¿Recuerdas cuando tus fines de semana estaban llenos de arreglos caseros y proyectos de bricolaje? Ah, la nostalgia de un buen intento de hacer algo útil con tus manos. Sin embargo, con la llegada de la generación Z, parece que hemos llegado a una encrucijada inusual: ¡un 20% de los jóvenes no sabe cómo cambiar una bombilla! ¿Qué ha pasado con las habilidades que nos enseñaron nuestros padres? ¿Se ha esfumado la pasión por el bricolaje? Como dirían en mi barrio, esto era algo que «se daba por hecho». Vamos a adentrarnos en este interesante fenómeno.

La encuesta que dio la campanada

Un reciente estudio de Halfords y publicado por el diario británico The Times ha puesto en el centro de la discusión la aparente desconexión de la generación Z con las habilidades prácticas. Disculpen la metáfora, pero parece que en lugar de estar montando una estantería, muchos jóvenes prefieren dejar que alguien más lo haga.

Si bien no está mal contratar a profesionales cuando se trata de tareas complejas, pagar 1.500 euros al año por reparaciones menores parece un poco excesivo, ¿no? La cifra es asombrosa y revela un comportamiento preocupante: el 44% estaría dispuesto a pagar a alguien para realizar tareas que muchos de nosotros consideramos sencillas. ¿No hay algo un poco raro en ello?

Una mirada honda a la generación Z

La generación Z, aquellos jóvenes nacidos entre 1997 y 2012, son los más conectados y digitalizados de la historia. Pero, curiosamente, también parecen ser los menos inclinados a ensuciarse las manos. Vivir en un mundo donde todo se puede resolver con un «click» y un tutorial de YouTube puede que sea uno de los culpables. Pero también hay que tener en cuenta factores como la falta de experiencia y la educación en habilidades prácticas.

Recuerdo claramente la primera vez que intenté cambiar una bombilla en casa. Tenía alrededor de 10 años, y la tarea parecía monumental. Al final, no solo logré cambiar la bombilla, ¡sino que descubrí cómo hacer un buen uso de la escalera! Claro, terminé con un par de moretones porque yo no era el más hábil en ese entonces. Pero salió bien, porque el conocimiento es poder.

El dilema de los talleres de bricolaje

La falta de habilidades prácticas no se debe únicamente a la falta de interés. Como menciona el estudio, el 22% de los jóvenes aún recurre a sus padres como «los héroes del hogar» para que resuelvan esos pequeños inconvenientes. En una época donde la vida está marcada por la inmediatez, es comprensible que muchos jóvenes no se vean obligados a aprender lo básico. Pero, ¿no es un poco deprimente que estemos obsesionados con las tareas que requieren habilidades de sonido (un par de clics en el ratón, y listo) y hayamos dejado a un lado el arte del bricolaje?

En mi propia experiencia, he aprendido que nunca está de más tener un par de atajos y trucos bajo la manga para esos momentos de crisis hogareña. Y no es solo por el dinero que puedes ahorrar, sino por la satisfacción personal de resolver algo por ti mismo. ¡El verdadero nirvana del que hablan los gurús de la autoayuda!

La edad media de independencia: el contexto es importante

La situación no es únicamente un tema generacional. Con datos del Consejo de la Juventud de España, sabemos que la edad media de independencia en el país es de 30,3 años. Esto significa que muchos jóvenes todavía viven en casa de sus padres. Si tu hogar es un lugar donde todo se cuida y se mantiene, rara vez sentirás la necesidad de aprender a hacer reparaciones tú mismo.

¿Pero qué pasa con el costo de aprender?

Además, aprender a hacer reparaciones en el hogar significa comprar herramientas, hacer cursos y, sí, esas valiosas lecciones de bricolaje que tantas veces dejamos para mañana. ¿Te imaginas que las clases de educación física fueran como un taller de bricolaje en forma de carrera de obstáculos? Imagínate salir de la clase no solo con tus músculos más marcados, sino también con un pequeño conocimiento sobre cómo cambiar un enchufe. Sería un win-win, ¿verdad?

