Imagina por un momento que estás disfrutando de una tarde tranquila, desempolvando esa caja de recuerdos que has guardado desde hace años. Fotos de momentos especiales: una boda, una excursión familiar o un viaje que marcó tu vida. De repente, un desastre natural golpea con fuerza, y esas memorias que parecerían eternas están a un paso de desaparecer para siempre. Este es el panorama que se dibuja en Valencia, donde la Universitat de València, junto con otras universidades y organismos, ha lanzado un proyecto tan emotivo como relevante: Salvem les fotos.

Y de verdad, ¿qué valor tienen nuestras fotos? Más allá de lo material, las imágenes son portadoras de historias, de recuerdos y emociones. ¡Ay, cómo me gusta hablar de las emociones! Pero este no es solo un asunto de nostalgia; es una cuestión colectiva que nos afecta a todos.

La importancia de las memorias visuales

Las fotografías son como pequeños portales a nuestro pasado. No importa si se trata de una imagen borrosa de una fiesta de cumpleaños o una instantánea familiar en blanco y negro, cada una lleva consigo la carga emocional de momentos vividos. Cada vez que echo un vistazo a mis propios álbumes fotográficos, siento esa conexión profunda con el pasado. Esta conexión es vital para entender quiénes somos hoy y hacia dónde vamos.

¿Alguna vez te has preguntado cómo te sentirías si todo eso se convirtiera en un mero recuerdo borroso? En la actualidad, el riesgo de perder esas memorias es muy real. Inundaciones o incendios pueden acabar con décadas de historia familiar en cuestión de minutos. Esto es lo que ha motivado el proyecto Salven les fotos: rescatar los fragmentos de memoria que se han visto amenazados por las recientes riadas en Valencia.

La historia inspiradora de Ana Piedra

Ana Piedra llegó a un laboratorio del Museo de Historia Natural de la Universitat de València con nerviosismo. Sus manos temblaban mientras sostenía lo que quedaba de una fotografía única: el único recuerdo que su madre, de 76 años, había logrado salvar de su padre, ya fallecido. Esta escena es solo una de muchas que ilustra la tristeza y el valor que las fotografías pueden tener para las familias afectadas.

Según Marisa Vázquez de Ágredos, directora del Área de Patrimonio de la Universitat, «las familias están muy agradecidas porque también hemos salido a las zonas afectadas.» Y cuando mencionan lugares como Paiporta o Catarroja, no se trata solo de ciudades, sino de espacios cargados de memoria.

El método de rescate: un enfoque científico y humano

El equipo de 40 voluntarios que trabaja en este angustioso proceso está en una constante carrera contra el tiempo. Cada imagen dañada tiene su historia, y la velocidad con la que se debe actuar es vital. «Si una imagen es atacada por hongos, es casi irrecuperable», explica Marisa Vázquez, describiendo la difícil labor de seleccionar qué fotografías se salvarán.

Aquí es donde se presenta un método que podríamos comparar con un enfoque médico en urgencias. Las fotografías son los pacientes y los restauradores, los médicos que deberán hacer un «triaje». ¿Te imaginas ver tus recuerdos convertirse en un número en una lista de prioridad? Es un proceso emocionalmente desafiante, pero también millonario en su potencial de recuperación.

Protocolo de recuperación: un enfoque ingenioso

La meticulosidad de este trabajo es asombrosa. Las imágenes son cuidadosamente extraídas de los álbumes, limpiadas con agua corriente y agua destilada, y secadas al aire para eliminar la humedad. Aquí, el humor sutil me viene a la mente: un amigo solía decir que «curar imágenes era como cocinar; solo necesitas una pizca de amor y un poco de paciencia». Aunque, admito que no daba resultado cuando se trataba de mis experimentos culinarios.

Los voluntarios, en su mayoría expertos en restauración, deberán prestar atención hasta al más mínimo detalle. Este proceso no solo involucra el rescate de las fotos, sino también la esencia misma de lo que esas imágenes representan: vínculos familiares, momentos felices y un legado que es esencial para la identidad de cada individuo.

Un esfuerzo que trasciende fronteras

Lo más curioso es que este proceso no es exclusivo de Valencia. Marisa subraya que se ha establecido contacto con aquellos que llevaron a cabo trabajos similares tras el huracán Katrina en EE. UU. o el tsunami en Japón. Es evidente que entre la adversidad, el conocimiento y el apoyo mutuo pueden prosperar. Pero, ¿no es esto lo que realmente hace la humanidad: aprender de las desgracias de otros y convertirlas en oportunidades de esperanza?

Copias digitales: el futuro de los recuerdos

A partir de enero, se comenzará a realizar copias digitales de las fotografías recuperadas, permitiendo que las memorias no solo se mantengan en papel, sino que sean parte del mundo digital también. Esto plantea interesantes preguntas sobre la preservación de la memoria. ¿Estamos convirtiendo cada recuerdo en un archivo digital y, al hacerlo, diluyendo su valor emocional? O, en cambio, ¿estamos asegurando que nunca se conviertan en polvo en el viento?

La Universitat de València no solo está salvando fotografías; está aportando una nueva dimensión a la memoria colectiva. «Cada fotografía traslada una memoria», afirma Vázquez, y eso es lo que hace que este proyecto sea tanto una tarea de rescate como un acto de amor.

Repositorio documental y el valor del trabajo comunitario

Además de la recuperación de fotografías, el proyecto ha puesto en marcha una iniciativa para crear un repositorio documental sobre los efectos de la DANA, un evento natural devastador que ha dejado su huella en Valencia. Este repositorio será accesible para todos y permitirá que las voces de las comunidades afectadas sean escuchadas.

En un mundo donde el contenido se parece cada vez más a ruido, este esfuerzo por preservar la memoria colectiva es un recordatorio de que lo humano siempre debe estar en el centro de nuestras decisiones. Este repositorio se convertirá en un espacio valioso donde se conservarán no solo fotos, sino relatos y experiencias que dan vida a una historia compartida.

Reflexiones finales: ¿qué hacemos con nuestra propia historia?

Al leer sobre el trabajo que está realizando la Universitat de València, me pregunto: ¿Cuántas veces hemos dado por sentado nuestros pequeños tesoros familiares? ¿Cuántas veces hemos dejado que nuestras memorias se escurrieran entre los dedos como arena? La historia de Valencia y el proyecto Salvem les fotos son un poderoso recordatorio de la fragilidad de las memorias visuales.

Así que la próxima vez que te topes con una caja de recuerdos, considéralo un tesoro precioso y no un simple objeto. En cada fotografía hay una historia que merece ser contada, un lazo que une generaciones y un legado que trasciende el tiempo.

Porque al final del día, todos queremos ser recordados. Nuestras historias son las que dan forma a quienes somos, y, como bien dice Vázquez, «eso nos aproxima al pasado y establece vínculos con el presente». Así que, ¿por qué no empezar hoy mismo a valorar nuestros recuerdos antes de que se conviertan en historias perdidas?

Este emocionante proyecto no solo simboliza la resistencia de una ciudad, sino también nuestra capacidad como humanos para generar lazos, reconstruir y recuperar todo aquello que, en algún momento, parecía irremediablemente perdido. ¿Te animas a rescatar tus propios recuerdos hoy?