La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha azotado a España ha vuelto a poner en el ojo del huracán la capacidad de gestión de crisis de nuestros líderes. Más de dos centenares de personas han perdido la vida, y después de dos semanas de conmoción, parece que la política se convierte en un juego de pase de responsabilidades. En este artículo, exploraremos cómo la gestión de desastres puede ser mejorada, reflexionando sobre la situación actual y usando un tono conversacional.
La tragedia de la DANA: un recordatorio cruel de nuestra vulnerabilidad
La DANA, como cualquier fenómeno climático extremo, llega sin avisar. Mientras disfrutaba de una tarde tranquila, nunca imaginé que las pantallas de los medios de comunicación se llenaran de imágenes desgarradoras de inundaciones y destrucción. En un momento, estaba buscando el último episodio de mi serie favorita, y al siguiente, estaba viendo un devastador recordatorio de la fragilidad de nuestra existencia.
Pero, ¿por qué tantas pérdidas humanas en un país que, se supone, debería estar preparado para situaciones de emergencia? Las preguntas flotan en el aire, pero la verdad es que, aunque nuestra tecnología y avances en meteorología han mejorado, la realidad es que el sistema de gestión de crisis a menudo parece estar un paso atrasado. Recuerdo una vez que, en pleno ojo de un huracán (metafóricamente hablando, claro), mis planes de vacaciones se frustraron por una tormenta tropical. «Ya estamos en el siglo XXI», pensé, «¿no deberían ser estas cosas más predecibles y controlables?»
La política a raíz de la desgracia: ¿donde están los líderes?
Alberto Núñez Feijóo, el líder del Partido Popular (PP), ha sido uno de los que ha dado un paso al frente para hablar sobre la gestión de esta crisis. No podemos ignorar que él mismo ha hecho un ejercicio de autocrítica respecto a su gestión pasada, sugiriendo que uno de los errores que se cometen es no asumir la responsabilidad y aprender de los fallos. En su discurso, destaca la actitud del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, quien también ha admitido errores y parece estar en busca de soluciones.
Pero, ¿es suficiente eso? Vemos cómo, a menudo, los líderes se convierten en galleteros que reparten culpas, a veces como si estuvieran en un campeonato de fútbol. «Si yo hubiera estado en su lugar…», «si hubiera manejado la situación…». Este tipo de argumentos son tan comunes que, a veces, parecen un guion de una mala película de acción.
La responsabilidad en la gestión de crisis y el juego político
Lo que me intriga es cómo estas tragedias se convierten en un juego político, donde cada líder asume una parte de culpa o se protege de las críticas. Feijóo ha apuntado a Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, como uno de los principales responsables, sugiriendo que debió tomar el control de la crisis de inmediato. Mientras tanto, yo me pregunto: ¿no deberían todos tener una parte en la solución en lugar de apuntar con el dedo?
La respuesta es que, aunque todos los políticos quieren ganar puntos, la realidad es que muchos de ellos parecen estar más enfocados en construir su imagen que en realmente ofrecer una respuesta efectiva y humana a la crisis. Sánchez, en particular, rechazó la autocrítica y, en un intento por mostrarse fuerte, ofreció asistencia a la Generalitat, pero solo si era solicitada. ¿Realmente este es el tipo de liderazgo que necesitamos en situaciones críticas?
Emergencias nacionales y el papel de las instituciones
La DANA es, para todos los efectos, una emergencia de interés nacional. Feijóo destacó que la ley es clara sobre lo que constituye una crisis de esta magnitud. Pero, ¿quién se asegura de que las instituciones estén preparadas para actuar ante situaciones como esta? La Confederación Hidrográfica del Júcar, por ejemplo, ha sido criticada por no proporcionar información en tiempo útil. Es como si el reloj hubiera sonado, y algún funcionario decidió en ese momento ir a tomar un café.
La urgencia de actuar en crisis no puede ser sólo un discurso, debe ser una acción inmediata. Recuerdo que una vez, hace años, durante una tormenta terrible, decidí ingresar a mi local en la ciudad para poner a resguardo lo que pudiera. Recibí burlas de algunos de mis amigos, pero al final, cuando cesó la tormenta, era el único que no había perdido nada. ¿No es esto un reflejo de lo que debería pasar también en la vida pública?
¿Cómo mejorar la infraestructura de gestión en España?
Es posible que lo más difícil de asumir sea la realidad de que no estamos suficientemente preparados. Las memorias de la crisis de 2002 con el Prestige nos enseñan que el tiempo y la claridad en la toma de decisiones son vitales para evitar desastres mayores. Sin embargo, parece que todavía estamos dando pasos en círculos.
Para evitar que situaciones como esta se repitan en el futuro, es crucial tener un plan de prevención y educación en materia de gestión de crisis. Un enfoque proactivo podría incluir:
- Protocolos claros para responder a emergencias en todas las comunidades, que sean respaldados por una comunicación efectiva entre las diferentes administraciones.
-
Entrenamiento constante para todos los niveles de gobierno en la gestión de emergencias, además de simulacros para preparar a las comunidades.
-
Inversiones adecuadas en infraestructura, que aseguren que las comunidades sean capaces de lidiar con fenómenos meteorológicos extremos.
-
Tecnologías de alerta temprana, que utilicen los datos actuales y modelos predictivos para prever con anticipación eventos climáticos graves.
Como en cada catástrofe, siempre tenemos la oportunidad de aprender. Recuerdo, por ejemplo, cuando un amigo me dijo que si no aprendemos de nuestros errores, podríamos estar condenados a repetirlos.
Reflexiones finales: El papel de la comunidad en la respuesta a emergencias
Tal vez lo más importante que podemos tomar de la DANA y las críticas hacia nuestros líderes es que la comunidad también juega un papel crucial en la respuesta a desastres. La colaboración en la sociedad, la solidaridad y la disposición para ayudar a los demás son elementos que deberían estar en el ADN de todos nosotros.
¿Qué podemos hacer como individuos? No se trata solo de sentarse, mirar y criticar. Se trata de actuar. Tal vez uno podría organizar una reunión en el vecindario para hablar sobre cómo prepararse para las emergencias, o educarse sobre primeros auxilios. La unidad y el sentido de comunidad son invaluables en tiempos de crisis.
Esperemos que la gestión de esta situación, que ha dejado una huella duradera en la memoria de muchos, se convierta en una oportunidad para que nuestras autoridades repiensen sus enfoques y se muevan hacia un futuro en donde la prevención y el bienestar comunitario sean prioridades. Al final del día, el verdadero liderazgo no se mide solo por las decisiones que se toman en tiempos de calma, sino por cómo se abordan las tormentas que nos desatan en lo más casual de nuestras vidas.
Y ustedes, ¿están listos para actuar la próxima vez que una DANA golpee a nuestras costas?