Las habilidades que se están perdiendo

Los datos son escalofriantes: el 57% de los jóvenes no sabe inflar una rueda, y cerca del 44% se siente incapaz de cambiar las escobillas del limpiaparabrisas de su coche. Al ver estos números, es difícil no pensar en la gran ironía de una generación capaz de lanzar un cohete al espacio con un simple programa de código, pero que no puede cambiar una bombilla.

Como alguien que se ha visto en la situación de tener que reemplazar una escobilla de limpiaparabrisas en medio de una tormenta (no se los aconsejo), sé que hay un componente de humor oscuro aquí. ¡Uno tiene que divertirse! Pero, ¿no debería ser motivo de reflexión el hecho de que pasamos tantas horas en dispositivos digitales y tan pocas aprendiendo habilidades manuales?

La conexión entre el aprendizaje práctico y la vida diaria

Por supuesto, el conocimiento sobre el automovilismo y el bricolaje puede parecer un mundo árido. Pero cuando te encuentras en una situación que requiere de esa destreza, ¡es ahí donde lo agradeces! He podido contar más anécdotas de mis intentos de arreglar cosas en casa de lo que puedo recordar (no todos fueran exitosos, hay que reconocerlo).

Recuerdo una vez en la que intenté montar un mueble de Ikea. Después de tres horas, en la que involuntariamente creé una escultura que desafió todas las leyes de la física, decidí que tal vez solo debía dejar que alguien más se encargara. A veces, es mejor no involucrar a nuestra frustración manual en la ecuación, pero tampoco podemos rendirnos demasiado rápido.

La tendencia de delegar

El término GOTDIT (Get Others To Do It) ha surgido para describir este fenómeno de delegar tareas que tradicionalmente hemos considerado simples. Lo que me lleva a preguntarme, ¿estamos realmente listos para aceptar el “yo no sé” como una forma de vida? La respuesta es un gran y rotundo «no». Siempre habrá valor en intentar hacer las cosas por nosotros mismos.

Desconocer cómo hacer esas tareas en casa no solo nos priva de habilidades útiles, sino que también limita nuestra capacidad para solucionar problemas cotidianos. (Piensa en lo útil que sería no depender de otro para arreglar un gotera en medio de la noche).

Mirando al futuro: ¿qué podemos hacer?

Al final del día, la solución a esta crisis de habilidades podría estar en la educación y la práctica. Incorporar talleres de bricolaje en las escuelas y fomentar la iniciativa en las familias puede ser un comienzo. Después de todo, si logramos enseñarle a futuras generaciones a cambiar una bombilla o saber simplemente cómo usar una herramienta, estaremos mejor preparados para enfrentar las dificultades.

¿Por qué no unirnos los unos a los otros y crear una comunidad que valore el conocimiento práctico? La verdad es que hay una belleza indiscutible en poder arreglar algo por uno mismo y no depende de la interacciones infinitas que a veces terminan en frustración cuando dependemos de aplicaciones y dispositivos.

En conclusión

No debe ser mal visto ser parte de una generación que, aunque desconectada de ciertas habilidades manuales, se ha encontrado en un mundo repleto de conocimiento. La pregunta es: ¿seremos capaces de cambiar eso? Por nuestra propia salud mental, bienestar y, sí, nuestras billeteras, sería prudente aprender algunos trucos para el hogar.

Así que, la próxima vez que te enfrentes a una avería hogareña o tengas que cambiar una bombilla, ¿por qué no intentarlo tú mismo? Si alguna vez necesitas motivación, recuerda que es mejor tener la historia de una bombilla en lugar de una llamada a un profesional real.

Así que, manos a la obra, que la vida es demasiado corta para vivir siempre en la oscuridad (literalmente).