La historia, ese libro polvoriento que todos los días abrimos, pero que rara vez entendemos del todo. Este reciente Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia nos ha traído a la mente los ecos de un pasado complejo entre España y América Latina, sobre todo en un momento en el que las tensiones parecen florecer como flores en primavera.
El evento, congregando a expertos de 14 países hispanoamericanos y celebrado en Madrid, ha sido escenario de polémica y reflexión. En él, se discutieron temas cruciales sobre el pasado que compartimos, el presente que construimos y el futuro que forjaremos, todo esto en medio de declaraciones que han dejado a más de uno con la ceja levantada. ¿Realmente podemos aprender de nuestra historia, o estamos condenados a repetir nuestros errores?
Un inicio polémico: El rey Felipe VI y la omisión del perdón
¿Cómo empezamos esta travesía? Con el rey Felipe VI de España, quien decidió no referirse a la petición de perdón del Gobierno mexicano por las atrocidades de la conquista. “Conflictos y disputas” es lo que él reconoce, mientras que otros en la sala parecen tener un sentido distinto. ¿Podríamos estar aquí, años después, debatiendo las mismas cuestiones que nos han dividido durante siglos?
El Rey Felipe VI durante un evento reciente
El director de la Academia Mexicana de la Historia, Javier Garciadiego, no se quedó atrás en sus declaraciones. Afirmando que la exclusión del rey en la toma de posesión de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, fue una “descortesía premeditada”, murmuraciones se extendieron entre los presentes. ¿Es posible que tales tensiones continúen creando un abismo entre dos naciones que, a pesar de sus diferencias, comparten una historia rica y entrelazada?
Una historia mucho más antigua que la conquista
Es crucial entender que México y España no solamente comparten una historia desde la llegada de Hernán Cortés. Garciadiego explicó que el México prehispánico ya tenía una historia rica y variada, llena de pueblos que coexistieron y chocaron mucho antes de la llegada de los españoles. “Nadie niega que hubo un enfrentamiento con la conquista, pero luego hubo casi tres siglos de coexistencia”, subrayó.
¿Interesante, verdad? Antes de la llegada de los españoles, México ya estaba formado por civilizaciones vibrantes como los aztecas, que tenían su propia cultura, idioma y manera de vida. Parecería en ocasiones que el tiempo se detuvo hace más de 500 años, pero ¿qué aprendemos de estas interacciones complejas?
La importancia del mestizaje en la historia
El mestizaje ha sido uno de los temas recurrentes a lo largo de la historia de Iberoamérica, y durante el encuentro no fue la excepción. Garciadiego destacó cómo la historia de México es, en esencia, mestiza. En este sentido, las guerras de independencia de México no fueron meras rebeliones anticoloniales, sino representaciones de una mezcla cultural. “Con España se había instalado un gran aparato administrativo, que, junto a la religión y la lengua, hizo país”, explicó.
En un guiño a la cultura pop, esta idea de mestizaje podría compararse a la famosa fusión de sabores que encontramos en la cocina mexicana. ¿Se imaginan un taco sin salsa? Eso sería un sacrilegio. Lo mismo ocurre con nuestras historias; todas las culturas han dejado su huella, creando un rico tapiz cultural que no puede ser ignorado.
Discusiones con sabor a historia: Tesoros perdidos y reclamaciones
El encuentro también tocó otro tema espinoso: la reclamación por el tesoro de Quimbaya, que Colombia pide sea devuelto por España. Esta solicitud fue convertida en una especie de piropo por Armando Martínez Garnica, presidente de la Academia Colombiana de la Historia. “Nuestro futuro depende de lo que fuimos, y fuimos españoles”, dijo al respecto.
¿Es posible encontrar un equilibrio en reivindicaciones históricas tan cargadas emocionalmente? ¿O se trata de abrir viejas heridas? A veces me pregunto si algún día lograremos desenterrar todos esos tesoros del pasado sin que el proceso nos duela.
El futuro de la enseñanza de las humanidades
Un punto candente que también se discutió fue el declive de las humanidades en la educación. Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de Historia, enfatizó que hay un problema común a ambos lados del Atlántico: “La desaparición de las Humanidades de la enseñanza”. En pocas palabras, el presente y futuro de nuestras generaciones dependen de cómo enseñamos nuestra historia.
Hablando desde la experiencia personal, recuerdo un profesor apasionado que nos llevó a explorar nuestro propio pasado, a través de documentos y relatos. La historia dejó de ser solo fechas y nombres; se convirtió en una parte de nosotros. ¿No es curioso cómo un simple relato puede cambiar nuestra perspectiva?
Un viaje entre la memoria y el futuro
Juan José Arteaga, presidente del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, reflexionó sobre la importancia de este encuentro. Dijo que la independencia de los países hispanoamericanos, en el siglo XIX, muchas veces dio pie a una narrativa de confrontación. En el siglo XX, la narrativa ha comenzado a cambiar hacia una búsqueda de reconciliación. Arteaga sugirió que, aunque la historia no siempre ha sido favorable, es esencial mirar al pasado con un enfoque comprensivo y no caer en reduccionismos.
Esta idea me lleva a recordar que aunque el pasado esté lleno de sombras, no significa que debemos temerle. Más bien, debemos enfrentarlo. Tal es la esencia del aprendizaje. La historia nos enseña que el diálogo es fundamental; podemos aprender de nuestros errores y, quizás, construir un futuro más unido.
Conclusiones: La historia no termina aquí
Finalmente, a medida que llegamos al final de este recorrido, se vuelve evidente que el encuentro entre los académicos de la historia en Madrid ha sido más que una serie de charlas. Ha abierto un espacio para reflexionar sobre cómo cada uno de nosotros está entretejido en el relato compartido de Iberoamérica y España.
Las próximas semanas y meses serán testigos de cómo estas discusiones culminarán en una declaración conjunta. Una declaración que, como se prometió, será “nítida, pero sin meterse en ningún berenjenal”.
En conclusión, a todos los que lean esto, recuerden: nuestra historia es un viaje, no un destino. Sigamos dándole la mano a los relatos que han forjado nuestras identidades. Desde la conquista hasta las independencias, cada paso forma parte de un camino que, aunque lleno de baches, es también de luces y aprendizajes.
Así que, ¿listos para seguir explorando y aprendiendo de nuestra compleja, pero hermosa, historia compartida?