Desde el 27 de septiembre, Ruanda ha estado lidiando con un brote de fiebre de Marburgo, un virus que no se presenta todos los días, y mucho menos en un país que ha sabido sobreponerse a tantas adversidades. Mientras algunos de nosotros luchamos por decidir qué serie ver en Netflix, enfermeras como Cecile enfrentan una batalla mucho más dura en las salas de emergencia de Kigali. La salud pública nunca había sido tan intensa, ¿no es curioso cómo los acontecimientos de la vida pueden ser tan drásticos?
¿Qué es el virus de Marburgo?
Para aquellos que se están preguntando si el virus de Marburgo es la nueva tendencia de Halloween, permítanme aclarar que no. Marburgo causa una fiebre hemorrágica, y, atención, puede llevar a una tasa de mortalidad de hasta un 88%. Un verdadero gran invitado no deseado en cualquier conversación. Los síntomas iniciales incluyen fiebre alta, dolores de cabeza devastadores, y sí, vómitos o diarrea con sangre. Como si una visita al médico no fuera ya lo suficientemente aterradora, ¿verdad?
Se considera que el virus se transmite inicialmente a los humanos a través del contacto con murciélagos egipcios de la fruta. Así que, si tienen poco amor por los murciélagos, ahora tienen otra razón para mantenerse alejados de ellos. Una vez que el virus entra en la población humana, se propaga por contacto directo con fluidos corporales de aquellos infectados. Aquí es donde las cosas se complican. Con tantas personas en la primera línea, es fácil ver por qué preocupa tanto a Cecile y a muchos otros trabajadores de la salud.
La situación actual en Ruanda
Aunque la situación es alarmante, el día a día en Ruanda parece continuar con normalidad, al menos exteriormente. En un país donde la resiliencia es un modo de vida, las calles de Kigali no se han paralizado. La vida sigue, los mercados están llenos y las escuelas también funcionan con normalidad. El Ministerio de Sanidad ha hecho énfasis en que la gente no debe entrar en pánico, aunque, seamos sinceros, es un poco difícil ignorar una fiebre hemorrágica.
La voz de los trabajadores de salud
Cecile, como tantos otros, siente la presión en sus hombros. «Temo por mi vida», dice, mientras enfatiza que los trabajadores sanitarios son los más impactados por este brote, siendo el 70% de los infectados. 850 personas han recibido la vacuna experimental que se está desarrollando, un alivio ligero en medio de la tormenta. Sin embargo, es triste que tales circunstancias lleven a una nueva ronda de experimentación médica.
La situación es un recordatorio escalofriante de lo que significa trabajar en el sector de la salud, especialmente en medio de una crisis. ¿Cuántos de nosotros podríamos hacer lo que ellos hacen a diario? La verdad es que la valentía de quienes están en la línea del frente es absolutamente digna de admiración. Y no, no es solo un cliché: ellos realmente están poniendo en riesgo sus vidas por el bienestar de otros.
Medidas de prevención y el papel del gobierno
Las medidas de prevención han aumentado considerablemente, lo que incluye el cierre de Unidades de Cuidados Intensivos en varios hospitales y la limitación de visitantes en general. ¿Alguna vez has tenido que recibir a un único «cuidador» de un familiar en lugar de a toda la familia? Es desgarrador pero también necesario. Al menos, se están tomando medidas, lo cual es un rayo de esperanza en el oscuro panorama de la enfermedad.
Las autoridades también han establecido protocolos estrictos para la entrada a hospitales y otros centros de salud. Las enfermeras equipadas con mascarillas controlan la temperatura de cualquiera que se acerque, buscando signos de fiebre. ¡Qué locura! Imagínense salir a comprar pan y encontrarse con que una enfermera te apunta un termómetro infrarrojo en la frente. A veces me pregunto si todo esto es ficción científica o si realmente estamos viviendo esta locura en el siglo XXI.
