La vida está llena de historias que nos conectan con el pasado y nos enseñan a valorar lo que tenemos. Catalina Feliu Amengual, una mujer que nació en julio de 1935, es el epítome de la resiliencia y la memoria viva de lo que fue Magaluf antes de convertirse en el bullicioso destino turístico que conocemos hoy. Este artículo no solo cuenta su historia, sino que también nos invita a reflexionar sobre los cambios que han transformado tanto nuestras comunidades como nuestras propias vidas.
Los orígenes de Can Feliu: Una historia familiar
Imagina un día soleado de verano, con el viento suave y el sonido de las olas rompiendo en la orilla. Catalina, ahora una octogenaria llena de energía, recuerda su infancia en Can Feliu, la casa de verano familiar. «Aquello era un paraíso virgen», dice, sus ojos chispeando de alegría al recordar esos días, «con pinos deliciosos y agua cristalina». Y no es para menos, porque cuando su padre, abogado de profesión, decidió comprar terrenos en Magaluf a finales de los años 20, hizo una inversión que hoy podría parecer casi visionaria. En esa época, las playas vírgenes no eran vistas como un lugar turístico, sino simplemente como un hogar.
Históricamente, Magaluf era un destino desconocido, sin agua corriente ni electricidad. Catalina nos cuenta entre risas que su padre transportaba hielo en mantas para conservar los alimentos. ¿Alguna vez has intentado hacer la compra en una bicicleta? Sus hermanos lo hacían, pedaleando al pueblo vecino que tenía la fortuna de contar con una tienda. La vida, aunque llena de desafíos, estaba envuelta en una completa tranquilidad.
El cambio de paradigma: Del paraíso virgen a la meca del turismo
Sin embargo, el tiempo ha cambiado mucho desde esos días. El «boom» turístico llegó y, como muchas otras cosas en la vida, transformó el paisaje de Magaluf. Eran tiempos de pubs llenos de turistas, moles de hormigón y un estilo de vida que antes era desconocido para la familia Feliu Amengual.
Catalina observa cómo sus vecinos han ido vendiendo sus propiedades, convirtiéndose en recuerdos de un tiempo que ya no existe. «Ya solo quedan tres casas de las originalmente ocho», señala con nostalgia. Su mirada se dirige hacia el bullicio de Punta Ballena, lugar conocido por ser el epicentro del ocio británico, donde los turistas buscan diversión, y ella, simplemente, busca tranquilidad.
La casa original: un símbolo de resistencia
«Esta es la primera casa construida en Magaluf», dice con orgullo mientras señala un viejo cartel en la fachada. A pesar de los estragos del tiempo y del turismo, su casa sigue en pie, resistiendo mientras otras han desaparecido. Su legado familiar se ha convertido en un símbolo de resistencia en un mundo que parece cambiar a una velocidad vertiginosa.
Ella y su nieta María, quien es periodista, han decidido que su historia merece ser contada y resguardada a través de un cortometraje titulado «Catalina y Magaluf». Este documental no solo retrata a Catalina, sino que también explora el contraste entre dos épocas, testificando cómo el lugar ha evolucionado desde que ella era una niña hasta la actualidad.
La vida de Catalina: desde maestra hasta la memoria de un pueblo
Catalina no solo ha sido una madre y abuela ejemplar, sino también una mujer de grandes logros. Antes de que las mujeres comenzaran a salir en masa al mundo laboral, ella se convirtió en maestra en el colegio Aina Moll de Palma. «Fui universitaria cuando pocas mujeres lo eran», explica con un atisbo de orgullo en su voz. Sin embargo, su vida no fue un camino de rosas: tuvo que hacer sacrificios y enfrentarse a la realidad de ser mujer en una sociedad que valoraba más a sus hermanos varones.
Aún así, no se desalentó y, tras la muerte prematura de su marido, ha continuado adelante con una vida activa. Ha sido parte del Teléfono de la Esperanza, presidenta de una asociación comunitaria que recibió el Premio Ramon Llull y ha participado en iniciativas que benefician a la tercera edad.
