La reciente desgracia en varias comarcas valencianas a raíz de las inundaciones causadas por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) nos ha dejado muchas preguntas: ¿se podría haber gestionado mejor la crisis? ¿Son las competencias actuales adecuadas para enfrentar tales desastres naturales? O, siendo sinceros, ¿debería el Gobierno central volver a asumir el mando en situaciones de emergencia? Mientras reelaboramos nuestra comprensión sobre las competencias regionales y su capacidad de respuesta, este artículo se propone explorar estas cuestiones y algunos de los aprendizajes que podemos extraer tras esta tragedia.

El dilema de la centralización: ¿un retroceso necesario?

La idea de que el Gobierno central asuma las competencias de emergencias de las comunidades autónomas podría sonar atractiva en momentos de caos. Pero, si nos detenemos a pensar, ¿es realmente una solución efectiva? La historia nos muestra que en crisis pasadas, este tipo de decisiones suelen resultar más desastrosas que útiles. Me recuerda a esa vez en la que, en un intento de «resolver» un conflicto entre amigos, un tercer amigo decidió intervenir. El resultado fue una guerra total de almuerzos, y nadie que me viera se atrevió a poner un pie en la cocina por días.

Del mismo modo, un movimiento hacia la «recentralización» podría llevarnos a un escenario más ineficiente y descoordinado. Un exfuncionario de la Generalitat me decía que “el problema no es el reparto de competencias, sino la incompetencia de quienes están al frente”. Esta afirmación resuena con gran verdad en un momento donde debemos recordar que, al fin y al cabo, las estructuras son solo tan fuertes como las personas que las ocupan.

La respuesta del Gobierno: del miedo a la acción

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no ha tardado en analizar la situación. En un momento en que muchos clamaban por la intervención central, él optó por mantener la estabilidad. “Debemos responder a la tragedia juntos”, fueron sus palabras. Como cualquier líder consciente, sabía que apartar a Carlos Mazón, el presidente valenciano, de sus funciones, solo generaría una crisis institucional. Imagínense, como si tras una ola de mala suerte estuviéramos viendo una película de terror donde cada vez que alguien se acerca al teléfono para pedir ayuda, su conexión se corta. Ahí, en medio del drama, nos encontramos, esperando que todos actuemos.

Además, los comentarios sobre “negligencias” y responsabilidades, aunque necesarios, deben manejarse con mucha delicadeza. Aunque algunos puedan pensar que esto es solo política, hay muchas vidas en juego, y la idea de jugar a señalar culpables puede hacer que nos desviemos de lo realmente importante: ayudar a quienes más lo necesitan.

La importancia de un enfoque multinivel

El cambio climático trae consigo una serie de desafíos que no podemos ignorar. Las emergencias ya no son un fenómeno aislado; son episodios que, probablemente, se volverán más frecuentes y devastadores. Esto subraya la necesidad de reforzar los mecanismos de respuesta en nuestros entornos más cercanos. Tal vez deberíamos revisar cómo funcionan los cuerpos de emergencia en la actualidad. ¡Imagine un solo cuerpo de bomberos autonómico! Pero no, la idea fue desechada por los partidos de la derecha en la Generalitat, y aquí estamos, en medio de un caos que podría haberse evitado.

La estructura del Estado español, que cuenta con tres niveles —local, autonómico y central—, depende en gran medida de la cooperación entre estos. Si los bomberos, la policía local, los miembros de protección civil y otros recursos emergentes fueran dirigidos desde Madrid, ¿alguna vez hemos pensado en las implicaciones que eso podría tener? Sería como intentar coordinar un partido de fútbol desde la grada; resulta un tanto absurdo, ¿no?

La necesidad de eficacia en medios y protocolos

Esencialmente, lo que se pone de manifiesto es que, en situaciones críticas, la capacidad de mando y gestión es vital. Aquí no estamos hablando simplemente de reacción; estamos hablando de preparar a nuestro sistema para un desastre inminente. Claro, vinieron las lluvias torrenciales y, con ellas, un torrente de críticas hacia un sistema que, como un mal traje a medida, no encajaba en la circunstancia.

Lo que se requiere es una valoración de aptitudes institucionales y la identificación de los puntos de quiebre dentro de nuestra estructura de emergencias. La respuesta no debería ser buscar un culpable, sino aportar soluciones eficaces a largo plazo que consideren tanto la formación constante como la innovación tecnológica en la gestión de crisis.

Cambios necesarios para el futuro

A medida que el planeta sigue calentándose y los desastres naturales se vuelven cada vez más comunes, debemos mirar hacia adelante. La unificación de cuerpos de bomberos y un enfoque más colaborativo entre las distintas capas del gobierno son solo algunas de las herramientas que necesitamos. El refuerzo de equipos y protocolos de emergencia no es solo un asunto de la Generalitat Valenciana, es un deber nacional.

Además, la educación continua para todos los niveles de gobierno sobre gestión de emergencias podría ser un gran paso hacia adelante. Tal vez no tengamos que esperar a que la próxima DANA golpee para empezar a hablar de cambiar las cosas. El aprendizaje y la adaptación son claves en este juego, y si algo debe quedar claro, es que la prevención es mucho más efectiva que la reacción.

Reflexiones finales: el papel de cada individuo

Así que, ¿dónde deja todo esto a cada uno de nosotros? ¿Cuál es nuestro papel en estas crisis que parecen ser cada vez más frecuentes? La solidaridad y la cooperación deben ser los fundamentos sobre los cuales construir nuestra respuesta ante emergencias. Ya no podemos ignorar nuestra responsabilidad ciudadana. En palabras de un amigo, «somos una comunidad, y si uno se ahoga, todos nos ahogamos».

La tragedia en Valencia ha resaltado nuestras debilidades, pero también nos ha dado la oportunidad de unirnos y trabajar para un futuro más resiliente. Cuanto más nos capacitemos y trabajemos juntos, mejor preparados estaremos para enfrentar cualquier desafío. Así que, la próxima vez que escuches de una tormenta, recuerda que, en el fondo, todos somos parte del mismo equipo.

En conclusión, la actual crisis no solo destaca lo que no está funcionando, sino que nos ofrece la oportunidad dorada de hacer cambios significativos y necesarios. No se trata solo de gestionar mejor el ahora, sino de prepararnos para el futuro, porque la prevención es igual a supervivencia. ¿No es hora de que empecemos a reflexionar sobre cómo podemos ser parte activa de este cambio?