Si hay algo que está marcando tendencia en las fiestas contemporáneas, es sin duda las macrofiestas ilegales. Y este 2025 no ha sido la excepción: la tercera edición de una rave en Ciudad Real atrajo a más de 10.000 personas. Pero, ¿qué es lo que hace que este fenómeno crezca tanto año tras año? ¿Es la música, la libertad o quizás el espíritu rebelde que, de vez en cuando, nos impulsa a saltar las reglas? Vamos a profundizar en esta cuestión, y tal vez terminemos descubriendo algo acerca de nosotros mismos en el proceso.

El contexto de las macrofiestas

Todo comenzó hace unos años, cuando las grandes ciudades comenzaron a prohibir fiestas masivas en espacios públicos, restrictivas normativas de ruido y la creciente presión social sobre el comportamiento en la vía pública. La respuesta de algunas mentes creativas fue radical: ¿y si hacemos fiestas clandestinas en medio de la nada? Así empezaron las macrofiestas ilegales, un fenómeno que ha crecido en popularidad con el tiempo. En esencia, es una mezcla embriagadora de música electrónica, amigos, libertades (todas las que puedes imaginar) y un espíritu tanto comunitario como festivo.

¿Por qué Ciudad Real?

Tenga la seguridad de que Ciudad Real no es solo un lugar alejado en el mapa; también tiene un significado especial. La rave se organizó entre Puertollano y Ciudad Real, cerca del aeropuerto, lo que le daba un cierto aire de clandestinidad. Las organizadoras parecen ser bastante ingeniosas al elegir estos lugares aislados, lejos de la vista y del juicio de los vecinos. ¿Quizás querían evitar a las autoridades o simplemente ansiaban sosiego y libertad para disfrutar de la noche?

Me acuerdo de una vez que asistí a una fiesta de la misma índole en un lugar similar. El sitio estaba tan apartado que nadie se atrevería a buscarte allí. Nos hacían sentir como unos intrépidos exploradores en busca del epicentro de la diversión. Por unos días, el resto del mundo puede simplemente irse al diablo.

El ambiente de la macrofiesta

Imagina esto: 10.000 personas unidas por un solo objetivo, celebrar la llegada del nuevo año. Ellos han creado su propio pequeño universo, con nombres para cada rincón de la rave, como si se tratara de una tierra mítica. Según una joven entrevistada por Espejo Público, las calles han sido nombradas curiosamente: «Esta es la avenida Mejillón, después está la calle Fresno, que baja por ahí abajo; la plaza del Ocho y la plaza de la Brocheta». Este tipo de creatividad en la nomenclatura es solo una muestra de la atmósfera lúdica que generan.

El ambiente es una mezcla de colores, luces y sonidos que, honestamente, pueden ser un poco abrumadores para quienes no están acostumbrados. Pero para los asistentes, es el lugar perfecto. Recuerdo una de mis primeras experiencias en una rave, el subidón de adrenalina al entrar. Era como si hubieras cruzado un umbral a otro mundo, donde todo era gracia, música y una pizca de locura.

La conexión entre los asistentes

Estos eventos no se tratan solo de música y luces. Se habla de comunidad. Muchos de los asistentes regresan año tras año, convirtiendo cada rave en una especie de reunión familiar, donde el nombre de cada calle y plaza simboliza los lazos que comparten. Durante una de esas fiestas, conocí a un grupo que se hacía llamar «Los Sin Nombre». Recuerdo que una de las chicas, locamente divertida, se despidió diciendo: «Si no nos vemos más, ¡nos encontramos en la próxima rave!»

¡Lo mejor de todo es que muchos realmente se reencuentran! Una especie de hermandad que trasciende el tiempo y el espacio. La gente canta, baila y ríe como si todo tuviera un propósito, lo que, en realidad, lo tiene. Pero, ¿cuál es el secreto detrás de esa conexión? La libertad total para ser uno mismo.

¿Es realmente legal?

Permíteme ser honesto, aquí es donde la situación se complica. Las macrofiestas ilegales suelen estar, como su nombre indica, fuera del marco legal. Las autoridades suelen estar en contra, pero aún así, la gente asiste masivamente. Después de todo, la idea de permitir que un grupo de personas se reúnan y se diviertan en un espacio privado no parece exactamente como si fuera un crimen capital.

La pregunta que flota en el aire es: ¿Justifica la diversión la ilegalidad? Esa es una cuestión que siempre genera debate. Lo que para muchos puede ser un espíritu de libertad, para otros puede ser caos y anarquía. Pero, al igual que las variedades de cerveza que uno puede elegir (y las que se deben evitar, ojo), hay matices.

Críticas y preocupaciones

Pero no todo son risas y diversión. Las macrofiestas ilegales han enfrentado críticas por varios motivos, como la seguridad y el estado de salud de los asistentes. Entre el uso de sustancias y el desprecio por las directrices de salud pública, es natural que la preocupación surja. La salud y la seguridad son temas serios, y, aunque las fiestas sean una catarsis temporal, hay que cuestionar si realmente vale la pena poner esto en riesgo.

Esta reflexión me recuerda un periódico que leí el otro día, en el que se hablaba de la importancia de la moderación. Sin duda, hay un tiempo y un lugar para la celebración, pero también para la responsabilidad. ¡Se nos recuerda cada vez que hay toca un evento multitudinario!

Una mirada hacia el futuro

Aunque las macrofiestas ilegales tienen un aire rebelde en su esencia, no podemos ignorar que este fenómeno puede evolucionar. Con el creciente interés de los medios y la atención de las autoridades, podría llevar a una legalización parcial o a la regulación de tales eventos.

Imagínate esto: en el futuro, podríamos tener macrofiestas oficiales en las que el gobierno provea un entorno seguro y regulado, donde la música y la comunidad puedan prosperar. Puede que incluso se establezcan licencias de evento, lo que podría transformar estas fiestas clandestinas en algo especial y aceptado.

Sería una forma de fusionar lo mejor de ambos mundos: la diversión y la seguridad. Como dicen en mi barrio, hay que agarrar la vida cuando se ofrece, pero siempre hay que hacerlo con cabeza.

Conclusiones: ¿fiesta o ilegalidad?

En conclusión, las macrofiestas ilegales han llegado para quedarse. Atraen a miles de jóvenes ansiosos por conectarse, por experimentar y simplemente ser. Pero es esencial también reflexionar sobre los riesgos y desafíos que estas fiestas presentan.

Al final del día, todos buscamos nuestra manera de celebrar y sentirnos vivos. ¿El camino que elegimos está bien o mal? Tal vez no haya una respuesta definitiva. Tal vez solo necesitemos un poco más de empatía para entender tanto los puntos de vista de los que disfrutan de estas fiestas como los de aquellos que abogan por la seguridad y la legalidad.

Así que la próxima vez que escuches de una rave, considera lo que podría significar para los miles de rostros que se reúnen allí. ¿Es solo un grupo de jóvenes alocados o una comunidad en busca de pertenencia? Al final, todo es más que solo música y luces. Es una búsqueda de significado en un mundo que a menudo se siente caótico y desordenado. ¡Salud y que empiecen las fiestas responsables!