futuro donde los monstruos, ya sean políticos o históricos, permanezcan en el pasado.