El papel de la comunidad
Más allá de las medidas gubernamentales, es fundamental el papel de la comunidad. Voluntarios han asumido la responsabilidad de supervisar los puntos de lavado de manos en mercados concurridos. Es increíble lo que la comunidad puede lograr cuando le pones un par de guantes y una mascarilla a la gente. Aún más admirable es cómo la sociedad ruandesa ha logrado transformar su miedo en acción.
Sin embargo, no todos han seguido estrictamente las pautas. Hay quienes optan por ignorar las advertencias y siguen con abrazos y encuentros cercanos. ¿No es irónico que después de vivir la pandemia del COVID-19, algunos aún no hayan aprendido? Como dice Epiphania Musanabera, una anciana de Musanze, «Algunos jóvenes no siguen las directrices». Esto me lleva a pensar, ¿qué más se necesita para que la gente comprenda la seriedad de la situación?
La percepción del riesgo
A pesar de la gravedad del brote, algunos en Ruanda, como Dan Rwakagabo, sienten que las medidas de higiene implementadas son suficientes. Es un punto válido; sin embargo, vale la pena preguntarse, ¿estamos haciendo lo suficiente? La percepción del riesgo varía de persona a persona. Algunas personas están listas para entrar en pánico, mientras que otras son más relajadas, lo cual puede ser un arma de doble filo en situaciones como esta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha evaluado el riesgo de este brote como «muy alto» a nivel nacional, pero «bajo» a nivel mundial. Este tipo de información puede ser un alivio, pero también pueden surgir preguntas: ¿Podría cambiar pronto? ¿Estamos haciendo lo suficiente para mantenerlo bajo control? ¿Estamos equipados para enfrentar un brote más grande?
La historia detrás del virus
Mucha gente puede no estar familiarizada con la historia del virus de Marburgo. El nombre se deriva de Marburgo, Alemania, donde se confirmó por primera vez en 1967. Desde entonces, ha habido brotes esporádicos en diferentes partes de África. Cada brote ha traído consigo angustia, preocupación y en algunos casos una respuesta viral muy fuerte. Pero eso también significa que cada brote también trae consigo lecciones, aprendizajes, y una oportunidad para que los países y las comunidades se preparen mejor en el futuro.
Aprendiendo del pasado
La historia reciente de Ruanda, marcada por el genocidio en 1994, ha mostrado la capacidad extraordinaria de la nación para levantarse después de la adversidad. Parece que hay algo en el espíritu de este pueblo que no se rinde fácilmente. Si hay algo que se puede aprender aquí es que, aun en los momentos más sombríos, hay luces brillantes de esperanza.
Los ruandeses han mostrado una gran resiliencia, enfoque y capacidad para unirse en medio de la crisis. La comunidad ha sido fundamental para combatir el estrés del virus, uniendo a la gente a través de la educación sobre cómo prevenir la propagación. En una era donde la información a veces se desborda, la sabiduría colectiva de una comunidad puede ser la clave.
Reflexiones finales
A medida que observa el brote de fiebre de Marburgo en Ruanda, no puede evitar sentir una mezcla de respeto y tristeza. Las dificultades que enfrentan los trabajadores de la salud son reales, y la lucha contra la desinformación es constante. Con el tiempo, se necesitarán más pautas, más recursos y, lo que es más importante, más empatía.
Así que, la próxima vez que escuches sobre un brote o una crisis sanitaria, recuerda a las Ceciles de este mundo. Ellos están ahí, en la primera línea, enfrentando no solo un virus, sino también el miedo y la incertidumbre. Y tú, ¿qué harías en su lugar?
En la lucha contra la fiebre de Marburgo, Ruanda ha demostrado que, aunque el miedo es palpable, la vida tiene que continuar. Es un delicado equilibrio entre la vida normal y la necesidad de precaución, pero como seres humanos, siempre encontramos la manera de adaptarnos, ¿no creen?
Sin duda, este es un recordatorio de que, en el fondo, todavía hay que encontrar razones para sonreír, incluso si el mundo parece un lugar oscuro. Mantente seguro, sigue las pautas y, sobre todo, no olvides lavar tus manos. La vida sigue, y nosotros también.