Un día en la vida de Catalina
Cuando le preguntas a Catalina sobre su rutina diaria, te presenta un cuadro que podría ser de una pintura con escenas del Mediterráneo. Se levanta a primera hora y comienza jugando al bridge. ¿Quién dice que la jubilación es sinónimo de una vida aburrida? Después, se quita el sueño nadando en el mar como si fuera la dueña de la costa. «A esa hora no hay nadie y es una delicia», dice con una sonrisa.
Imagina a Catalina, con su mirada llena de sabiduría, caminando por la orilla con sus hijas, disfrutando de la vida mientras el sol brilla sobre el mar. Para ella, el agua es casi sagrada. «Repito la experiencia con amigas a mediodía,» observa, casi con la picardía de una joven. Es evidente que ha abrazado los desafíos de la vida, encontrando la belleza en los momentos simples.
Valorando el legado familiar
La conversación se vuelve profunda cuando Catalina reflexiona sobre su hogar y su familia. No acepta la oferta de cheques en blanco por su casa. Está decidida a disfrutar de su hogar con sus hijos y nietos hasta el final de sus días. «¿Por qué vender un legado? Esto es de todos,» responde con firmeza, mostrando una sabiduría que solo las experiencias de vida pueden otorgar.
Y aquí es donde la historia de Catalina resuena con todos nosotros. ¿Cuántas veces hemos pensado en el valor de lo que tenemos? Al final del día, la familia, la historia y la comunidad son lo que realmente importa. Su decisión de mantener la casa en la familia es un recordatorio de la importancia de nuestras raíces y de nuestra historia personal.
La importancia del documental: ‘Catalina y Magaluf’
El documental, «Catalina y Magaluf», no solo captura la historia de Catalina, sino también la historia de Magaluf y cómo ha cambiado a lo largo de los años. La juventud de hoy, con sus teléfonos inteligentes y redes sociales, a menudo se olvida de que la historia no se cuenta sola. ¿Por qué perder la oportunidad de escuchar a aquellos que vivieron en épocas diferentes? La perspectiva de Catalina no solo es valiosa por lo que dice, sino también por lo que representa: la memoria viva de un lugar que ha sido testigo de innumerables cambios.
La visión de María, la nieta, de crear este cortometraje se origina en un profundo deseo de preservar la memoria de su abuela y asegurar que las generaciones futuras conozcan la historia detrás de los lugares que ahora ven como simples atracciones turísticas. «Los jóvenes graban todo, pero las historias de la gente mayor son un tesoro que se perderá si no se cuenta», dice María, con la seriedad de quien ha reflexionado sobre la vida y la memoria.
Reflexiones finales sobre la historia de Magaluf y la familia Feliu
A medida que Catalina mira hacia el mar, no solo ve recuerdos, sino un futuro lleno de posibilidades para su herencia. La historia de la familia Feliu Amengual es un testimonio de cómo el amor y la determinación pueden resistir el paso del tiempo. Pero también nos recuerda que cada persona tiene una historia por contar, una experiencia que dar y un legado que dejar.
¿Acaso no somos todos guardianes de nuestras historias? Mientras nuestras ciudades y comunidades evolucionan, es vital que llevemos con nosotros las lecciones del pasado. Cada casa, cada playa y cada rincón tiene su propia narrativa que merece ser contado.
Así que la próxima vez que contemples una casa vieja o una playa bulliciosa, recuerda que detrás de cada lugar hay vidas, sueños y recuerdos que merecen ser preservados. La historia de Catalina y su enraizada conexión con Magaluf nos invita a valorar nuestras raíces y a transmitir nuestro legado a las futuras generaciones.
En un mundo que a menudo parece obsesionado con el cambio y la modernidad, la historia de Catalina Feliu Amengual es un recordatorio poderoso de que, a veces, lo que realmente importa es aprender de donde venimos. Porque al final del día, cada uno de nosotros está construyendo su propia historia, y esperamos que tenga un lugar especial donde contarse. Ese es el verdadero legado.